𝙰𝚋𝚛𝚊𝚣𝚘𝚜

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El padre Víctor estuvo buscándome regularmente para charlar un poco las últimas semanas, nada importante solo charla casual, sabía que se ocupaba de los problemas de otros alumnos aunque eran diferente con ellos, cuando las chicas tenían discusiones y se peleaban con las compañeras de habitación él se ocupaba de hablar con ella hasta que llegaran a un acuerdo, o en su defecto, buscar otra habitación con otra compañera que se llevaran mejor, afortunadamente nunca había tenido que intercambiar compañera de habitación para que otra estuviera cómoda, por lo general trataba estos temas en su oficina, pero conmigo era una cosa diferente, me invitaba a dar un paseo en los terrenos del internado o subir a la torre más alta y charlábamos de cosas triviales. Nunca más volvió a intentar hablarme de religión, cosa que agradecía. Solo éramos dos amigos conociéndose.

Ese mismo día me había buscado antes de la clase para hacerme saber qué estaría esperándome en la sala principal después del almuerzo, al parecer había memorizado mi horario de clase.

Me dirigí a la sala donde lo encuentré sentado leyendo muy concentrado un libro, iba vestido tan formal como siempre, que por su altura y postura, le daban un aire refinado.

Tuve que acercarme.

—Estoy lista. —hablé, y notando mi presencia hasta ese momento, salió de su libro y  se levantó enseguida sonriéndome.

—Oh lo siento, este libro me tiene atrapado desde hace unos días.

Había olvidado lo alto que era, llevaba el cabello más corto que la última vez, lo que hacía que fuera más difícil de controlar y estuviera un poco revuelto, olía a loción para afeitar.

—¿Puedo verlo?. —pedí

—Por supuesto, aunque no creo que sea un tema particularmente de tu interese.

Era de religión, efectivamente no me interesó, aunque él parecía estar muy emocionado con el.

—Las últimas semanas hemos estado hablando sobre mi, pero nunca me has hablado sobre ti, Víctor. ¿porqué no empiezas hablándome de este libro? —le sugerí.

Arqueo las cejas con sorpresa.

—¿¡Estás pidiéndome que te hable sobre religión!? —dijo dramáticamente. Sus hoyuelos se acentuaron.

—Háblame de tu y de tus gustos. Y por favor no hagas que me arrepienta. —bromeé.

—Perfecto. ¿Que te parece si salimos a caminar? hace un día increíble. —me invitó mientras comenzamos a salir de la sala principal, él abrió la puerta para mi.

Caminos tranquilamente hacia los terrenos, había todo un pequeño caminito alrededor del internado, rodeado de flores, dicho camino llevaba hacia un jardín, que más que jardín parecía un bosque de enormes y robustos árboles, a ese lugar le llamaban "el edén" y era donde solíamos ir a recostarnos sobre el follaje cuando hacia dias cálidos.

Las caminatas habían estado bien, me ayudaba a distraerme y no pensar que estaba encerrada en este lugar, la compañía del padre Víctor también era agradable, hasta que intentaba obtener información de mi, información demasiado delicada o personal, aún no estaba lista para hablarle de las razones que me habían enviado al internado, aunque él obviamente las sabía, sabía que mis padres habían fallecido en un accidente de tránsito hace años y mi tía había estado enviándome lo más lejos posible para no tener que lidiar conmigo.

Apreciaba que él no mencionara nada al respecto de mis padres, porque aún no estaba lista para hablar de eso.

—¿Dime qué quieres saber de mi, Dani? —cuestión mientras caminábamos lentamente, sus manos atrás de su espalda manteniendo las distancias. —Soy un libro abierto, así que será muy fácil para ti conocerme.

Yo Confieso...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora