🦋09🦋

720 91 3
                                    

Todo comenzaba a tener sentido. Desde mi habitación podía escuchar las voces de los soldados y las conversaciones que éstos tenían. Ellos decían que unos reyes estaban próximos a llegar y que por ese motivo la prometida del líder, o sea yo, había sido encerrada.
 
Esos tontos no sabían que los podía escuchar y mucho menos de que estaban siendo mis ojos en el exterior.
 
— El rey de Prifac es un hombre temible, más que nuestro líder… — Habló un hombre con la voz rasposa.
 
— Patrañas, no hay hombre más temible que nuestro líder. — Dijo el otro, quien poseía una voz bastante molesta y aguda. — Prifac podrá ser un reino temido pero no es más que… — Sus palabras fueron cortadas bruscamente por algún motivo que desconocía. — Señor.
 
— Deberían tener cuidado con lo que dicen. — Umeth había llegado.
 
Rápidamente me alejé de la puerta para no ser descubierta. Aquel pobre soldado había hablado de más y si mis pensamientos eran ciertos, Umeth solo lo estaba amenazando para torturarlo mentalmente pero lo iba a matar, ya fuera en ese mismo momento o más tarde.
 
— ¿Desean que les recuerde lo que ocurrió con Britmongh? — Preguntó. — Los más sabios nos lo contaron cuando éramos críos, el reino más poderoso fue atacado por Prifac y perdieron a muchos pueblerinos y soldados, incluso a su reina. — Hubo una pausa bastante tensa y prolongada. — Por eso, deberían cuidar lo que dicen y sobre todo, quién podría escucharlos. — La puerta del aposento se abrió con brusquedad y por ésta apareció él.
 
— ¿Sí? — Intenté aparentar que no había escuchado nada, que solo había estado sentada en la cama mientras peinaba mi cabello.
 
— Venga, me acompañará a recibir a los reyes. — Dejé el peine sobre las mantas que cubrían la cama y me acerqué a él, tomando su brazo sin que me lo tuviera que decir.
 
— ¿Debería decir algo? — Negó lentamente con la cabeza.
 
— No diga nada, si ofende al rey de Prifac la matará en ese momento. — Era maravilloso, estaba del brazo de mi posible verdugo para ir a ver a otro.
 
— ¿Luego me mostrará toda la villa? — Asintió mientras observaba a los soldados que habían estado custodiando la puerta de mi habitación.
 
— ¿Han protegido bien su aposento? — Preguntó en voz alta pero sin mencionar a nadie en específico.
 
La mano de Umeth alejó las mías de su brazo y se acercó a los soldados, quienes a pesar de ser de su mismo tamaño, parecías dos gatitos asustados.
 
— He hecho una pregunta. — Volvió a hablar. — ¿Han protegido bien su aposento?
 
— Sí, señor. — Afirmó el de la voz rasposa.
 
— Leigh… — Sus crueles ojos me observaron por encima de su hombro. — ¿Escuchó lo que hablaban?
 
Umeth Garoff lo sabía y no entendía cómo. Él sabía perfectamente que había estado escuchando y si respondía que no, lo más seguro era que iba a recibir un castigo pero si decía que sí, esos pobres no iban a correr con la misma suerte. 
 
— Umeth, no creo que… — Dejó de observarme para enfocar su atención nuevamente en ellos.
 
— Cuando los reyes salgan de Vurshka, los esperaré en el campo de entrenamiento. — Murmuró por lo bajo. — ¿Entendido?
 
— Sí, señor. — Umeth avanzó por el pasillo, dejándome allí con los soldados sin saber qué hacer o a dónde ir.
 
— Camine. — Ordenó desde la lejanía.
 
La muralla de carne y hueso había detenido sus pasos para que lo alcanzara y aunque se veía molesto y apresurado, no dijo o hizo nada que pudiera lastimarme.
 
— ¿Puedo hacerle una pregunta? — Hablé después de un tiempo en el que estuvimos caminando en silencio.
 
— No, deje de hablar. — Di un corto asentimiento y continué a su lado en silencio. — ¿Qué quiere saber?
 
— ¿Por qué los reyes de Prifac han venido a Vurshka? — Su cuerpo se giró por completo hacia mí y sus grandes manos me llevaron a un rincón que no había visto antes.
 
Ese lugar era como un laberinto, podías perderte o esconderte porque las posibilidades de ser encontrada por algún soldado o desaparecer del ojo de todos eran exactamente las mismas, dependía de cómo te movieras.
 
— Mientras menos comprenda, será mejor para usted. — Al parecer aquel rincón era un punto ciego porque no había visto a ningún soldado pasar por ahí.
 
— De acuerdo. — Susurré.
 
En un rápido y brusco movimiento, su boca se encontró sobre la mía. Él no era gentil y mucho menos romántico, besaba como lo que era, un guerrero salvaje a quien no le importaba el sentir de la otra persona. Su mano derecha se aferraba con rudeza a mi cintura mientras que con la otra sostenía mi cabello.
 
— Me pertenece, ¿comprende? — Preguntó sobre mis labios.
 
Me ardían y sabía que estaban hinchados, no había necesidad de verme a un espejo para saberlo.
 
— Sí. — Nuevamente fui besada aunque en esa ocasión fue un poco más cuidadoso.
 
Sus labios abandonaron los míos para comenzar a descender por mi mejilla hasta llegar a mi cuello. Me sentía asqueada, más aún cuando la mano que había estado en mi cintura comenzada a elevar mi vestido.
 
— Umeth, no…— Susurré con voz entrecortada.
 
No quería aquello y mucho menos en aquel espacio que a pesar de ser escondido, no dejaba de ser parte del pasillo.
 
— Podrían vernos. — Su mano no se detuvo hasta dar con la ropa interior de la de la época.
 
— Mataré a quien ose verla. — Comencé a negar con la cabeza y a empujarlo.
 
— Umeth, escuche. — La fuerza de mis brazos no era nada comparada con la suya pero como él tenía poca paciencia, terminó alejándose.
 
Me había negado a hacer algo que él quería y estaba molesto por eso, el impacto de su mano en la piedra que se encontraba al lado de mi cabeza lo confirmaba.
 
— ¿Qué…? ¿Qué clase de mujer sería si permito que algo ocurra sin ser su esposa? — Esa era mi única salida. Si él no me veía como una mujer de compañía, entonces estaba a salvo pero si no era así, estaba en más problemas de los que ya tenía. 
 
— Será mi mujer, solo yo podré tocarla y reclamar su cuerpo, solo yo la preñaré. — Una pequeña y escalofriante sonrisa apareció por sus labios. — Esperaré pero no demasiado.
 
— Está bien. — Sentía alivio de no ser tomada allí mismo y por la fuerza. — Los reyes nos esperan…
 
No dijo nada más, solo se echó hacia un lado para que yo saliera primero y cuando lo hice, él me siguió. Caminamos en silencio hasta dar con un par de puertas de madera oscura y custodiada por varios soldados.
 
Ahí debía encontrarse el otro loco con poder.

Mariposa Viajera© EE #4 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora