𝙳𝚎𝚜𝚌𝚎𝚗𝚜𝚘

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Dani


No podía decírselo, había sacrificado nuestra relación para salvar de alguna manera su reputación sabía que si le decía la verdad a Víctor él iría a contárselo todo al director y a todo Dios, lo que había hecho con tal de limpiar mi nombre de evitar que me sacrificara por él.

Le contaría la verdad, por supuesto que lo haría, pero todo en su tiempo, cuando las clases hubieran acabado y él no tendría que dar más explicaciones, le confesaría que lo hice por él y que podíamos irnos sin más, dejar todo olvidado. E irnos y empezar de nuevo justo como lo teníamos planeado.

Pero todo aquello dolía mucho más porque ver a Víctor devastado me torturaba el alma, podía verlo ir con la mirada vacía desde esa última reunión en la oficina del director, Evitaba mirarme
Y cuando nos encontrábamos solo me dirigía un frío saludo sin mirarme a los ojos.

Hubiera dolido más sentir su desprecio sentir que me odiaba pero no era así, Víctor nunca me dirigió una mirada que no fuera de total tristesa.

su comportamiento era el de un corazón roto. Y eso era peor que cualquier muestra de odio.

Los últimos días en el instituto se sentían como eso, últimos días, ya no se miraban alumnos arrastrando los pies hacia clases recién amanecía, ni alumnos apresurados corriendo en los pasillos para llegar a tiempo a un examen o porque habían amanecido con las cobijas pegadas, se sentía una atmósfera nostálgica de despedidas y todo se sentía patas arriba porque todo el mundo estaba empacando.

Mañana sería el día de decirle adiós al internado. Habían muchas cosas a las que les tendría que decir adiós...

como una sincronización natural, el clima decidió comportarse en la misma forma que mi estado de ánimo y se abrió como una cascada furiosa sobre todas las personas que se refugiaba aquel castillo medieval.

Pero la lluvia torrencial allá afuera parecía que solo caía en mi habitación, aquel clima lúgubre solo me afectaba exclusivamente a mi, la habitación completa se sentía un ambiente triste y melancólico, permanecía en pijama viendo la noche a través de mi ventana y sobre el cómodo sofá frente a esta, me había envuelto en mi manta y solo veía las ventanas llorar como si fueran un reflejo de lo que mi alma sentía.

Estaba a punto de soltarme en un llanto depresivo con tendencia a comerme mis propios problemas cuando Aria apareció en mi habitación. 

Me limpié las lágrimas.

—Casi puedo escuchar a los violinistas del Titanic.

Aria había estado tratando de darme ánimos y apoyarme en lo que podía. Cuando me preguntó ansiosa donde iría con Víctor tuve que confesarle que todo se había ido al demonio, que todos esos planes que habíamos hecho habían quedado en el aire. Ella se notó muy triste y no quiso insistirme más cuando le dije que sencillamente habíamos discutido y todo se había terminado.

Se tiró en mi cama sobre el desorden de ropa que se suponía debían estar ya en mis maletas, mirando el techo reflexiva.

—Así que... pensé que ustedes iban a arreglar su malentendido. —Me hundí más en mis mantas y mirando por la ventana el oscuro paisaje, sin decir nada. —Es una mierda. Claudia también está triste. En mi vida hubiera creído que los sacerdotes son todos unos rompecorazones.

No lo había pensado sino hasta que la tuve ahí enfrente luciendo así que, Ella debía estarlo pasando terrible igual que yo, me salto la duda pro saber si el padre Eduard había terminado con ella o en qué términos habían quedado ambos. si el padre Eduard se arriesgó tanto para protegerla debía significar algo, debía ser muy importante para el.
mierda si él tuvo el valor de faltar a una regla y quisas la más impetrarte del internado y de su religión debía adorar a esta chica.

Yo Confieso...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora