𝙰𝚍𝚘𝚛𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜

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Víctor me mantuvo intrigada en todo el camino hasta el segundo piso, sin decirme a donde nos dirigíamos exactamente.

Nos habíamos encontrado en las escaleras a las 12:00 pm, y casi grité cuando Víctor salió en medio de la oscuridad para besarme,
mientras me abrazaba cariñosamente como solía hacerlo. Era tan alto que le era fácil abrazarme por encima los hombros y encerrarme entre sus brazos. Luego se separó para admirarme.

—Qué hermosa te ves esta noche. —dijo  totalmente sorprendido.

—Hubiese querido usar un vestido elegante para nuestra cita...pero dadas las circunstancias opté por mi mejor pijama. —vociferé con elegancia.

—Muy buena elección. —decretó Víctor en una seductora voz. Mi pijama consistía en vestido de ceda color crema, sexy y muy corto, y una pequeña bata a juego que cubría mis hombros desnudos.

Él también iba en pijama. Y me tomé un momento para apreciarlo, llevaba un suéter negro que hacían cosas buenas por sus fuertes brazos, y un pantalones de pijamada a cuadros colgando de sus estrecha cadera. Su cabello un tanto revuelto.

Estaba tan acostumbrada a verlo con su habitual ropa formal, o con la sotana, que era adorable verlo así. 

Me lo imaginé en un esmoquin y no pude encontrarlo más atractivo, aunque en realidad  no importaba mucho que ropa que usáramos porque iba a terminar en el suelo igualmente.

Subimos juntos y Víctor se negó a contarme sobre ese misterioso lugar, pasamos la biblioteca y entramos a la habitación siguiente, nunca había entrado ahí pero parecía una oficina normal y ordinaria.

Un escritorio y un estante de libros que llenaba toda la pared a un costado, miré a Víctor totalmente confundida sin saber si debía fingir sorpresa, en cambio Víctor me miraba divertido, mientras hacía girar un llavero con una sola llave por su índice.

—¿Te gusta? —dijo aguantando una sonrisa.

—¿No? —respondí alzando una ceja.

—Te gustará en breve...—dicho esto se dirigió hacia el estante de libros que casi tocaba el techo, deslizó un libro y éste reveló una entrada para la llave, observé fascinada cómo Víctor introducía la pequeña llave dorada y el estante con libros se abrió como una puerta secreta.

—Después de ti. —habló, la esquina de su comisura elevada.

—¿Que es esto? —cuestioné completamente asombrada mientras avanzaba hacia la puerta, noté que del interior salía un brillo tintineando.

Víctor cerró nuevamente la puerta con llave atrás de nosotros.

Abrí los ojos de par en par una vez estuve dentro.

La habitación era una capilla, pero no como la que ya conocía, ésta estaba decorada con cuadros de pinturas en las paredes, que parecían muy caras, de dorados marcos, las pocas bancas eran de gruesa madera muy antigua, habían hermosas estatuas que se erigían hasta el techo, el lugar me hacía sentir que estaba en el salón de algún a un castillo medieval muy aristocrático.

Pero lo más sorprendente estaba al frente.
El bello altar decorado con docenas de velas color rojo, y en el centro había de artefacto redondo de color dorado, decorado con picos al rededor que asemejaban los rayos del sol y arriba tallado en la madera rezaba: "Que bien se está contigo, Señor"

A los costados muchas velas en vasos iluminaban el lugar, supuse que la agradable fragancia provenía de esas velas aromáticas.

Al frente había un hermoso azulejo de colores que dibuja la imagen de algún santo, los vidrios del azulejo reflejaban el baile de las llamas de las velas y a su vez el color del vidrio se reflejaba en el suelo llenándolo de colores,
Entregando una vista  hermosa. Me quedé totalmente sorprendida, aquel lugar era tan hermoso que casi podía sentir mi piel de gallina por tanta belleza, había algo en el ambiente un silencio casi sagrado, como si fuera el hogar de un santo que mereciera mucho respeto y me hacía sentir privilegiada de poder estar ahí.

Yo Confieso...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora