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Mi teléfono había estado sonando pero como había dejado de escucharlo volví a dormir. Poco después a mis oídos llegaron murmullos, pequeñas palabras y luego frases, mi audición aumentaba porque el sueño estaba abandonándome.
 
— ¿Quién es? — Balbuceé.

— Tu mamá. — Susurró. — Quería saber cómo estábamos.
 
Le hice señas con mi mano para que me la pasara y cuando tuve el teléfono en mi oreja, solté todo.
 
— Nos casamos en Las Vegas, hasta dentro de poco. Te amo. — Murmuré y colgué.
 
La carcajada estruendosa de Said no se hizo esperar, rompiendo el silencio que se había formado durante pocos segundos. Él no se lo esperaba y a decir verdad yo tampoco pero era mejor que se enterara por mí y no por unas fotos o por los documentos.  

El teléfono volvió a sonar y Said seguía riéndose como un demente pero en ese momento no iba a tomar el teléfono para recibir regaños así que lo hice yo.
 
— ¿Sí? — Pregunté por lo bajo aunque sabía lo que iba a suceder.

— ¿Cómo que te casaste en Las Vegas? — Bramó. — ¿Acaso estás loca? Dime que estás bromeando porque si no es así…

— Puedo enviarte fotos de los documentos si lo deseas. — Murmuré. Quería acurrucarme en el pecho de mi esposo y dormir un poco más sin ningún tipo de interrupción.

— ¿Por qué nos odias tanto? ¿Qué te hemos hecho para que tomes ese tipo de decisiones? — Mis ojos se abrieron y mi cuerpo se sentó por sí solo, listo para una discusión.

— Escúchame, ambos somos adultos y sí, tal vez fue algo inesperado pero aquí nadie amenazó al otro. Si lo que quieres es una ceremonia en una iglesia entonces está bien pero no me reclames por las decisiones que tomamos dos adultos sobrios. Sin más que decir, me voy a disfrutar de MI LUNA DE MIEL con MI ESPOSO, te amo y dale besos a papá. — Lancé un ruidoso beso por teléfono y colgué antes de que se le ocurrieran otras cosas que decir.

— Fuiste muy ruda. — Said besó mi hombro izquierdo, el cual estaba descubierto y cerca de él.

— Na, ella sabe que no. — Giré un poco mi cuerpo y me aferré a su cuello, llevándolo conmigo a resguardarse entre las sábanas.

— Tenemos que tramitar la licencia para que sea válido nuestro enlace. — Asentí en respuesta. —Antes de que tu madre busque y nos bombardee con los procedimientos.

— Solo quédate así unos minutos más. — Balbuceé contra su piel desnuda.
 
Cuando el sol estuvo en su punto más alto Said me arrastró para hacerlo los trámites necesarios para poder ser llamados esposos legalmente. Luego de eso los días que nos quedaban los pasamos paseando, en el casino o comiendo en cualquier puesto callejero e incluso en restaurantes cercanos al hotel. 

Una vez que nuestros zapatos estuvieran en nuestro hogar los sermones no faltaron, incluso el Sr. de Edevane nos había reñido por hacer las cosas sin pensar. Sin embargo, todos los reclamos y regaños cesaron cuando la ceremonia oficial se dio y estuvieron presentes. Aquello era un simple procedimiento peor al parecer significaba mucho para algunos y mi madre era el perfecto ejemplo de ello.

Nuestra pequeña y loca historia de amor llegó a su fin para dar comienzo a otra, una familiar. No habíamos tenido hijos a pesar de que lo habíamos pensado peor no hacían falta, estábamos felices y completos con nuestra compañía, sin tantas responsabilidades y complicaciones. Sabíamos que un hijo era una bendición pero también creíamos que no estábamos aptos para traer un hijo al mundo, era mejor no tenerlo que hacerlo sufrir o no ser suficiente para aquel niño o niña.
 
— Mariposa, debemos irnos. — Said ingresó a la habitación y esperó pacientemente a que terminara de arreglar mi cabello.
 
Nos íbamos a encontrar con los Fracci y de Edevane para almorzar, tal y como lo hacíamos cada sábado.

Tal vez mis primeros pasos en la época medieval no habían sido agradables y mucho menos los últimos pero aquellos que estuvieron acompañados de un Said compasivo y protector los habría repetido sin dudarlo. Había pasado miedo, dolor, frío y hambre pero cada segundo a su lado lo compensaba todo. Cada beso y abrazo curaban las heridas con las que había vuelto a mi hogar.

Con eso nuestra historia termina, siendo una familia de dos pero muy unida y llena de amor, como siempre debió ser. 

Yo era su Mariposa Viajera, aquella por la que durante tanto había sentido temor y él era mi Sasa, el valiente guerrero que había vuelto y sacrificado su vida por mí, por nosotros.

Mariposa Viajera© EE #4 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora