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Unas grandes manos estaban sobre mi cuerpo, acariciando desde mi cintura hasta mis muslos. Era un toque algo brusco pero se sentía bien porque mientras mi cuerpo estaba helado, aquellas manos esparcían su calidez.

De un momento a otro las manos desaparecieron y una figura enorme se colocó sobre mi cuerpo. Aquellos ojos me observaban fijamente como lo habían hecho tantas veces. Eran azules, tan intensos que no podía dejar de verlos como si me encontrara hipnotizada por ellos.
 
— Me enloquece…— Susurró sobre mis labios.
 
Me estaba dejando besar por él, aquellos labios resecos me estaban robando el aliento con tan solo un par de caricias. Sus besos, antes suaves y llenos de afecto, comenzaron a transformarse en algo más posesivo.
 
— Leigh…— Volvió a susurrar.
 
Su boca abandonó mis labios y torturó mi clavícula para luego llegar a mis pechos. No me había percatado de que ambos estábamos sin nada que pudiera cubrir nuestra desnudez.

Sus grandes manos dejaron de perderse en mis piernas y sujetaron mi cintura mientras su boca hacía marcas alrededor de mis pequeños senos. Estaba siendo posesivo, intentaba marcar mi piel todo lo que podía y eso aunque pidiera ser una locura, me agradaba.
 
— Diga mi nombre. — Su voz se quebró un poco cuando separó mis piernas y se instaló entre ellas, comenzando un lento vaivén.
 
Cerré mis ojos para poder disfrutar el momento porque nadie nunca me había tocado así como él lo estaba haciendo. Su cuerpo reclamaba el mío con suavidad aunque las marcas hechas por su boca decían lo posesivo que era.
 
— Diga mi nombre. — Repitió, esta vez sobre mis labios.
 
Besarlo era una delicia, algo que estaba nublando mi cabeza por completo.

Mis manos acariciaban su nuca y espalda y coloqué mis piernas alrededor de sus caderas para reclamar aquello que estaba llegando con fuerza, algo que deseaba con todo mi ser. Mis peticiones fueron escuchadas cuando su cuerpo comenzó a convulsionar levemente mientras me arrastraba con él.
 
— Said…— Dije su nombre entre gemidos como tanto me lo había pedido.
 
Me levanté sobresaltada y cubrí mis pechos, unos que debían estar descubiertos pero que se encontraban bajo las telas del vestido. ¿Qué rayos había sido aquello? ¿Había soñado con…?
 
— ¿Se encuentra bien? — Preguntó Said, apareciendo de entre la oscuridad.

— Eh…— No me atrevía a verlo a los ojos, no podía hacer. — Sí, sí.
 
Había tenido un sueño subido de tono con él. Podía recordarlo todo y mi cuerpo también, no hacía falta revisar entre mis piernas para saberlo.
Podía haber tenido un sueño así con cualquier otra persona pero, ¿con él? ¿Por qué?

No lo comprendía, jamás me había sucedido algo así, ni siquiera con algún chico que me hubiera gustado. Entonces… ¿Por qué rayos había ocurrido con Said? Ese hombre ni siquiera me gustaba o tenía mi confianza por completo…
 
— No parece encontrarse bien. — Volvió a hablar después de algún tiempo.
 
¿Seguía ahí de pie? ¿Por qué?
 
— Estoy bien. — Asentí repetidas veces como si intentara creerlo yo misma.
 
Estaba intentando controlar mi mente para poder verlo y actuar normal pero mi cuerpo se encontraba descontrolado. Con tan solo escuchar su voz, todos los vellos de mi cuerpo se había erizado y mi vientre bajo había dolido por alguna extraña razón.
 
— ¿Qué le ocurre a su rostro? — ¿A mi rostro? ¿Qué cosa extraña tenía en él? — ¿Por qué luce...?

— ¿Qué…? — Su dedo índice tocó mi mejilla mientras Said me seguía observando con el ceño fruncido.

— ¿Por qué luce como si hubiera bebido vino? — No entendí su referencia hasta que llevó las manos a sus mejillas.
 
Alcohol, mejillas…

Podía jurar que mi garganta se había cerrado abruptamente y que no estaba respirando.
 
— ¡No me vea! — Exclamé, llevando mis manos a mi cara.
 
Estaba sonrojada y para que él pudiera haberlo notado en la oscuridad, significaba que era muy potente. Genial, era simplemente genial como mi propio cuerpo me traicionaba y todo por su culpa.
 
— Que vergüenza, que vergüenza. — Susurré.

— ¿Mujer, qué le sucede? — Él jamás entendería porque no le iba a decir lo que sucedía.

— Nada, usted duerma y yo vigilaré. — Murmuré por lo bajo.

— Usted no podrá…— Alcé una de mis manos para que no continuara hablando.

— Por favor, cualquier cosa lo despertaré. — Estuvo unos segundos frente a mí pero luego se acostó a mi lado.
 
No dejé de cubrir mi rostro hasta que estuve segura de que Said se encontraba dormido.
 
— ¿Qué sucede conmigo? — Murmuré al percatarme de que me había quedado viéndolo. — A vigilar.
 
Era aterrador estar despierta y prácticamente sola en medio del bosque pero debía vigilar. Si Said llegaba a desmayarse a causa del cansancio, quedaremos expuestos ante cualquier peligro y eso no podía suceder.
 
Said Pov

No había podido descansar a pesar de haber tenido la oportunidad. Era un hombre y estaba acostumbrado a descansar en los bosques pero Leigh no, ella no lo había dicho pero sabía que temía.

¿Por qué había lucido como si hubiera bebido vino? No la comprendía, Leigh era una mujer difícil de entender.
No le había dicho pero me causaba preocupación todo lo que había podido vivir en Vurshka. Ella había hablado un poco de lo vivido junto a Garoff pero sabía que había mucho más.

Tal vez la mujer amaba a Garoff y por eso no hablaba… Debía haber enloquecido para amarlo, ella debió haber visto situaciones terribles y su forma de protegerse fue sintiendo aprecio hacia su verdugo.
 
— No sé cómo puede… — Habló por lo bajo.
 
No entendía a qué se refería pero no pude responder o ver lo que ocurría porque el descanso llegó a mí.

Caminaba en la oscuridad sin saber a dónde me dirigía. Mi cuerpo avanzaba sin que pudiera controlarlo y yo solo podía observar.
 
— ¿Qué…? — Mis palabras se quedaron atoradas en mi garganta cuando mis ojos observaron lo que se encontraba frente a mí. — ¿Leigh, qué…?

— Has vuelto. — Murmuró mientras sonreía. — Te he extrañado. — Sus brazos descansaron sobre mis hombros antes de ser besado por la mujer.
 
¿Pero qué…? ¿Por qué esa mujer me estaba besando? ¿Por qué no podía alejarme?
 
— También te extrañe. — Susurré.
 
¿Qué? ¿Qué estaba ocurriendo? Ni siquiera sabía lo que era extrañar, no comprendía porqué sonreía y la besaba o porqué no podía controlar mi cuerpo y voz.
 
— ¿Cómo te fue? — Sus ojos… Por algún motivo no podía dejar de observar el azul de su mirada o lo extraño que me hacía sentir.
 
Si la mujer continuaba observándome de esa forma, iba a terminar de perderme.

Mariposa Viajera© EE #4 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora