Capítulo 49

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Después de haber inspeccionado la zona en busca de enemigos, Rosalie se comunicó con Heimdall. Quería hacer desaparecer a su hermana de allí, aunque ésta pataleara y soltara los peores y dolorosos insultos que pensara... pero su prioridad siempre fue protegerla, a costa de todo, incluso de ella misma.

No tuvieron que esperar mucho, agazapadas entre los árboles, lejos del avión destrozado. Se preguntaba dónde estaría Loki, si seguiría bien... Durante todo aquel tiempo habían tenido muy pocas ocasiones de ser felices, de estar tranquilos. Siempre había algo, ocurría una cosa nueva... que desbarataba los planes, que obligaba a uno u otro a marcharse. Sinceramente, e intentando ser positiva, Rosalie esperaba poder iniciar una nueva vida con Loki. Ya fuera lejos de su mundo, o en Asgard... o en las profundidades de cualquier otro planeta, estando a su lado sería feliz.

Pero qué pasaría con Jane? Volvería con Thor? A Rose le costaba confiar en el nuevo rey de Asgard. Para ella, cualquiera que amara a Jane debía, como mínimo, ser capaz de ir hasta el más crudo infierno por ella. En las relaciones no había medias tintas... el amor debería ser así.

Las personas deberían amar y no "caer enamorados", porque todo lo que caía se rompía...

Así que si Thor quería de verdad a Jane, tendría que aparecer pronto para ganarse la confianza de Rosalie, tendría que salvar a Midgard de alguien como Amora para ganarse su gracias, y por encima de todo, disculparse día tras día con Jane y demostrarle a su hermana pequeña, y a ella, que Thor valía su peso en oro y así ganarse su respeto.

Iba a ser un trabajo muy duro para el muchacho... pero Jane lo valía. La verdadera incógnita era si su hermana querría volver con él después de todo lo que ha pasado.

Heimdall apareció detrás de ellas, preparado para presentar batalla. Rosalie se apresuró antes de que todo fuera a peor.

- Llévatela de aquí. No falles.

- No! -rogó Jane mientras se agarraba de las manos de Rosalie con desesperación -. No puedes mandar sobre mi, ni hacer que desaparezca cada vez que te moleste!

Rose dio su espalda a la escena, soportando su propia pena, su propio ardiente dolor. Escuchaba la trabajosa respiración de Jane al resistirse a la fuerza bruta de Heimdall.

- Adiós, Jane.

- Rosalie! Eres una mentirosa! Prometiste que nunca me dejarías! Si papá y mamá te vieran se sentirían muy decepcionados contigo!

Rose se giró en aquel istante, contemplando cómo Heimdall agarraba a Jane con fuerza. Los riachuelos cristalinos se difuminaban en aquél fino rostro, haciendo sentir más culpable a Rose por no querer a su hermana allí. Pero ella hizo una promesa en el pasado, protegerla a toda costa.

Estaba a punto de rendirse cuando una figura encapuchada apareció en su campo de visión.

Envuelto en un traje de color sangre, los movimientos del enemigo eran claros, sin la pereza del resto que habían visto hasta entonces. El desconocido movió una pistola en su mano.

- He oído caer un avión midgardiano por aquí -dijo una voz masculina-, sólo que no sabía que eraís vosotras, su objetivo final.

- Maldita sea -barbulló Rose-.

- Protege a Jane, Rosalie. No le miréis a los ojos -les dijo Heimdall en voz baja. Moviendo las manos con destreza bajo la capa, sacó una pistola láser.

- La prudencia dice que te pares y tires la pistola.

- Apártate -replicó el Guardián, con la misma calma. Avanzó más lentamente, protegiendo con su cuerpo a las muchachas. Con un movimiento suave, el hombre se quitó la capucha y apuntó a Rosalie a la cabeza. El corazón tenso de Rose dio un salto y empezó a latirle, impotente, con todas sus fuerzas. Los rasgos marcados del hombre empezaron a aflojarae en una sonrisa triunfante que no llegó a los labios.

-Tengo que avisarle que los reifles de protones disparan hacia todas partes de modo confuso...

Una mirada de profundo dolor endurecieron los rasgos de Heimdall, seguidos por un instante de indecisión. Los nudillos se le pusieron blancos por la fuerza con que agarraba la culata de su pistola. Entonces su cara perdió cualquier indicio de expresión, como el de un jugador de póquer experto.

Siguió apuntando al hombre.

El hombre seguía apuntando a Rosalie a la cabeza.

El aire parecía a punto de estallar. Jane tragó saliva para no vomitar. Confiaban en que Heimdall supiera lo que estaba haciendo. Sus ojos fríos y penetrantes brillaron como diamantes astillados.

- Recibiréis lo que merecéis.

Rose le apretó la mano a Jane. No le gustaba la idea de marcharse de aquel mundo habiéndose enfadado con su hermana, teniendo aquella cuenta pendiente.

Y la muerte... la muerte le daba un miedo atroz. No saber qué ocurría después, quién la esperaría al otro lado... Si iría al cielo o infierno.

En todo caso, ya tenía experiencia con el mal. Valió la pena convivir en un mundo de demonios por conocer aa un ángel, a Loki.

En ese sentido, debía sentirse satisfecha de abandonar aquella vida.

Un ruido fuerte hizo un eco detrás de ellos. Al mismo tiempo, unos chispazos azules verdosos rebotaron en el espacio por la descarga del rifle del hombre. El aire entró a la fuerza en los pulmones de Rosalie y se echó hacia atrás, medio cegada.

Unos brazos salieron no se sabe de dónde y la cogieron justo antes de que le cedieran las rodillas. Loki! Un olor como el del radiador de un coche recalentado le quemó la nariz.

El enemigo ya estaba levantando su rifle de nuevo, pero otra explosión de luz lo calló, tirándolo contra la corteza de un árbol. Mientras caía al suelo, el hombre los miró con la expresión de un niño sorprendido. Un poco de humo le salió por el cuello y los hombros, y Rose no pudo evitar sentir tristeza por un momento por todos los que Amora había reclutado bajo su poder.

Rose cambió de dirección su vista, negándose a ver al hombre muerto, descubriendo sin querer a Jane con una pistola en las manos, de la cual salía humo.

- Te dije que te fueras, mujer! Qué tengo que hacer para que me hagas caso por una vez en tu vida!?

Rose contemplaba con un nuevo e infinito amor el rostro preocupado y furioso de Loki. Aquél hombre estaba siendo su desesperación... su redención.

- Irte conmigo.

El precio de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora