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La Villa Vurshka estaba tranquila, tanto como nunca antes lo había estado. Las personas parecían estar relajadas e incluso sonreían cada cierto tiempo.

¿Por qué estaba en la villa y no encerrada en el palacio? Había podido salir a caminar porque Umeth quería asegurarse de que la seguridad en los límites de Vurshka estuviera igual de estricta que siempre. Por ese motivo era que estaba afuera, porque él no confiaba en mí para dejarme sola en el palacio y si lo acompañaba, podía vigilarme.
 
— No se aleje. — Tiró de la parte de atrás del vestido cuando vio que comenzaba a desviarme.

— No soy un perro. — Murmuré para mí.
 
Era increíble la cantidad de personas que vivían en esa villa escondida entre los árboles.

Los niños corrían por todos lados mientras jugaban con un objeto que desconocía pero que para ellos parecía ser divertido. Ellos estaban ajenos a todo lo que había a su alrededor, incluso de su propio líder.
 
— Lo lamento. — Susurró un niño asustado.
 
Él había chocado con Umeth sin querer y éste lo tenía agarrado de la camisa que cubría sus pequeña parte superior. Había sido un accidente tonto pero para ellos era una ofensa grave, una que debía ser cruelmente castigada.
 
— ¿Acaso no crían a sus bastardos? — Preguntó entre gritos.
 
Sentía lástima por aquel niño porque de cierta forma me recordaba a mí misma. Ambos éramos un pequeño ser entre las garras de una enorme bestia sedienta de sangre.

Él temblaba y yo también lo hacía porque sabía muy bien lo que le esperaba si no intervenía.
 
— Umeth, es solo un niño. — Le susurré para que solo él pudiera escucharme.

— Debe comprender que debe ser respetuoso, saber cuál es su lugar. — Él estaba dispuesto a torturarlo sin importar qué.

— Si no le hace daño…— Quería morderme la lengua hasta que ésta sangrara pero no estaba dispuesta a soportar ver a un niño sufrir. — Si no lo lastima voy a compensarlo.

— ¿Cómo? — Preguntó, alejando los ojos del pequeño para prestar atención a sus intereses.

— No creo que sea de su agrado que le diga cómo, no frente a su pueblo. — Continué susurrando.
 
Él pareció captar mi indirecta porque una sonrisa comenzó a aparecer en su rostro. La camisa del niño fue soltada, permitiendo que éste pudiera volver con su madre.
 
— Espero que tenga palabra. — Murmuró sin dejar de sonreír.
 
Después de ese tenso momento, cada persona ahí presente comenzó a dispersarse. Nosotros por nuestra parte no fuimos a ver la seguridad, sino que volvimos al palacio y mientras él fue a firmar algunos pergaminos, yo fui a perder el tiempo en mi habitación.

Era muy noche cuando la puerta fue abierta y por ésta apareció Umeth, quien comenzaba a quitar sus ropajes.
 
— Cumpla su palabra. — Ordenó sin ser brusco.
 
Mis manos y piernas temblaban con cada paso que daba hacia él. Debía cumplir, sino él buscaría a aquel niño y le haría daño después de haberme molido a golpes.
 
— Déjeme ayudarlo. — Susurré, tomando entre mis manos sus ropas para ayudarlo a desvestirse.
 
Una vez que Umeth estuvo completamente desnudo frente a mí, coloqué mis manos sobre sus hombros para hacerlo sentar. Estaba aterrada, prácticamente al borde del desmayo y mis piernas hechas gelatinas no me ayudaban a mantener el balance.
 
— ¿Me permite? — Pedí permiso para sentarme sobre su regazo.

— Sí. — Su voz estaba más ronca y profunda de lo que era habitual.
 
Con cuidado me senté sobre sus piernas mientras mi rostro quedaba a centímetros del suyo. Sus manos se habían aferrado a mis caderas pero él esperaba pacientemente a que le mostrara lo que quería hacer.

Un leve gruñido llegó a mis oídos cuando comencé a moverme sobre él, haciendo fricción.
 
— Leigh. — Aquella había sido su forma de decirme que estaba perdiendo la paciencia.
 
Antes de que él pudiera hacer o decir algo, comencé mi buscada tortura. A comparación con él en la noche de bodas, yo no estaba siendo brusca ni nada parecido, de hecho, intentaba ser cuidadosa para no lastimarme.

Cuando mi cuerpo se acostumbró a él y Umeth lo notó, sus manos hicieron que mi cuerpo se moviera más rápido.
 
— Me pertenece. — Susurró con voz entrecortada.

— Despacio. — Mis manos se encontraban sobre su pecho pero ya no era yo la que controlaba la situación. — Déjeme… Déjeme sentirlo. — Sus entrecerrados y oscurecidos ojos azules observaban mi rostro fijamente mientras su boca se encontraba entreabierta.

— ¿Mi mujer desea sentirme? — Dejó el brusco vaivén y comenzó a ser un poco más lento.

— Sí. — Me sentí sucia cuando un jadeo se escapó de mí al ser víctima de un solo movimiento en seco, una embestida profunda que había tocado mi punto más débil.

— ¿Le gusta así? — Continuó con aquella invasión que recién había descubierto. — Su cuerpo me pertenece, Leigh. Su cuerpo está tomándome tan bien… Mire. — Gruñó con fuerza.

— No, no haga eso. — Su mano había comenzado a acariciar la zona en donde estábamos unidos.

— Su cuerpo conoce a su dueño. — Los labios de Umeth chocaron con la piel de mi hombro y sus dientes comenzaron a raspar él área, volviéndola sensible y posiblemente debía ponerme unas hierbas para la irritación.
 
Mi cuerpo no fue dejado en paz hasta que él se encontró satisfecho y cansado. Sin embargo, la fatiga del momento no impidió que fuera atrapada por sus musculosos brazos para que no pudiera alejarme de él. Lentamente se echó hacia atrás hasta que su espalda tocó el colchón y con él, yo también fui llevada a estar acostada pero sobre su cuerpo.
 
— Ha sido una buena mujer. — Murmuró distraídamente mientras su mano acariciaba mi espalda descubierta. — Deme descendencia y será intocable.

— Para traer un hijo debe haber amor. — Sus ojos ya de su color natural habían vuelto a fijarse en mí. — Usted no me ama y yo tampoco lo amo.

— ¿Siente valentía luego de haber sido tomada? — Se burló. — ¿Debería dejar mi descendencia en usted una vez más?
 
Umeth se levantó con brusquedad y me colocó bajo su cuerpo, abriendo mis piernas por la fuerza y colocándose entre éstas.
 
— ¿Debería probar una vez más lo que es mío? — Susurró con una sonrisa en los labios.
 
Estaba temblando, aunque intentaba parecer tranquila y sumisa, deseaba que se alejara de mí.

Una grave carcajada se escuchó por toda la habitación mientras que el hombre que la emitía echaba su cabeza hacia al frente, riéndose con la frente sobre mi abdomen.
 
— No tema, he tenido suficiente de usted por el momento. — Dijo cuando dejó de reír.
 
Su mano derecha había sido colocada sobre mi muslo izquierdo y subió, acariciando toda la piel de ese lado hasta llegar a mi seno. Su mano lo cubría por completo y lo tocaba sin importar cuánto intenté alejarlo.
 
— Usted no me ama aún pero lo hará. — Susurró sobre mi seno. — Me amará como yo la amo.

— Usted no me ama. — Contuve la respiración cuando su boca atrapó mi pecho.

— Mataría por usted, ¿acaso eso no es amor? — Mi seno dolía por la fuerza de sus mordidas y succiones. — Solo puedo desear poseerla, ver su rostro cuando me siente y acariciar su piel…

— Eso no es amor. — Umeth se alejó del área de mi pecho para tomar mi rostro con fuerza.

— ¿Cuántos desea que sean asesinados para que comprenda? — Preguntó con malestar. — ¿Quiere que mate a quienes la traicionaron? ¿Desea riquezas? — Con cada pregunta que hacía, él besaba mis labios. — Haré lo que me pida, solo debe entregarse a mí. Solo debe complacerme y usted obtendrá lo que desee.

Mi cabeza se movió repetidas veces como respuesta a sus constantes preguntas y ofrecimientos. No deseaba nada de eso y él lo sabía, muy en el fondo lo hacía.
 
— Cada hombre y mujer que ose a ofenderla será asesinado y le entregaré su cabeza. — Aquello parecía ser una promesa, una que me heló la sangre. — Hichet y Zilsur serán alimento para las bestias de los bosques, se lo juro.

Mariposa Viajera© EE #4 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora