Capítulo 47

298 19 25
                                    

Los humanos montaron varios bloqueos con agua para impedir el paso de los diablos de fuego y dificultar el avance de los gigantes de hielo. En un principio parecía surtir efecto, pero los gigantes se las arreglaban para traspasar las defensas y clavar sus puños de hielo en la carne caliente de los soldados. Sólo los diablos de fuego se mantenían alejados, temerosos de apagar sus llamas debido al agua, impidiendo a la bomba de bomberos seguir desviando su flujo hacia ellos.

Muchos soldados gritaban en busca del médico, los moribundos rezaban sus últimas oraciones, los capitanes seguían impartiendo órdenes, los enardecidos por la muerte de sus compañeros insultaban a los seres alienígenos.

Rosalie estaba desesperada por encontrar a Loki. Los heridos se sucedían ante sus ojos, algunos sin miembros otros ya muertos. Su propia ropa estaba manchada de sangre ajena y propia, sus nervios a punto de resquebrajarse. Quería huir, salir corriendo, abandonar la zona, olvidar el campo de batalla. Pero sus valores, su integridad y el respeto a sus compañeros, se lo impedía. ¿Cómo iba a irse si cientos de personas daban su vida en aquél instante por detener la matanza, por defender a una población indefensa? En cualquier parte de aquél planeta podía haber una segunda Rosalie cuidando de una inocente Jane; unos padres luchando por sus hijos... dos personas amándose a pesar de todo. Por ellos, por esa redención que encontraría en la muerte, estaba dispuesta a seguir luchando, a no abandonar. Sólo lamentaba haber confiado en un Dios asgardiano que no aparecía por ninguna parte, en un ejército celestial cuyo deber era proteger los nueve reinos. Aquello era una vergüenza.

Los agentes de S.H.I.E.L.D. luchaban con todo lo disponible.

La agente Romanoff derribaba a sus adversarios desde la distancia. Un cable de acero salía disparado de su cinturón, clavándose en los pechos de los gigantes de hielo, y después de tenerlo tenso, usaba una farola como polea y lo derribaba al suelo. Inmediatamente, varios soldados usaban hachas y espadas para cortarles la cabeza. También usaba una serie de artilugios pequeños que disparaban su característico veneno, causando grandes y profundos dolores en el enemigo, asfixiándolo y matándolo a los pocos segundos de ser infectado.

Ojo de Halcón derribaba a gran cantidad de enemigos desde su posición en las alturas. Su gran diversidad de flechas le hacían posible ser rápido y certero, controlando en gran medida las barreras defensivas que intentaban los soldados americanos mantener en pie. Entre las explosivas y normales ya era un gran soldado... pero con su fuerza, su capacidad de lucha, y todas las habilidades que poseía y lo hacían tan mortífero como la Viuda Negra, lo convertía en el soldado universal.

Iron Man seguía siendo la misma máquina de hierro, pesada y voladora, que con sus psi-escudos, su emanación de energía... Todo aquello que conseguía derribar y destruir mucho más seres que los demás soldados, seguidamente, sin cansancio.

El objeto de marketing americano, el Capitán América, seguía perfecto en sus mallas azules , marcando paquete músculo... y todos sus atributos. Si no fuera porque el corazón de Rosalie ya tenía dueño, se hubiera comido a aquel chico con papas y mojo, incluso con la licra. Aunque más que chico... un abuelito eterno.

Pero para Rosalie... el más alucinante de todo... el más espectacular... Era Hulk. La masa verde y gigante repartía puños y puños a cada lado. Su increíble regeneración de la piel impedía a los gigantes de hielo hacerle daño, o incluso a los diablos de fuego, que intentaban atacarle en masa. Pero el bicho verde se las arreglaba para usar el agua y el fuego y destruirlos mutuamente, creando un círculo a su alrededor donde se refugiaban muchos soldados para atacar desde aquella zona y estar protegidos al mismo tiempo.

Una nueva oleada de aterrorizados heridos la empujó contra la dirección contraria a la zona de seguridad, plantándola en frente de dos gigantes de hielo. Rosalie intentó escapar de allí, pero le era imposible avanzar sin recibir codazos o golpes en las costillas.

El precio de la vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora