Epílogo. Parte 1.

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Epílogo

Rosalie sintió cómo alguien entraba corriendo en su habitación, seguida de un jodido regimiento de pasos arrastrados y lentos. Un quejido de frustración resonó en el lujoso aposento, como si al impaciente corredor de pasillos le irritara la lentitud de los demás. Rose intentó olvidarse de ellos, dando media vuelta en su mullida cama, tapando su cabeza con las mantas de seda negra.

- Ah, no, no –escuchó a un hombre murmurar enfadado-. ¡No dejaré que sigas durmiendo, vaga!

- Que te den, Ives... -susurró Rose, aún somnolienta. Pero su maldito amigo tenía otros asuntos en mente y le arranco las mantas de un tirón, provocando escalofríos por todo el cuerpo de la muchacha, que inmediatamente empezó a soltar insultos y palabrotas por la boca.

- No sé yo si Loki está seguro de con quién quiere casarse... Cuando vea este ogro mugriento por las mañanas, saldrá corriendo.

- Para ogros tú, que tu antiguo ex ni siquiera pudo atravesar la puerta de tu casa de la mierda rosa que tenías por todas partes –contraatacó Rose con un golpe bajo. Ives odiaba a su antiguo novio por esa misma razón... por no aceptar su lado femenino.

- Tú y yo sabemos que Alex –su actual novio-, es mejor que todos los habidos y por haber.

- Seguro que no tiene nada que ver su completa ceguera –refunfuñó Rose, saltando de la cama y dirigiéndose a la bañera de agua caliente con perfumes de lavanda. Su amigo fue el que empezó a blasfemar en ese momento.

- No es que tenga mucho tiempo para dejarte asombrosa, Rosalie, la verdad es que podrías haber cuidado un poco mejor tu materia prima.

Rosalie ignoró a su amigo, humedeciendo su cabello en la tinaja y restregándolo con las yemas de los dedos, deleitándose con la sensación y calidez del agua.

- Casi pareces un hombre con esa espalda... ¡Y esos brazos! ¿Has tomado asteroides?

- No me importa lo que piensen los asgardianos de mi aspecto, Ives. Creo que el peor problema de todos será más bien que me quede dormida durante la ceremonia, porque no entenderé ni una palabra y mucho menos sabré cuando decir el "sí, quiero".

Ives ahogó un gemido de angustia.

- ¿Desde cuando no te importa tu aspecto? ¿Dónde está mi Rosalie? ¿La bella y elegante? ¡Ya no te reconozco, marimacho!

Rose entendía las dudas de su amigo... Hasta ella misma se sorprendía. ¿Desde cuándo no le daba tanta importancia al físico? Miles de razones acudieron a su mente, como el día en que Lorelei la entrenaba a sol y sombra, hora tras hora... todos aquellos momentos en que el sudor y la suciedad eran su única piel.

- Gracias, preciosa –le guiñó un ojo Rose, abandonando el baño con una toalla enredada en su cuerpo-. Pero ya no le encuentro tanto sentido a aparentar ser lo mejor. Ya sé que lo soy.

- Al menos te queda algo de belleza... Siempre podré disfrutar de tus rostro... hasta que te de por hacerte una cicatriz.

- Seguro que sabrías sacarle partido también.

Ives se dio cuenta de que realmente podía suceder y frunció el ceño.

- Bueno, mejor deja de jugar con fuego, no vaya a ser que me pierdas como amigo y diseñador.

- ¿Y quién aumentaría tus ventas para todas las falsas mujeres de nuestro sector de la sociedad? Recuerda que te compran con la intención de superarme.

El precio de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora