27. Enfrentar los miedos

361 8 1
                                    

El cielo es el límite

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El cielo es el límite

Capítulo 27: Enfrentar los miedos

24 horas antes

Sam ingresó a la sala de interrogatorios y miró directo a Matthew Dankworth a la cara. El recluso era corpulento, tenía la espalda ancha y medía fácilmente dos metros. Su barba tapaba parte del rostro, tenía nariz prominente y el pelo castaño oscuro, bastante largo y despeinado. No tenía un solo rasgo de Justina, eso le generó alivio. Solo imaginar a Lizbeth gritar mientras esa rata inmunda ponía sus dedos encima contra su voluntad, lo aturdió. ¿Como un hombre era capaz de hacerle eso a una mujer, alguien físicamente más vulnerable que él? ¿Como podía calentarse con el sufrimiento de un ser humano? ¿Le excitaban los gritos? Había leído sobre violadores y su psiquis, y esos perfiles le resultaron morbosos. Dankworth se movió en su silla, estaba esposado a una mesa que tenía ganchos atornillados, y los pies también permanecían atados al suelo con cadenas.

-El flamante agente Sam Pratt -dijo socarronamente, moviéndose en su asiento. Las cadenas tintineaban.- Me siento privilegiado.

-¿Cómo conociste a Cormac McLaggen?

-Quieres ir al grano, Pratt, ¿no vas a charlar conmigo?

-Habla...¿dónde lo conociste? - le espetó - ¿Te reclutó para atacar Harrods?

-No te contaré nada.

-Créeme que en caso de negarte no seremos tan pedagógicos.

-¿Me vas a torturar? - Sam hizo una mueca maléfica.

-Ganas no me faltan. Disfruto cada minuto de sufrimiento de un violador -Matthew dejó de sonreír- Es un placer darles una cucharada de su propio remedio...

-No serías capaz. - Sam torció la boca, sobrador -Así que ese viejo de mierda de Stone te contó mi historia con Lizbeth.

-Tú no tuviste una historia con Lizbeth, la violaste hijo de puta.

-Gracias a ese encuentro nació Justina...es tu amiga, ¿no? - Sam le sostuvo una mirada corrosiva- Ah no, es amiga de tu novia, la coloradita. -fingió reflexionar- ¿Muna se llamaba? Sí, Muna.

-Cierra la boca, infeliz. ¡Y dime cómo mierda conociste a McLaggen!

-Sé que Cormac está en el Hospital...¿despertó?

-Lamentablemente aún no...pero estamos haciendo todo lo posible para que lo haga y pague por lo que hizo.

-Yo no tengo nada que ver con Harrold.

-Deja de mentir, encontramos tus pertenencias en la ratonera dónde vivían.- afirmó despectivamente.

-Eso no prueba nada.- Sam sonrió.- Solo éramos amigos, conocidos...me hizo lugar en su casa, pero yo no tenía idea de sus planes.

El cielo es el límiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora