Capítulo 12

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-       ¿Rosi?

-       ¿Sí?

-       ¿Voy a morir? —Rosalie se incorporó sobre un hombro, observando lo mejor que podía a su hermana pequeña en medio de la oscuridad, con la iluminación eventual de los truenos en el exterior. Jane, con el pelo más rubio y un rostro  más infantil, acunaba su pequeño cuerpo lo mejor que podía.

-       Yo diría que tus probabilidades de sobrevivir a esto son de un cien por cien.

-       ¿Vas a morir tú?

-       Bueno... todo el mundo muere con el tiempo, mi tesoro. Pero no para siempre.

-       ¿Pero qué pasará si tú mueres? ¿Yo seguiré aquí? —Jane parecía tener un miedo atroz a quedarse sola el resto de su vida, a no seguir viendo a su hermana, a ver cómo Rosi desaparecía como habían hecho sus padres.

-       Bueno... Tú seguirás creciendo. Y no me necesitarás.

-       Creo que yo siempre te necesitaré —Jane se echó a los brazos de Rosalie, apretándola con sus suaves bracitos. Rose se ancló a su hermana pequeña como si éste fuera su amuleto, su talismán para protegerse de aquella tormenta.


El día de la boda se acercaba como la muerte acechaba al pobre anciano que huye. Rosalie buscaba cualquier escondite, cualquier excusa débil que le permitiera huir de la compañía de su hermana, de los últimos arreglos en su vestido, de lloriqueos y momentos melodramáticos. Para sorpresa de muchos, ninguno la encontraba en compañía de Loki, donde las prisiones. Rosalie había pensado muy bien sobre ello, ése sería el primer sitio donde buscarían. ¿Pero quién caminaría el largo puente hacia el Bifrost? ¿Quién molestaría a Heimdall en su vigilancia? Y cuando lo hacían, él sabía ocultarla.

Durante ese tiempo, consiguieron fortalecer aquellos fugaces lazos de amistad. Hablaban sobre Odín y sus hijos, sobre la vida de Rosalie —mientras no tocaran temas demasiado personales-, sobre Jane y su eterna gratitud... Sobre los distintos reinos y la magia de la convergencia. Aquello se asemejaba a un documental viviente. Un documental que daba poco espacio a la distracción, una fuente de conocimiento de la que uno sólo quería seguir acercándose, aprender tanto o más que su interlocutor, exigiéndose a saber tanto como Heimdall, por el mero placer de expandir sus conocimientos.

Aquél día, a cinco para la boda, Rosalie dispuso el picnic para el guardián. Ella se había escondido desde bien temprano en la mañana para evitar los nervios de su hermana y poder descansar de las horas en vela por las noches que pasaba en la celda con Loki.

Loki... Era otro ser misterioso e interesante. Aunque totalmente distinto de la bondad y paz que transmitía Heimdall. Loki...

-       Creo que ya sé sus razones... —Heimdall observó curioso a Rosalie. Odín tenía razón cuando dijo que aquella mujer terminaría por sorprenderles-. Pero la pregunta es si los asgardianos estarán dispuestos a perdonarle cuando sepan la verdad.

Heimdall lo meditó. Loki había hecho muchísimo daño a su comunidad, era odiado por casi todo los ciudadanos, incluso su propio hermano dejó de sentir aquél amor fraternal del pasado. ¿Y qué decir del Padre de Todo? Aunque la joven periodista revelara los oscuros secretos de Loki, muy pocos lo aceptarían. Nunca lo hicieron, menos ahora.

-       Por tu silencio, creo que Loki debería quedarse en su celda lo que le queda de vida.

-       El hijo de Laufey ha causado mucho mal allá donde ha ido...

El precio de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora