CONFESIONES

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Tal como el padre Víctor había dicho, fui citada en la oficina del director para hablar del asunto. Me mantuve serena sentada frente a su escritorio escuchándolo.

—Hable con tu tía respecto a esto, y está verdaderamente decepcionada de tu comportamiento hasta ahora, nos ha exigido que te corrijamos, pero incluso tu confesor se ha quejado de ti. No se que le habrás hecho al padre Víctor pero se apareció aquí para pedirme que ya no podía seguir ayudándote. Estaba desesperado, jamás lo había visto en ese estado, llegó a decirme y cito: que esto es  más de lo que puede soportar. —dijo el director, su ceño fruncido como si no entendiera el comportamiento del padre Víctor y estuviera esperando que yo esclareciera sus dudas.
—Daniela...Tu tía me pidió que fuera el padre Eduard quien te aconsejara y te corrigiera tu camino, fue muy explícita en este punto. Pero creí que no había  mejor persona que Víctor para ayudarte. El está siempre encantado de ayudar, pero prácticamente me suplicó que no quería tocar más el tema con respecto a ti...No sé qué le habrás hecho  Daniela...No sé que tienes, pero  debes irte a confesar, y que Dios se ampare de tu alma. Conocer más de Dios es lo que necesitas, entonces entenderás que todos aquí solo queremos un bien para ti.

Me quede escuchando todo su parloteo clavándole dagas con la mirada y supeimiendo las ganas de escupirle en la cara todas las verdades acerca de todos aquí, el director fue el primero en encasillarme como una chica diabólica o algo, después de él siguieron todos los profesores y alumnos. Cuando vine le dejé en claro que no compartía ninguna creencia y desde entonces no dejó de mirarme como si necesitara ser exorcizada.

Al salir de su oficina, hice  mi camino directo al confesionario, un poco cabizbaja y abrumada por toda esa información.

Las palabras  que Víctor le había dicho resonaban en mi mente, enterarme que le suplicó no estar más a mi lado me había producido un extraño dolor en el pecho, Tragué grueso, imaginándomelo decir eso. 

Es increíble lo sádico que el cerebro puede llegar a ser, cuando se nos queda grabado algo que duele mucho, y la mente lo repite una y otra vez, como si solo hiciera para reprocharle al corazón un te lo dije.

Al llegar noté que no habían muchas personas ahí, así que no tuve que esperar mucho para tener mi entrevista a solas con el padre Víctor.

Esto era más que irónico.

Cuando llegó mi turno fui hacia el confesionario sin saber exactamente qué diría, él deslizó la cortina.

—Dime...—se detuvo al verme ahí. Se quedó en silencio un segundo, sin duda era la última persona que esperaba encontrarse.

–Correcto. Esto para nada es incomodo.
—murmuré, deseando que me tragara la tierra.  Víctor se removió en su sitio, aclarándose la garganta, continuó.

—Dime hija mía tus pecados.

Lo miré por un momento, deseaba tanto que se diera cuenta de la furtiva mirada que le lanzaba, ni siquiera tuvo el coraje de verme a los ojos.

—Padre he pecado terriblemente. —dije en mi mejor tono dramático y seductor, mientras me guardaba la furia para mis adentros, él notó mi juego y suspiró manteniendo la paciencia.

—Dime de qué manera has pecado.

—He tenido muchos pensamientos lujuriosos últimamente. He sido una chica muy mala.

El padre Víctor se aclaró la garganta muy nervioso.

—La lujuria es algo inherente a nuestra condición humana,Dani. Es normal que...

—oh, ¿es normal? ¿Se ha sentido así alguna vez? —pregunté mirándolo directo a los ojos, pero ya no estaba jugando, mi tono era serio, él abrió la boca para decir algo pero prefirió desviar la mirada. —¿Se ha sentido tan lujurioso al punto de decir: "es más de lo que puedo soportar"?. —dije enarcando una ceja, por su expresión noté que había entendido la referencia.

—Ya veo que es el director quien te envía a confesarte. Y que ya te puso al tanto... —dijo en un tono lúgubre, se mantenía cauteloso al darse cuenta que le clavaba dagas con la mirada.

—¿Cómo más vendría aquí sino obligada? ¡El director dijo que suplicaste no volver a estar cerca de mi! Ahora cree que es porque tengo el demonio adentro o algo....—refunfuñé.

—Lo que el director dijo es cierto. Lo siento, Dani, pero me niego a estar cerca de ti sintiéndome de esta forma. —pude ver a través de la malla que nos demostraba, que estaba cabizbajo mientras hablaba, como si estuviera confesándose así mismo.

—¿Así como? ¿Lujurioso? —dije enarcando una ceja. Me sentía frustrada porque ahora con esa acción y esas palabras el padre Eduard tomaría rápidamente la oportunidad para sermonearme y castigarme, porque hasta ahora había sido Víctor quien lo mantenía lejos de mi.

Recibí una mirada de reproche de su parte.

—Sintiendo el deseo de besarte, Dani.
Me mata la culpa. Hice una promesa a la iglesia y a mi mismo, jamás me había cuestionado antes porque jamás me había interesado ninguna una mujer hasta que llegaste tu. Creí que la solución era alejarme de ti y me estoy obligando a no pensarte...–dijo en un hilo de palabras. Entonces suspiró amargamente mientras se frotaba la frente, como si ya no supiera ni que hacer consigo mismo.
—Pero descubrí que eso es imposible. Yo...

—¿Que? —le invité, albergando una pequeña esperanza.

—Descubrí que no quiero alejarme de ti. —dijo por fin clavándome una profunda mirada. —No quiero, pero debo hacerlo.

Ambos nos quedamos en silencio por un momento. Aunque me gustara saber que no era la única que se sentía así, escucharlo decir eso no me hacía sentir mejor, mirar el estado en que se encontraba no era nada agradable, veía su sufrimiento. Era obvio que debíamos alejarnos. Eso era todo.

—Dani, ¿vas a confesar algo? —murmuró por lo bajo, seguía cabizbajo y muy desanimado.

—Si. Quiero confesar que no me arrepiento de nada. No me arrepiento de ningún pecado cometido hasta hoy. —dije muy convencida. y dolida y me levanté para salir de ahí.

—Bien. Entonces puedes ir en paz.






***

Yo Confieso...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora