Capítulo 7.

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Escuché el crujido de varias hojas quebrarse, despertándome súbitamente.
Rosé mis manos con mis ojos, tallándolos para poder abrirlos.
Un bostezo salió de mi boca antes de darme cuenta de que ya estaba anocheciendo.
¡Qué hambre! ¿Cuánto tiempo dormí?, pensé.
Probablemente eran ya las 6 de la tarde, y el crepúsculo amenzaba como una ola negra con una ráfaga mortal.
Entre estar mirando de un lado a otro, pude notar que entre las penumbras del lugar, habían manchas amarillas..., tanto que me llamaron la atención.
-¿Qué es...eso? -susurré, levantándome de aquella roca.
Podía ver que se movían y de vez en cuando se cubrían de una capa negra.
Me bajé de aquella roca y me acerqué un poco más a aquellas manchas para divisarlas mejor.
Pronto me dí cuenta de que a mi alrededor...habían lobos.
-No me jodas -susurré, intentando mantener la calma-. Mi vida no se puede poner más extraña, ¿verdad?
Y cuando ví a uno de esos lobos avanzar hacia mí, agarré una roca y lo amenacé:
-¡No te acerques! -grité. ¿Por qué le grito a un animal?, pensé. No es como si me entendiera.
Era un lobo grande, sí, pero no como el negro que había visto; su pelaje era blanco y tenía los ojos azules, brillantes y cautivadores; su gruñido era fuerte, feroz, al igual que el de los demás lobos que se acercaban.
Pronto me dí cuenta de que estaba rodeado de varios lobos.
Unos 10, quizá.
-¡Dije que te alejes! -alcé mi mano para arrojar una piedra al lobo frente a mí, fallando el tiro. Agarré otra roca-. La próxima no fallaré.
Pero todo era en vano: se acercaban a paso lento a mí cada vez más, sosteniendo mi intranquilidad con su presencia.
Entonces, cuando todos estuvieron lo suficientemente cerca de mí como para yo verlos mejor, aquel lobo blanco se adelantó antes que sus compañeros, y gruñéndome aún, escuché unas palabras tan suaves y casi notables:
Agáchate.
Era como un respiro, como si alguien me hubiera empujado hacia el vacío, despertándome súbitamente y alertándome.
Me agaché, pero no sabía el porqué. Yo no acataba las órdenes de los demás, entonces..., ¿por qué...?
Solté la piedra y miré fijamente al lobo blanco frente a mí. Se acercó a mi rostro y me empezó a olfatear, sintiendo la humedad de su hocico.
"Quédate quieto", decía aquella voz desconocida.
¿De dónde venía?
Aquel hocico blanco fue bajando hasta mi estómago para luego subirme la camisa.
-¡Ey! ¡Ahí no! -con la intención de querer detenerlo, una horrible mordida en mi brazo se presentó. Miré a mi espalda y era un lobo café claro. Se acercaron los demás lobos y me olfatearon para después derribarme.
El lobo blanco se puso encima de mí y lamió mi estómago; los demás me empezaron a lamer también, pero muchos de ellos gruñían y me rompían la ropa.
-¡Mierda! -moví mis brazos con la intención de defenderme. ¡Me estaban rompiendo la ropa y el maldito dolor de mi brazo era insoportable!-. ¡Agh!
Uno de ellos me jaló del cabello con su hocico; otro me lamía el estómago; unos me rompían el pantalón y otros lamían demás partes de mi cuerpo, recibiendo unos cuantos mordiscos que dolían pero no eran tan graves para matarme.
-¡NO! -grité, intentando resistir ante sus ataques y moviéndome con la intención de safarme de ellos-. ¡Basta! ¡Ah!
De pronto, un dolor inmenso en mi estómago, además de las heridas que me habían causado esos infelices lobos, se hizo notar, haciendo que hirguiera la espalda, formando una bola, no solo para cubrirme, sino para tocar mi estómago.
¡Mierda!, pensé. ¿¡Acaso es diarrea o qué!?
No podía pensar con claridad. Estaba temblando y sentía mucho dolor.
-¡Basta! -grité con todas mis fuerzas, pero ellos aún seguían tocándome. Habían rasgado mi ropa por completo, dejándome desnudo; me lamían, me mordían-. ¡Basta!
Mis ojos se pusieron pesados, haciendo que vea gran parte de la escena en negro.
Una luz azul brillante salió de mi estómago, espantando a los demás lobos, alejándolos de mí.
Entonces, entre el rabillo del ojo y entre toda la debilidad que sentía, pude divisar la figura de un...¿lobo? ¿Otro? Pero este es diferente, pensé.
Era brillante..., no podía verlo con claridad, pero se podía notar que era transparente y de un color azul acua.
Me miró fijamente y de él escuché un ligero susurro agradable:
Duérmete, todo estará bien.
Y antes de caer inconsciente y agarrar las telarañas de la oscuridad, ví, por última vez, cómo mataba a cada uno de esos lobos.
-¿Quién...eres? -susurré, pero ya era tarde.

The Legend Of The Spirit Wolf.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora