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Nos habíamos escapado de la fiesta y nos encontrábamos comiendo palomitas de maíz mientras observábamos cualquier tontería en su televisor. Eran más las veces en las que Said iba a mi apartamento que yo al suyo pero cuando eso ocurría, él sacaba el arsenal de comida chatarra que intentaba no consumir durante la semana.
 
— Said…— Murmuré y como si supiera lo que iba a decirle, me observó con una mala cara.

— Prácticamente es tu casa, ve tú. — Dijo y se cruzó de brazos.

— ¡Eres un grosero! — Me lancé sobre él para comenzar a hacer mi pequeño “berrinche”. — Ve, es tu nevera.

— No. — Movió su cabeza de un lado a otro sin cambiar aquella expresión seria. — Recuerda que no tienes pantalón.
 
Era cierto, de hecho ni siquiera tenía mi vestido. Me había puesto una de sus camisas y como él era más alto que yo, a mí me quedaba por la mitad del muslo.
 
— Está bien. — Hice el ademán de bajarme de su abdomen pero sus manos me lo impidieron.
 
Said sostenía mis muslos con firmeza y cada tanto pasaba sus manos por ellos. Lentamente aquellas caricias fueron subiendo hasta que sus manos se encontraron debajo de su camisa y sujetando mi cintura.
 
— ¿Te he seducido sin hacer nada? — Bromeé.

— Siempre me seduces sin hacer nada. — Murmuró, moviendo mis caderas.
 
Me había sentado en un mal lugar y no me había percatado hasta ese instante.
 
— Said…— Murmuré por lo bajo.
 
Era evidente que él no estaba ni cerca de escucharme. La camisa fue elevándose cada vez más hasta desaparecer y dejarme un poco expuesta ante su oscura mirada.

— Puedo detenerme. — Susurró una vez que se sentó y tuvo mi rostro a centímetros del suyo. — Me gusta esto... — Said comenzó a repartir besos húmedos por mi clavícula y terminó en donde mi sujetador cubría mis senos. — Y esto. — Hizo una pequeña succión en el nacimiento de mi seno izquierdo y volvió a observarme. —Pero puedo detenerme si quieres.

— Claro, puedes detenerte cuando…— De mi boca no salió ni una palabra más pero se quedó abierta debido a lo que Said había hecho.

— Continúa hablando, cariño. — Susurró, depositando un beso en mi mejilla.
 
No podía hablar, su mano estaba perdida entre mis piernas y me quitaba el aliento.
 
— Espera. — Su mano y labios se alejaron de mi piel, dejándome confundida y al borde de la locura. — Sabes que estamos destinados a estar juntos…

— Al punto. — Susurré con voz quebrada.

— No sé tú pero yo no deseo tener hijos. — Murmuró con cierto temor. — Si llegamos a tener y tú eres su madre los amaría pero no… No es algo que…

— Entiendo. No deseas ser papá y yo tampoco quiero tener hijos, fin del comunicado. Continúa con lo que estabas haciendo. — Atrapé sus labios con mis dientes antes de besarlo.
 
No entendía porqué aquel tema era algo que lo había estado incomodando pero con eso resuelto pareció olvidarse de todo lo demás. Los vecinos iban a llamar a la puerta por culpa de su poca delicadeza o por no despegar un poco de la pared el cabezal de la cama.
 
— Said…— Balbuceé. — Mm… — Emití, arqueando la espalda.
 
Estaba exhausta pero eso no evitó que me riera cuando tocaron insistentemente la puerta del apartamento y Said tuvo que ir a ver lo que sucedía. Mi cuerpo seguía convulsionándose incluso después de haberme cubierto o de que Said volviera a ingresar en la habitación.

Había sido intenso y mi cuerpo lo sabía.
 
— Deberías vivir conmigo. — Habló cuando volvió a acostarse a mi lado y me acurrucó entre sus brazos.

— ¿Para qué? — Besé castamente su quijada en repetidas ocasiones.

— Para tenerte cerca… — Respondió como si se tratara de lo más obvio. — Me gustaría que estuvieras revoloteando por aquí.

— ¿Solo eso? — Pregunté sonriente.

— ¿Quieres que sea directo? — Asentí varias veces. — Quiero llegar cansado de mi trabajo y verte aquí, ya sea sentada en el sillón o dormida en mi cama. Me acostumbraste a dormir contigo y quiero que siga siendo así. Además, vivir conmigo sería beneficioso para ti ahora que terminaste de estudiar porque estarías en el centro de la ciudad, todo te quedaría más cerca.

— Me lo pensaré. — Era una oferta tentadora pero no podía tomar una decisión tan importante como si nada.

— No lo pienses, solo di que sí. — Nuestros labios se encontraron y nos hicieron olvidar la conversación que estábamos teniendo.
 
Mudarme no tenía que ser algo apresurado, ¿verdad?

Mentira, en un solo pestañeo o mejor dicho, unos meses después habían bastado para que mis cosas se encontraran ocupando espacio es su apartamento. Aun no tenía trabajo porque recién me había graduado y todos querían a alguien con experiencia pero nadie permitía que adquiriera ese conocimiento en su empresa.

Said por su parte parecía más tranquilo y juraba dormir mejor desde que me abrazaba en las noches, cosa que se escuchaba como una exageración pero que me constaba. Su tranquilidad no se debía a que vivíamos bajo el mismo techo sino porque hacía poco Bruno y Sandra se habían casado para que el niño que esperaban naciera en las faldas de un matrimonio “estable”.

Con mi hermana la relación seguía estando un poco tensa pero iba mejor, incluso nos había pedido a Said y a mí que fuéramos los padrinos del bebé. Lo habíamos pensado mucho porque en el fondo se sentía como una burla pero habíamos aceptado aunque ella tenía algo muy en claro, seríamos padrinos pero no niñeras.
 
— ¿Por qué me miras así? — Pregunté después de darle otro bocado a mi pastel de zanahoria.
 
Habíamos salido a dar un paseo y nuestros andares se detuvieron al ver una cafetería acogedora y sin muchas personas en su interior.
 
— Estoy esperando. — Su voz se había escuchado extraña porque su mano estaba apoyada en su mejilla, desfigurando la mitad de su cara.

— ¿Esperando qué? — La comisura de sus labios subían y bajaban constantemente, intentando ocultar la sonrisa que luchaba por salir.

— A que se te parta un diente o que se te atore algo en la garganta. — Mis manos viajaron a mi garganta mientras lo observaba con el ceño fruncido.
 
No entendía de lo que hablaba pero por temor comencé a destrozar el trozo de pastel, buscando qué era aquello que podía partirme un diente o atorarse en mi garganta. No había nada y podía ser por dos cosas: me había tragado el objeto o…
 
— Era mentira. — Se burló él.
 
Said había estado más gracioso de lo normal, muy bromista y no tomaba mis palabras enserio. Parecía haberse comido un payaso y no se esforzaba por ocultarlo.

Sin decir nada más se puso de pie y desapareció de mi vista, dejándome mucho más confundida de lo que ya me encontraba. Mi corazón se aceleró mucho cuando sentí una respiración sobre mi nuca y unos labios que dejaban un suave beso en ésta pero me tranquilicé cuando la fragancia de su perfume invadiendo mis fosas nasales.
 
— Esto es lo que estabas buscando. — Entre sus dedos se encontraba un pequeño anillo, uno que lucía elegante y precioso.

— Has perdido la cabeza. — Susurré sin alejar la mirada de aquello que brillaba con luz propia.

— Perdí la cabeza por ti mi amor. — Murmuró cerca de mi oreja. — ¿Quieres ser mi esposa?

— Sí. — Continué susurrando para que las lágrimas que comenzaban a acumularse en mis ojos no resbalaran por mis mejillas.
 
Aquello no era una simple sortija de compromiso, tenía un significado y solo nosotros lo sabíamos. Los diamantes estaban colocados de una manera en particular, formando una mariposa y en la cara interna había un mensaje escrito.
 
— Te amo, Mariposa Viajera. — Leyó en voz alta.

— También te amo, Sasa. — Se me había escapado el apodo que le había puesto y que tanto detestaba.  

— Mariposa, no me llames así cuando no estamos en nuestro hogar. — Susurró, alzando mi rostro para que pudiera besar mi frente, nariz y labios. — Te amo, mujer preciosa y poseedora de unos ojos hermosos.
 
Su mano izquierda recorrió mi brazo hasta llegar a mi mano y cuando lo hizo, la alzó para colocar el anillo en mi dedo anular.

Me iba a casar y con él, con el único hombre que de cierta forma había sacrificado su vida por mí.

Mariposa Viajera© EE #4 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora