14. Reencuentros

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El cielo es el límite - Capítulo 14 - Reencuentros

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El cielo es el límite - Capítulo 14 - Reencuentros

El lazo de su mirada se vio interrumpido por bomberos que salían de Harrods con más heridos. Sam los esquivó, caminando derechito hacia ella, sin perderla de vista. Muna se agachó y continuó atendiendo al hombre. Por dentro sentía la segunda explosión en menos de una hora...la interna era infinitamente más drástica y demoledora... iba a estallar de nervios. Pratt mantenía en formol, estaba más lindo que nunca. Bastó una inspección rápida de su aspecto para memorizarlo, le atravesó el entendimiento. Vestía una camisa de jeans, mantenía su pelo oscuro, y sus ojos de un verde intenso. Los labios eran gruesos, su rostro anguloso; mantenía sus rasgos de galán, tan irresistibles, pero con un semblante más maduro. Mientras limpiaba la sangre al herido, vio unos borcegos acordonados muy cerca. Intuyó que la miraba penetrantemente mientras socorría a la víctima. Su presencia la aturdió. ¿Qué quería? ¿Hacer sociales en medio de una catástrofe?

El hombre herido chilló de dolor, y la sacó de su ensimismamiento. Tenía unos cuarenta años.

-Mi brazo...-farfulló. Muna sacó una tijera de su maletín y recortó su remera con cuidado.

-Quédate quieto...- Tenía un vidrio incrustado en el antebrazo; no era una herida grande pero sangraba demasiado. Sam se agachó y lo tuvo enfrente, más cerca. Ella lo miró, vacilante.- ¿Puedes sujetar su brazo? - Aturdido, hizo lo propio.

-Tengo que quitarlo sin romperlo.- musitó más para sí misma - ¿Cómo te llamas?

-¡Me duele! - sollozó, apretando los dientes.

-Lo sé...debo quitártelo cuanto antes así llegas al hospital y pueden curarte...no está tocando ninguna arteria, ni es demasiado profundo. - le explicó Muna, buscando elementos en su maletín - Dime como te llamas.

-Alex...Alexander - Muna evadió los ojos de Sam a toda costa. A él se le cruzó la idea de que había vuelto con su ex. ¡Hasta recordaba aquella historia que le contó en su casa de la infancia cinco años atrás!

-Alex, escucha...- limpió un poco la herida con una gasa y él gimió.- Debes quedarte quieto... sujétalo más fuerte.- le pidió a Sam.

-No, que me suelte, ¡no lo vas a sacar sin anestesia!

Sam rodó los ojos. ¿Tan marica iba a ser?

-Le pondré anestesia - concedió Muna - Solo aguanta un poco más - Sam aún no podía creer que estaba con ella, cinco años después, atendiendo un hombre herido. La situación era un disparate. Fijó su atención en las pestañas arqueadas. Estaba maquillada y con los labios rosados. Seguía siendo la réplica de una exótica muñeca de porcelana; curvatura de su pequeña nariz, su cabello de un encendido color calabaza, tan particular. Jamás había visto un color de pelo similar. La camisa blanca tenía dos botones desabrochados y pudo apreciar sus redondos senos durante una fracción de segundo, pero optó por quitar la vista de allí.

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