𝙲𝚊𝚗𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜

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Una vez que  me resigne a pasar el resto del año en ese internado tan peculiar, me tuve que adaptar rápidamente al horario y a cómo funcionaban las cosas ahí.

Las habitaciones de chicas estaban al lado opuesto muy alejada de los chicos y aunque en las clases, en el comedor o en los tiempos libres estábamos todos juntos, los dos bandos se mantenían notoriamente separados, estaba prohibido fraternizar con los chicos, y las monjas que se encargaban de comprobar que estuviésemos en nuestras camas a la hora adecuada estaban muy pendientes cuando veían a una chica y un chico conversando, era un dolor de cabeza en realidad así que nadie perdía su tiempo haciendo amistades con alguien que no fuera de su mismo sexo.

Pero todo esto a mi me daba prácticamente igual porque me mantenía lejos de los demás, el fanatismo religioso entre los estudiantes me fastidiaba, algunas chicas se habían apuntado a clases extracurriculares, o en grupos que llevaba nombres de santos que se dedicaban por lo que entendí a venerar y recordar a algunos beatos y mártires, honestamente me mantuve lo más alejada de eso porque además significaba tiempo libre para mi; tiempo que empleaba leyendo algunos libros que tomaba de la amplia biblioteca del internado, que para mi suerte contaba con muchos libros de literatura entre los miles ejemplares  de religión.

Cada Domingo en la mañana se celebrara misa en la capilla, era el padre Víctor quien estaba a cargo de esto. Aunque en el internado también había otro sacerdote, El padre Eduard, pero él solo se encargaba de clases de religión y llevaba todos los grupos juveniles y actividades extraescolares.

También nos permitían hacer o recibir llamadas telefónicas los fines de semanas, los estudiantes llamaban a sus familiares, pero era otra cosa que no compartía con ellos, porque yo no tenía a nadie a quien deseara llamar, no quería perder mi tiempo libre escuchando a mi tía y sus dramas, aunque esto no evitaba que ella me llamara. 

Un par de veces algún profesor vino a buscarme a la biblioteca en mi tiempo libre para comunicarme que mi tía estaba al teléfono. Mis hombros caían con decepción y tenía que ir a hablar con ella, siempre me abrumaba con sus preguntas sobre mis planes después de terminar el instituto.

—...¿Por cierto ya decidiste a qué universidad irás? Recuerda que es una decisión muy importante, recibirás el seguro de tus padres y tienes que estar muy segura de lo que quieres. Salirte a la mitad del año porque te has equivocado de carrera es lo peor, solo significa tiempo y dinero desperdiciado. La mejor opción para ti dadas las circunsatancias es la universidad del pueblo.

—No iré a la universidad de tu pueblo tía. —respondí, perdiendo la paciencia.

Unos meses atrás la habría dejado hablar y que creyera lo que ella quisiera pero estaba frustrada por lo mismo y ya era hora que supiera que planeaba alejarme de ella de una vez por todas, acababa de cumplir la mayoría de edad y cuando mi último año de clases  terminara, seguiría mi camino sola.

—¿¡Porque no!? Es lo mejor para ti. Estarás cerca de casa. —dijo su con su habitual voz chillona.

—Sabes que iré a la misma universidad a la que fue mi madre, que está en la ciudad cerca de MI casa.

—Tonterías, mi casa es tu casa ahora, Dani. Tienes que hacerte la idea, además podré seguir administrando tus finanzas.

Ahí estaban sus verdaderas intensiones saliendo a la luz, rodeé los ojos, era increíble.

—Yo puedo hacerlo sola, Gracias.

—¡Claro que no puedes! es una gran responsabilidad.

—Estoy segura que puedo cuidar mi dinero mejor de lo que tú lo haces. ¡Al menos no lo malgastaré en cirugías y en apuestas como lo estás haciendo tú!

Yo Confieso...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora