Capítulo 29

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Escuchar You are a soldier now de la Banda Sonora de Transformers.

Era difícil explicar el sentimiento que se extendió por todo el cuerpo de Rosalie. Era como si algo produjera un chasquido en su cabeza, como una sensación punzante de desasosiego que se clavaba en su nuca. Sólo una cosa sabía: su intuición la estaba avisando. Algo iba mal con Jane.

Rosalie, de forma instintiva, miró en dirección al palacio, que sobresalía por encima de los tejados de las casas.

Los gritos de los guardias buscándola anunciaban un nuevo enfrentamiento.

A Rosalie no le costó nada tranquilizar a Velox que quería entrar a batalla. Raudo como el viento, salió de aquellas estrechas calles para enfilar la calzada que conducía a la mansión. Los guardias no la dejarían entrar así como así, pero sólo tenía un pensamiento en la cabeza y eso era lo único que le importaba... Jane.

A no demasiada distancia pudo ver, dificultado por la repentina lluvia, cómo dos guardias del lugar cruzaban sus alabardas para darle el alto.

Los asgardianos velaban bien por la seguridad de sus reyes, y aquellos dos hombres debían de tener in entrenamiento excepcional. Sabía que ella no era rival ni para uno de ellos, pero tenía que pasar como fuera. La sensación de desasosiego se le acrecentaba más y más. Jane estaba en peligro. No tenía que haberla dejado allí sola. No tenía que haberla dejado marcarse a Estados Unidos.

Cogió aire y llenó sus pulmones. Cerró los ojos e intentó evadirse de lo que la rodeaba. Sus oídos se fueron taponando poco a poco, su espíritu buscó la paz. Tenía que relajarse lo más posible para luchar en plenas capacidades.

Había llegado a la altura de la entrada cuando abrió los ojos y apretó los dientes, viendo claramente sus objetivos. Las gotas de aguanieve suspendidas en el aire se arremolinaron violentamente y las dos guardianas se vieron empujadas hacia los lados.

Pero aquello no había sido obra de Rose, que no aminoró el paso del caballo. Fuera quien fuera, agradecía aquella intervención.

Rosalie echó mano de su espada para defenderse. Uno de ellos alzó la alabarda y buscó el pecho del caballo, pero con un rápido movimiento Rosalie se inclinó para parar el golpe y atrapar la alabarda, desequilibrando al guardián. Mientras éste retrocedía, notó que una aguda punta le entraba por el costado. Apretó los dientes y maldijo.

El caballo, que recibió un tirón de su jinete al notar la herida, emprendió furioso la subida por la escalinata mientras Rosalie se sujetaba con fuerza para no caerse por las violentas sacudidas del animal ni por el dolor que le producía la herida abierta en su flanco derecho, justo a la altura de la última costilla. Un poco más abajo y hubiera muerto.

Velox trotaba subiendo como podía la resbaladiza escalera que llevaba al interior del lugar. La lluvia hacía peligrosa aquella carrera. Bajó del caballo cuando llegó a la entrada de la prisión. Uno de los guardias ascendía con una agilidad prodigiosa la escalera pese a la armadura que portaba.

Pensó en echarle una carrera por el lugar pero no podía permitir que el otro diera el aviso. Si lo hacía, todos los guardias le darían caza y, si lo hacían, no tendrían ningún miramiento con una midgardiana. Así pues, asió su arma y reunió toda su sangre fría para enfrentrse a aquel complicado combate que se avecinaba.

- Maldita mujer, otra vez por aquí? Estarás muerta antes de siquiera poder entrar a por tu hermana.

Rosalie se preparó para recibir el puyazo y, dando un paso en diagonal, dejó pasar el frío acero de la alabarda por su derecha, a escasa distancia de su pecho y agarró el astil con la mano izquierda. Ella era igual de fuerte que el guardia y aprovechó el despite del hombre para bajar la alabarda. Más no podía mantener mucho la presa porque sabía que podía desequilibrarse. Alzó la espada por encima de su cabeza para buscar la cara del guardia.

El guardia, viendo la treta, soltó con presteza la alabarda, dio un paso atrás y se apartó de la peligrosa hoja de su enemigo, a la vez que desenvainaba una espada.

La velocidad de aquél rápido movimiento pilló por sorpresa a Rosalie que, sin quererlo, había permitido al guardián ganarle el perfil derecho. Éste empujó con la pierna el asta de la alabarda, desequilibrando a Rosalie, que hincó la rodilla en el suelo. Aprovechando la ventaja, el guardián se preparó para asestarle un tajo. Pero Rosalie  levantó la rodilla y, pese a lo inestable de su posición, trabó el arma del guardián con la suya, a la vez que le propinaba un empujón con la pierna.

Rosalie afirmó los pies. El guardián, contrariado por aquella midgardiana común que no parecía gran cosa, le soltó con la mirada iracunda.

- Prepárate, maldita escoria.

El guardián comenzó un movimiento circular alrededor de Rosalie. Ella empezó a caminar para presentarle el frente en todo momento. De pronto, el guardia tomó la iniciativa y con un ágil paso largo acortó la distancia entre los dos. Rosalie vio acercarse una estocada que iba hacia su cuello, pero interpuso su hoja y paró el golpe. Entonces, el.guardia, con asombrosa velocidad, metió su mano libre entre las dos de Rosalie, que agarraban la.espada, y girando su brazo hizo que la espada de la mujer se desviara hacia la izquierda. Estaba en peligro. Así que Rosalie, casi desesperada, soltó su mano derecha y la lanzó contra la cara del guardia, lo que lo desequilibrió. Estaban enzarzados en jna lucha que poco tenía de  limpia, todo valía ya. La terquedad de Rosalie enojó aún más al guardia que defendía la entrada a la prisión. Con un golpe de antebrazo apartó la mano de su cara y tomó distancia. Rosalie aguantaba el tipo. Era como si aquellas experiencias traumáticas en su vida le hubieran enseñado a conservar la frialdad ante la muerte. Pero, sin duda, el guardia era más diestro que ella. Éste lanzó un corte hacia su frente, y Rosalie se defendió colocando la espada horizontal por encima de su cabeza. El choque de las espadas produjo un sonido casi musical. Para cuando quiso darse cuenta, el guardia había agarrado la espada de Rosalie por la punta con su mano libre, y con un golpe de la cruz le había arrebatado el arma de sus manos, Rosalie se quedó con los brazos extendidos, viendo su espada en poder del guardián. El hombre la había desarmado. Y la afilada y peligrosa hoja de su enemigo se dirigía otra vez hacia su cuello.

Transcurrieron unos segundos que parecieron siglos. El aire se volvió  pesado y los ojos de Rosalie registraron todo a cámara lenta. Ahora lo tenía más claro que nunca. Jane estaba en peligro. Una sensación desagradable, muy extraña, provení de detrás de aquellas puertas. Además, podía sentirla a ella también. Y ella iba a morir allí?  No, aquél no era su lugar, no era su momento.

La espada del guardia se congeló en el aire. Los ojos de esa humana tenían un color rojizo y le observaban con desafiante determinación. Una sensación de miedo recorrió el cuerpo del guardián. Estaba asustado como nunca lo había estado. Por más que quería no podía mover el brazo que sostenía el arma. No se veía capaz de dañar a aquea común, que ahora le parecía un gigante.

Rosalie posó su mano sobre la cara del guardia. Su enemigo parecía que se empequeñecía ante ells. Su espíritu, su fuerza de voluntad, doblegaban todo lo que su mano alcanzaba. Sin casi emoción en su voz dijo :

- Ahí detrás hay una mujer que me necesita. Es mi hermana. Déjame pasar.-con un gesto, como si fuera una caricia, apartó al guardia. El hombre la dejó pasar. Aquella mujer comenzó a correr escaleras abajo tras recoger su espada.

- Qué te ha hecho, Adriem?

Aquello no era magia, no había runas. El guardia miró con indignación cómo le temblaban las manos. Por qué, de repente, la había temido? Sus ojos..., sus ojos eran rojos.

El precio de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora