𝙳𝚞𝚍𝚊𝚜

856 70 3
                                    





Fue un mes antes de que terminara el año, cuando las dudas me saltaron, Víctor estaba dando la homilía de las misas de Domingo, como siempre que predicaba, antes de abrir la biblia se persignaba con parsimonia y antes de leer, sus hermosos ojos se cerraban y pedía sabiduría divina al cielo, que aún en su infinitud, parecía caberle su interior, y dicha sabiduría le era concedida por los propios ángeles porque un brillo inmaculado que no sabría explicar muy bien en palabras se apoderaba de rostro, hablaba con pasión notoria de sus creencias y el amor por lo que hacía se podía deducir en cada palabra que sus labios arrastraban con devoción celestial.

Verlo en esa hermosa sintonía con sus emociones me hacía cuestionarme profundamente si era egoísta de mi parte arrancarlo de ese mundo Perfecto, de su vida, de su mundo que era todo lo que tenía. ¿Le surgiría la duda algún día mientras despertara a mi lado si habría tomado la decisión correcta? 
Si en algún momento extrañaba su anterior vida y se arrepentiría de su decisión.

Movida por esta duda, un día en una de nuestras caminatas por los jardines del internado, cuando ya la luna había llegado a su punto máximo y regresábamos adentro, le exterioricé mis preocupaciones pues estaba segura que no podría dormir con esta duda rondándome la mente.

Víctor detuvo su andar repentinamente atisbando en mi mirada alguna muestra de broma, pero por la seriedad con la pronuncie aquellas palabras se limitó a fruncir el ceño.

—Estoy algo confuso. ¿De verdad acabas de decirme si me arrepentiré algún día de irme contigo? —dijo tan ofendido como perplejo.

Encogí un hombro, evitando su intensa mirada porque nunca había sido buena para reprochar o reclamar algo.

—Solo quiero saber si estás seguro.

Ante esto, Víctor abrió la boca y tuve la sencasion de que quería explicarme tanto o decir tantas palabras a la vez que se contuvo y no dijo nada. Él se tomó un momento, apartó su mirada de mi para contemplar el basto cielo nocturno por un buen rato, aunque sabía que sus pensamientos atravesaban más allá de las estrellas, en donde se ponen en orden las ideas. Un momento después se giró para volver a enfrentarme ahora con más tranquilidad.

—Dani, soy un hombre que piensa demasiado antes de actuar. Lo he sido siempre. Tengo que ser así. Mi naturaleza no es actuar apresuradamente. Tu no sabes cuantas noches de desvelo hay detrás de esta decisión que he tomado. Muchas noches no dormí pensando en ti. Planteándome como sería una vida sin ti. Y en contra poción como sería vivir una vida a tu lado. Y no había duda de qué vida me gustaba más. Que me preguntes esto ahora... me hiere un poco, pero esta bien. Estás en todo tu derecho de hacer preguntas y tener dudas. Pero...—me acunó el rostro dedicándome una mirada pacífica. —No tengo ninguna duda cuando se trata de ti. Yo ya te elegí a ti y es algo de lo que nunca podría arrepentirme.

Sus palabras y el tono en que las pronunció me tranquilizaron de sobremanera.

—Te creo Víctor. —le susurré muy convencida y aliviada. —Y te prometo que tendremos una vida increíble juntos y que será mejor de lo que te pudiste haber imaginado.

—¡No puedo esperar! —contestó, mordiendo sus labios. Significaba para mi un enorme trabajo no besarlo en esas condiciones. El frío viento que comenzaba a azotar desordenaba su cabello café y esas enormes pestañas que protegían sus ojos del viento hacían ver sus ojos achinados y hermosos. —Lo sé, Dani. Yo también. Conozco esa mirada.

—Perdón. ¿Que dices? —me apresuré a decir, saliendo de mis pensamientos.

—Me pones un poco nervioso a veces. —confesó con una sonrisa tímida. —y no importa cuánto tiempo pase, no sé si me algún día dejaré de ponerme nervioso cuando me miras de esa forma.

Yo Confieso...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora