XXXIII- Citas arruinadas. Pt1

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Mi semana transcurrió normal, clientes enojones, clientes amables, clientes que se pasaban de la amabilidad a la coquetería, y entre más, que no es necesario recordar. Los jueves eran mis días favoritos, ya que siempre hay corte de caja mensual y salgo temprano, pero lamentablemente ese día no sería así, pospusieron el corte de caja, porque mi jefa no estaba en la ciudad, y no había quien lo hiciera.

—Estoy harto que tengamos nosotros que quedarnos hasta tarde. —bufó el chico pelirrojo que acababa de posarse junto a mi.

—Y yo estoy harta de que te quejes por esto desde la mañana. —resoplé, voltee para ver el reloj y lo señalé— son las dos de la tarde y no te has callado desde que entramos.

—¿Por qué nosotros tenemos que hacer el trabajo del turno de la tarde? —gruñó— tenemos que seguir aquí cuando ellos ya entren a su horario.

—Ni que lo digas. —suspiré.

Esbozó una sonrisa maquiavelica para decir. —Cierto, que tu ex trabaja en la tarde.

—Cállate Henry, que de verdad no creo que quieras mi puño estampado en tu nariz.

—Bien. —alzó las manos en forma de rendición para mirarme con recelo— sólo digo que no creo que vaya a ser cómodo ver a tu ex, después de mucho que lo has evitado.

—¿Eres idiota o te haces? —lo miré achicando los ojos.

—¿Por qué la pregunta? —se cruzó de brazos.

—Sólo por simple curiosidad. —hice una sonrisa ladina.

—Imbécil. —giró en su propio eje para salir de la sala de empleados.

—Eres. —respondí inmaduramente.

—Aprende a insultar mejor, niñita. —gritó para que pudiera escucharlo desde el otro lado de la puerta.

Odio que me digan niñita, pero Henry lo hace por hacerme enojar. Ayer Miércoles, entró una pareja, pasaron por la isla para darme su orden, estuvieron parados como media hora, y no exagero, atendí a otras personas y ellos no se decidían por nada, yo creo que por su apariencia tenían como 16 años, total que no se quitaban y no dejaban a los demás clientes hacer sus pedidos, los quité amablemente y me ignoraban, llegó el límite donde ya me habían desesperado, así que salí para posarme a lado de ellos y les pedí de la manera más amigable posible que se quitaran y se fueran a sentar, les podía prestar una carta y de ahí escogían, pero hicieron caso omiso, y eso me dió más coraje, ¿con qué derecho se ponen a estorbar? Traté de contener mi enojo, pero fue más su maldito orgullo por llevarme la contraria, que no sé quitaron, entonces tuve que exigirles y casi llevarlos de la manita a la maldita mesa. Pero no, a los segundos regresaron a estorbar enfrente de la isla.

Volví a pedirles de manera educada que por favor no estorbaran, y la respuesta me dejó con la boca llena de groserías que quería lanzarle a la escuincla.

Si no te parece que estemos en la tienda y no quieras atendernos, no te rentes como vendedora, niñita. —contestó la chica en un tono molesto.

¿NIÑITA? O seaaa, tengo 22 años y ella me dijo niñita, a lo mejor no sabe ni lavar sus calzones y me dice niñita a mi, Henry escuchó, me quitó de la isla, los atendió y a él si le hicieron caso, o sea, el maldito problema era conmigo, porque la chica pensó que yo estaba coqueteando con el chango que tenía como novio. Cuando ni lo volteé a ver. Total que Henry en todo el día no paró de decirme niñita, y hasta hoy no se le pasaba su chiste tan pésimo e incómodo.

No es que fuera un insulto para morirse indignada, pero me molesta que la gente piense que tienes que hacer lo que ellos digan o den a interpretar. No me gusta recibir órdenes y sin embargo, me pagan por acatar las mismas, vaya doble moral que me cargo. También me molesta que siempre los dueños te digan "El cliente siempre tiene la razón", maldición, no siempre la tienen, pero tienes que ser cuidadoso con lo que dices o llegues a hacer, porque no te la acabas.

Two Ways © [✔︎completa✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora