18. Cuatro dígitos

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El cielo es el límite

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El cielo es el límite

Capítulo 18 - Cuatro dígitos

Sam y Muna salieron corriendo por el pasillo del hotel mientras las alarmas los dejaban sordos y la gente gritaba. El resto de las parejas, comenzó a salir de las habitaciones. Algunos se taparon la cara con una funda de almohada, para que nadie los reconozca. Sam oyó comentarios como "mi marido me va a matar", "debemos ocultarnos Rebecca, es un bochorno".

Sam y Muna esquivaron a los presentes, que no dejaban de empujarse, no entraban más personas en el pasillo.

Por suerte solo debían bajar un piso...Sam guió a Muna hasta las escaleras; a ella se le trabó el tacón y Sam llegó a atajarla con lo justo. La tomó de la cintura y bajó los últimos escalones... La recepción estaba igual de concurrida, pero repleta de humo negro. Todos empezaron a toser, asustados. Sam se percató de que el humo provenía de las cocheras. La entrada del Hotel estaba cerrada y sujeto al picaporte había un explosivo pegado con cinta gris.

-¡No lo toquen!- advirtió Sam, alterado.

-¡Está obstruyendo la puerta! ¿Cómo vamos a salir de aquí?

-¡Puede explotar! Es otro ataque. -respondió Sam alejándolos de la puerta. Muna tosía, como el resto de las personas.

-Me ahogo...vamos a morir sin oxígeno.- le dijo, con los ojos acuosos.

-No vas a morir esta noche, no lo digas.

-Debemos...sacarlos a todos...no podemos dejarlos aquí.

-Primero estarás a salvo tú - ella se derritió, la estaba priorizando como si le importara su vida. ¿Por qué tenía que ser tan tierno? - El humo proviene de las cocheras, las ventanas están selladas..

-¿Qué hacemos? - volvió a toser, sus ojos casi se van para atrás.

-A las cocheras, ya. -Ella caminó pisando huevos. -Quítate los zapatos, ¡debemos apurarnos! - Muna le hizo caso y lo miró.

-¿Dijiste cocheras? ¡Pero si de allí provienen las llamas!

Sin contestar, Sam le tomó la mano y la obligó a apurarse. Sintió algo de remordimiento por dejar abandonadas a esas personas, pero no iba a poder pensar en frío hasta que Muna no estuviese a salvo. Sonaba horrible, pero ella le importaba más que el resto. Cuando ingresaron a las cocheras, tras recorrer un estrecho pasillo, vieron un coche carbonizado repleto de humo. Muna atinó a correr al suyo, situado en frente.

-¡No, ni se te ocurra! - la frenó Sam.

-¡Tenemos que irnos, o vamos a morir!

En ese instante explotaron tres bombas al mismo tiempo. Los agarró totalmente desprevenidos. Muna fue despedida tres metros hacia atrás y dio contra una pared. No volvió a moverse, quedó tendida en el piso boca abajo con un brazo debajo su tronco y el otro encima de su cabeza. El vestido estaba lleno de mugre. Sam voló solo un metro hacia atrás pero dio una vuelta en el aire y cayó parado, aunque su espalda dio contra la pared y sé hizo un daño terrible en el omóplato. Sin darle tiempo a pensar, un escombro cayó del techo, muy fuerte y aplastó el Alfa Romeo de Muna.

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