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Una de sus manos sostenía mi nuca y la otra mis muñecas, impidiéndome poder alejarlo. Sus labios se encontraban sobre los míos en un beso hambriento y aunque intentaba pensar que solo era un simple beso que le daba a su futura esposa, en el fondo sabía que no era así. Su lengua exploraba mi boca sin ningún permiso y cuando encontró lo que buscaba tiró de ella.

Mi lengua estaba entra sus dientes, tal y como él lo había dicho.

Comencé a moverme como una histérica mientras sentía el dolor que él me estaba causando al morder mi lengua. Umeth, quien ejercía más en su tortura, no se alejó hasta que sintió el sabor de mi sangre en su paladar.

— ¡Eres una bestia! — Grité cuando alejó su boca de la mía y me liberó.

— Cuidado, la próxima vez se la arrancaré. — Después de decir aquella amenaza se puso de pie y caminó hasta el saco para revisarlo.

— No puede revisar mis ropajes. — Me quejé al ver que lanzaba los vestidos.

— Es mi mujer, puedo revisar lo que me plazca. — Una mueca se formó en su rostro cuando tomó el vestido que había dicho que quería utilizar en la boda. — Tiene mal gusto.

— No soy su mujer y si a usted solo le gusta vestir de negro es su problema. — Veía sus intenciones, iba a dejarlo horrible.

Me levanté lo más rápido que pude y llegué hasta él, sujetando el vestido antes de que cayera al suelo.

— Aún no pero pronto. — Murmuró. — Suéltelo.

— No, me gusta y me lo quedaré. — Su gran mano volvió a tomar la tela para intentar arrebatármelo.

— Suéltelo, no lo volveré a repetir. — Advirtió, tirando aún más fuerte del vestido.

El sonido de la tela desgarrándose me alarmó por completo. El vestido se había roto y con ello se habían ido mis esperanzas de por lo menos haberme visto bonita el día en el que perdería mi libertad, mi vida.

— Le dije que lo soltara. — Me echó la culpa el muy idiota.

— Eres un... — Susurré.

Mis ganas de responder se habían esfumado porque me había visto obligada a abrir los ojos. Umeth Garoff no iba a dejarme hablar, salir o reír, iba a ser prisionera de un hombre cruel. Estaba en un lugar desconocido, en una época que no era la mía y con alguien que ni siquiera me veía como a un igual.

Deseaba estar en mi casa, viendo la televisión con mis abuelos o hablando por teléfono con mis amigos.

— ¿Está llorando? — Su pregunta me había devuelto a la horrible realidad.

— No. — Solté la parte del vestido que había estado sosteniendo y volvía a la cama, cubriéndome con la manta por completo para no verlo.

Said Hichet y Zilsur iban a pagármelo muy caro, de una forma u otra.

Said Pov

Nada había salido como creíamos y eso me hacía sentir como un hombre incapaz. Había entregado a la mujer pero no había podido rescatarla, Garoff se había encargado proteger sus tierras y a la que sería su mujer.

— Esa mujer, Leigh, nos salvó. — Murmuró Zilsur, quien caminaba a mi lado.

— Soy consciente de ello. — Lo era, había observado la forma en la que actuaba para que Zilsur y yo saliéramos ilesos.

Leigh Iba a rescatarla aunque tuviera que acabar con esa villa maldita.

— Ocultémonos cerca de Vurshka, algo podría ocurrirle si llegáramos a alejarnos. — Mi consejero asintió y continuó con el camino sin detenerse.

— ¿Permitirá que Garoff la haga su mujer? — Eso era uno de los pensamientos que tenía todo el tiempo.

— ¿Cree que estoy aquí para entregarle joyas por la ceremonia? Regresaremos al pueblo con Leigh. — Decir su nombre me resultaba extraño e incluso incómodo.

— La llama por su nombre, su madre habría estado muy orgullosa. — Aseguró. — Sin embargo, me gustaría saber de dónde la conoce.

— No lo hago, usted mismo fue testigo de su aparición. — Asintió repetidas veces.

— Así es pero usted actuó como si conociera lo que sucedía. — Ambos detuvimos nuestros pasos bajo las hojas de un árbol.

— Mi padre conoció a dos mujeres como ella, viajeras. Él me narró lo sucedido y es por eso que conozco lo que sucede o al menos gran parte. La mujer viajó en el tiempo a través de aquel objeto al que llama libro pero no comprendo el motivo. — Jamás había imaginado que hablaría de aquello, mucho menos con mi consejero y fiel compañero.

— Sus palabras se escuchan como una vil mentira pero le creo, la he visto aparecer y sus extraños ropajes Le creo. — Zilsur no solía mostrarse con dudas pero en esos momentos lo hacía. — Debemos rescatarla y conocer el motivo de su viaje.

— Por eso nos encontramos aquí, en los límites de Vurshka y Britmongh. — Estábamos en medio del bosque para protegernos de un posible ataque.

— ¿Si su motivo era sobrevivir? ¿Qué ocurrirá si es asesinada? — Algo extraño recorrió mi espalda cuando terminó de expresar sus preocupaciones.

— Mi padre solía decir que una viajera no debería morir en tiempos pasados o grandes desgracias se desatarían. — Había hecho todo mal y no lo había entendido hasta ese momento. — He puesto en peligro...

— A nuestra amada Europa. — Terminó mis palabras. — Si no la protege será un asesino de pueblerinos, duques, condes y reyes, sin siquiera haberlos tocado.

— Solo basta con que la mujer sea asesinada para que las tierras que nos vieron nacer desaparezcan. — Susurré para mí mismo, sumido en el miedo.

Debía haber escuchado las disparatadas palabras de mi padre, el hombre que había salido con vida de sanguinarias batallas y de los viajes de dos mujeres.

Esperaba que Leigh se comportara como una dama mientras lográbamos alejarla de Villa Vurshka y de las crueles manos de Umeth Garoff. Elevaba mis oraciones para que la viajera solo fuera una mujer más en la vida de él porque de no ser así, mi pueblo y la villa tendrían un enfrentamiento en el que seríamos reducidos a polvo.

Todo por no haber escuchado y creído en las palabras del enloquecido de mi padre.

Mariposa Viajera© EE #4 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora