Capítulo 3.

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Ah, odiaba la escuela. No entendía para qué mierda me servía.
La odiaba: sufría de bullying, pero claro que no me quedaba callado.
Aún así, eso empeoraba las cosas.
Había recibido una nota encima de mi escritorio preguntándome que si sabía donde estaba mi mochila (y me había dado cuenta de que no estaba cuando regresé del baño).
Arrugué la hoja con fuerza y la tiré al piso. Me laventé furiso de mi asiento y le grité a Alex, el líder del grupo que me molestaba, que en dónde había dejado mi mochila.
-¿¡En dónde está!? -grité, llegando a su asiento mientras lo tomaba del cuello de la blusa.
Él me sonrió junto con sus amigos.
-¿Uh? ¿A qué te refieres?
-Sabes a lo que me refiero perfectamente.
-Creo que de tanto porno que viste por andar babeando por Cristina y no poderle siquiera hablar, te está volviendo loco -él y sus amigos se rieron fuertemente de mí, enojándome más.
-¡Maldito hijo de puta! -le di un puñetazo, sacándole sangre, pero eso le creó una mirada serena.
Él me miró furioso y le dio una señal a los demás.
-El hijo de puta eres tú, Daniel -rio.
Pude notar que me agarraron de los brazos, agachándome a su vez; Alex se acercó a mí, desabrochó su pantalón y se empezó a masturbar frente a mí. Después me obligó a abrir la boca y su semen llegó ahí.
Jaló mi cabello hacia atrás y dijo:
-Trágatelo.
Gruñí.
No quería hacerlo. Era tan asqueroso.
-Dije "trágatelo" -jaló más mi cabello, haciendo que parte de su semen pasara por mi garganta.
Ugh, pensé. Quiero vomitar.
Asqueroso.
Llegó a mi oído y susurró:
-...y te diré dónde está.
Lo miré furioso, asqueado, más que nada.
Y lo hice: me tragué su semen.
-Oh, buen chico -dijo, riéndose con los demás fuertemente.
Ojalá te pudras en el infierno, pensé.
-¿Y? -dije.
-¿Y qué? -respondió, acomodándose los pantalones mientras los demás me soltaban.
-No me andes con tus mierdas -intentaba aguantar el horripilante sabor de su semen, queriendo vomitar...encima de ellos.
Solo esperen y verán, idiotas, pensé.
Me miró fijamente.
Después habló.
-Te daré una pista, ya que fuiste un buen chico -sonrió. Hijo de puta, pensé-. Harmston.
-¿Uh?
-"¿Uh?" -repitió lo que dije en tono agudo-. Es una pista. Que no sepas qué sea no es mi problema.
-Harmston está en el bosque: el bosque es inmenso al igual que Harmston, ¿cómo esperas que lo encuentre? -¿y por qué mierda mi mochila está en el bosque?, pensé-. ¿Y qué te hace pensar que creería eso?
-Mira, Daniel...-se acercó a mí y me fulminó con la mirada-, que me creas o no, no es mi puto problema. Ya te dí una pista..., es tu problema si deseas tomarla o no. Además -se giró, listo para irse-, es la única pista que tienes, ¿no? No la desaproveches.
Antes de que se fuera, grité su nombre, deteniéndolo así como sus amigos.
-Tengo un regalo para tí por ser tan amable de decirme la pista -me acerqué a él, sonriendo.
-Oh, ¿en serio? ¿Qué te convirtió en una pe...? -y entonces vomité en su ropa y zapatos, haciendo que huela más horrible que antes-. ¿¡Pero qué mierda haces, perra!?
Terminé de vomitar y me limpié con su mochila mientras salía corriendo.
-¡Ey! ¡Vuelve aquí, hijo de puta!
-¡Agréceme! -grité, mirándolo una última vez-: ¡ya no volverás a oler mal!

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Llegué al baño rápidamente para lavarme la cara.
-Ugh. Mm... -volví a vomitar-. Maldita sea.
Y entonces salí de ahí y agarré mi bicicleta y me fuí a mi casa para tomarme un baño y así cambiarme de ropa.
El sabor de su semen no se me quita, pensé. Quiero vomitar otra vez.

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Cuando salí de la casa, mi madre me había dicho que ella podía llevarme, pero le dije que no, que yo podía ir solo, así que solo me dejó.
Me llevé un rompe vientos, pues hacía mucho frío y ya eran las 6 de la tarde.
Harmston era un lugar para acampar: había cabañas, lugares para comer y poner tu casa de acampar.
¿¡Y cómo mierda esperan que encuentre ahí mi mochila!?
Sabían que tenía algo que me importaba mucho.
Esa es mi debilidad.

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Bajé de mi bicicleta y me adentré a ese lugar con la esperanza de encontrar mi mochila antes de que fuera más de noche.
En la entrada podías ver un camino de tierra con unas cuantas piedras por ahí; había una caseta, vacía, pero eso no impedía el que pudiera entrar; divisé, a lo lejos, unas cuantas cabañas; me topé con un letrero grande que contenía las reglas del lugar y el mapa.
"Prohibida la casería..."
"Prohibido tirar basura..."
Sí sí, pensé, no estoy aquí por esas estúpidas reglas.
Miré el mapa.
Ahí mismo había un área para acampar y otra donde están las cabañas; se podía ver la entrada (donde estaba yo) y advertí que de ahí el camino se convertía en una bifurcación: después la cafetería; para pescar, para nadar..., y más.
¡Era inmenso! ¿Cómo mierda lo haría?

Empecé a caminar mientras intentaba tranquilizarme, pero realmente no funcionaba: estaba en la naturaleza, además de que esos imbéciles perdieron mi mochila.
-¡Los odio a todos! -grité, espantando a un par de pájaros que estaban por ahí.
Pensé en el lugar en donde podría estar.
¿Río? ¿Área para acampar? ¿Cabañas? No, es imposible, pensé. ¿Se atreverían a rentar una cabaña solo para eso? No, no puede ser.
Pero me llamó la atención el río: era al que había ido anteriormente en el cumpleaños de mi abuela.
O su último.
Me dirigí al río con el miedo de encontrarme de nuevo con aquel lobo.
No creo que esté. O eso espero, pensé.

The Legend Of The Spirit Wolf.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora