Capítulo 41.

86 7 1
                                    

Me desperté lentamente cuando una luz cegó mis ojos, quemando mi rostro.
-Esas malditas cortinas...-susurré, levantándome-. Parece que solo están de adorno.
Noté que no había nadie en la cama a excepción de...
-¿Byux? -pregunté, viéndolo en su forma de lobo.
-¿Uh? ¿Daniel? -abrió sus ojos y, al verme, me lamió el rostro.
-Quítate, es asqueroso -dije, empujándolo.
-¿Por qué? Tuviste sexo con Lixion, ¿por qué mis caricias son las únicas que te dan asco?
Sorprendido, lo miré estando frente al baño ya, desnudo.
-Si lo vuelves a mencionar...juro que cortaré esa cola movediza con un cuchillo.
Byux escondió su cola y dijo:
-Veo que las mañanas no son de tu agrado.
Me miré en el espejo del lavabo y me apoyé en este último.
Mi cuerpo estaba lleno de hematomas por las mordidas de Lixion, además de que apenas podía mantenerme en pie.
Ese hijo de..., pensé.
-Si no fuera por tu maldito celo, jamás lo habría hecho -continué, agarrando ropa para bañarme.
-Corrección: "nuestro", Daniel.
Fruncí el ceño y, parándole el dedo de en medio a Byux, azoté la puerta del baño y me dí una ducha.

                                                                                        ---------------------

Cuandó bajé las escaleras para dirigirme al comedor porque el mayordomo me dijo que el desayuno estaba listo, me dí cuenta de que ya había gente ahí desayunando y tomándose de su tiempo para mirarme, por unos segundos,  con detenimiento.
Me saludaron y volvieron a seguir con lo suyo.
¿Y eso?, pensé. Esta es la primera vez (sin contar a mi familia) que se dan cuenta de mi existencia.
-Buen día, Zixu -dijo una sirvienta, inclinándose en forma de reverencia.
-Sí, buen día -dije, tomando asiento al lado del lugar de donde Lixion solía sentarse.
En la mesa se encontraban: Tyrek, Melissa y su familia, Marshall y Cristina.
-Oye -susurró Tyrek-, ¿entonces sí eres una leyenda?
-Supongo que sí -dije, mirándolo sereno.
-Eso es genial, ¿no lo crees? -respondió, emocionado-. ¿Y el Zixu? ¿Podemos verlo? ¿Está ahí, siquiera?
-Siempre lo está -lamentablemente, pensé.
Y entonces, una mano blanca se asomó por detrás de mi hombro, espantándo a Tyrek y llamando la atención de los demás.
-¿Podrías dejar de hacer eso? -pregunté, viendo cómo Byux salía detrás de mí en su forma de niño.
Él infló las mejillas.
-¿Por qué? -alargó la última sílaba-. ¡Es muy divertido!
-Eso no me importa -dije, empezando a comer tras ver cómo la sirvienta de ahí debaja mi desayuno frente a mí.
-Qué amargado eres -dijo Byux, frunciendo el ceño.
Rodeé los ojos.
-¡Genial! -gritó Tyrek-. Tú...tú...tú eres el...
-El espíritu de lobo -interrumpió Andrew, levantándose de la mesa asombrado.
-Es hermoso -susurró Melissa.
Y entonces, con todas las miradas de los presentes acobijando la presencia de Byux, terminé de comer rápidamente para después preguntarle a una de las sirvientas sobre dónde estaba Lixion.
"En la biblioteca", me dijo. Así que dejé a Byux ahí solo hablando con los demás.

Abrí la puerta de la biblioteca y me dirigí hacia el escritorio donde supondría que Lixion estaría, como la otra vez.
-¿A qué se debe el placer? -preguntó. Y ahí sentado con "El perfume" de Patrick Süskind, en su mano, y la aún caliente bebida de café a su lado derecho, sus ojos se movieron ligeramente para clavarse en los míos.
Y no retrocedí. Nada.
-Ya hiciste lo que tenías que hacerme -caminé hacia él-. Es momento de que me dejes ir.
-¿Uh? Perdón, no sé a qué te refieres con "hiciste lo que tenías que hacerme" -sonrió de lado.
-Sexo -me sonrojé ante aquella palabra-. Ya...tuvimos sexo. Era lo que querías, ¿no? Ahora déjame ir.
Una fuerte carcajada se escuchó, proveniente de él.
-Cariño, ¿mis feromonas te están volviendo loco? ¿Quieres que te la vuelva a meter para que entres en razón?
-Idiota -susurré-. Ya sabes a lo que me refiero.
Lixion quitó su sonrisa e inclinó el libro que tenía en la mano hacia la derecha, dejándome ver su rostro por completo.
Con una mirada seria, dijo:
-¿Eres estúpido? Sabes que no puedo hacer eso.
-¿Querer vivir con tu familia es estúpido? ¿¡Querer verla aunque sea una última maldita vez es algo estúpido!? -grité, levantándome abruptamente.
Un silencio incómodo, para mí, gorbernó por unos pequeños instantes.
-No puedes irte hasta que el bebé dentro tuyo nazca -dijo, agarrando su taza con café para darle un sorbo.
-Ni siquiera estoy embarazado.
-Ni siquiera han pasado 9 meses.
Fruncí el ceño.
Sabía que si seguía insistiendo solo causaría que se enfadara más, así que me detuve.
Pero me detuve solo en algo.
-Está bien -me volví a sentar-. Está bien.
Suspiré.
-Si ya lo comprendiste, entonces vete. A menos de que tengas algo más qué comentar.
Miré el techo, y con mis manos encima de mi estómago, tocándose entre sí, dije:
-De hecho, sí -lo miré-. Déjame ver a mi familia aunque sea una última vez.
Detuvo su mano izquierda, quien se había dejado la hoja del libro alzada, a la mitad, a punto de pasar de página para continuar leyendo.
-Solo una vez -supliqué-. Por favor.
Después me quedaré contigo. Criaremos a este...-tragué saliva-. A este bebé.
Pero, por favor, déjame verlos otra vez.
Después de unos minutos en silencio, agarró su taza y le dio un último sorbo para terminarse, por fin, su bebida; cerró el libro, asustándome por tal ruido tan grotesco que hizo; y se levantó para dejar el libro en una de las estanterías detrás de él. Se quedó ahí un rato.
-Está bien -dijo de espaldas a mí.
-¿Eh? -pregunté, viéndole su enorme espalda.
Se volteó y me miró fijamente.
-Dije que está bien.
-¿¡Puedo ir, entonces!? -dije, sorprendido y feliz, levantándome de un brinco.
Él no dijo nada.
-¡Gracias! -sonreí, y, antes de marcharme, lo miré-. ¿Tú...no vienes?
-¿Por qué? ¿Tienes miedo de ir solo? -rio-. Está bien, puedo hacerte compañía, cariño.
Le levanté el dedo de en medio y con un "púdrete" salí de ahí.
Lixion quitó su sonrisa una vez dejó de verme, y se dedicó a mirar a través de la ventana, la cual estaba detrás de él.

                                                    ------------------

Uno de los guardias de Lixion me llevó, y aunque tenía un problema con eso y me sentía incómodo, no le reproché nada: el que me haya dejado venir a ver a mi familia ya era suficiente como para pedirle que me quitara a su guardia de encima.
Nervioso, preocupado y triste, toqué la puerta 3 veces, pero nadie respondió. Entonces me asomé por el portón, dándome cuenta de que el auto estaba.
¿Y por qué no abren?, pensé. "¡Soy yo, Daniel Crawford, su hijo! ¡He regresado, papá, mamá, abuela! ¡He regresado!", eso quería decir.

Bajé los escalones que daban hacia la entrada; me dirigí hacia el parque porque había un enorme Sauce llorón, al cual le gustaba a mi madre, porque el ambiente era cálido; porque el sonido de su cuerpo es agradable; porque ahí conoció a mi padre; y porque ahí estuvimos por primera vez toda mi familia en mi cumpleaños número 5.
Cuando llegué (que, por cierto, pude lograr que el guardia se quedara en la entrada del parque para que no arruinara el momento) noté a una mujer debatida, triste, preocupada, tan, pero tan inhumana, debajo de aquel sauce llorón, sentada, con unos trapos tristes, tan simples, sin sentido alguno.
No tenía vida.
Porque la vida no es solo vivir, sino disfrutar. De gozar de las cosas que hay en este mundo.
Me acerqué lentamente a esa mujer; los crujidos de las hojas, el sonido del árbol moviéndose por el fuerte viento que sonaba al mar...
Me sentía sofocado, con una opresión fuerte en mi pecho.
Me detuve detrás de ella, con una distancia, entre nosotros, ni muy corta ni muy larga.
Su espalda era pequeña. Todo su cuerpo lo era, de hecho.
Y cuando un sombrero blanco salió volando...
Solo entonces decidí hablar.
-Mamá -susurré, pero...pero fue tan entendible aquel susurro que ella volteó su cabeza hacia un lado.
Me miró por el rabillo del ojo.
Extendí mi mano cerca de ella para darle su sombrero.
Una mano delgada llegó a tocarlo de un solo extremo..., pero...
-Gracias -dijo, con pocas ganas de hablar. Qué insalubre persona.
Ella actuaba de una forma de aberración.

Los pensamientos que la acobijaban eran infranqueables, dejándola en estado baldado.

Pero cuando tocó el sombrero, giró totalmente su cabeza para verme a los ojos.
Y entonces nuestras miradas se quedaron pegadas por unos minutos, con nuestras manos tomando el sombrero.
Nos miramos nada más. No hablamos y ni siquiera intercambiamos expresiones como una forma de comunicación.
Simplemente nos miramos. Nos miramos de una forma en la que sabía yo que ella rompería en llanto..., pero por dentro.

Se levantó y dejamos que el viento se "comiera" el sombrero.
Y nos abrazamos fuertemente sin decir palabra alguna.

The Legend Of The Spirit Wolf.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora