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Estaba anocheciendo pero el frío de la noche no calaba en mis huesos o bueno, no lo sentía. Tenía mucho calor y todo era por culpa de Said, quien continuaba cargándome sobre su espalda y no dejaba de mirarme de reojo o de reírse de algo que solo era de su conocimiento.

No me consideraba una persona tímida pero bajo el azul de su mirada sí que lo era, me volvía una mujer que se ruborizaba por todo y no podía verlo a los ojos por mucho tiempo. En parte me parecía gracioso porque para algunas cosas no era tímida en lo más mínimo pero cuando se trataba de él era un caso diferente.
 
— Leigh, hemos llegado. — La voz de Said explotó la burbuja en la que me encontraba.

— Ah, sí. — Murmuré mientras ocultaba mi rostro de su atenta mirada. — Lo siento.
 
Una vez en el suelo, me acerqué a la puerta y la abrí lentamente para no tirarla. En el poco tiempo que llevábamos ahí habíamos descubierto que si no teníamos cuidado con la puerta, ésta podía caerse. Por “habíamos descubierto” me refería a Said, quien en más de una ocasión había tirado la puerta al suelo por ser poco delicado y gruñón.
 
— Con la salida del alba volveremos al bosque para cazar. — Me informó, sabiendo que me preocupaba no tener suficiente alimento para los próximos días.

— De acuerdo. Veré qué puedo hacer con lo que tenemos. — Una vez más me tocaba hacer magia con lo que teníamos en el saco.
 
Mientras yo me encargaba de que no se quemara la comida, Said daba vueltas a mi alrededor o caminaba de un lado a otro detrás de mí, haciendo quién sabía qué. No estaba moviendo nada o al menos no algo que fuera pesado porque simplemente parecía que solo era él dando vueltas.

Me encontraba moviendo la espesa mezcla de alimentos, cuando sus brazos rodearon mi cintura y me acercaron a él.
 
— ¿Qué ocurre? — Pregunté, intentando parecer tranquila. 

— Nada. — Murmuró cerca de mi oreja.
 
Para ser “nada”, él estaba actuando muy extraño. Said podía tomar la iniciativa y dar algunos besos pero fuera de eso, no hacía ningún tipo de acercamiento que no fuera necesario.

— Said, la comida. — Su abrazo no me permitía acercarme al fuego.

— Mjm. — Emitió antes de girarme para que pierda verlo a los ojos.

— Said…— No pude evitar reírme porque el hombre que no dejaba de abrazarme era el mismo que horas antes había querido rechazar mis sentimientos. — La comida está en el fuego.

— Sí. — Se alejó con pesar y fue a sacar lo que íbamos a comer para que no se quemara.
 
No era lo mejor que había logrado mezclar pero al menos nos mantenía satisfechos, eso me decía con cada sorbo que le daba a aquella espesura hecha de queso de cabra, pimientos, algunas setas y pedazos de pollo con apariencia sospechosa. Temía que nos diera una indigestión pero era eso o morir de hambre y no estábamos en condiciones de elegir cuál era la menos peor.

Said no había hecho ningún comentario o gesto que demostrara desagrado pero eso no quería decir que estuviera rico, tal vez estaba llorando por dentro para que no me sintiera mal o ya se le habían quemado las papilas gustativas.
 
— No tiene que comerlo si no desea. — Murmuré, haciéndolo ver que no me molestaría si no terminaba su plato.

— Comeré. — Aseguró mientras volvía a colocar el viejo plato frente a su boca para luego tomar un sorbo.
 
El sonido que emitía la fogata en esos momentos era como una canción de cuna. Aquella era una melodía que si bien, no alejaba los miedos que se encontraban a flor de piel, lograba adormecer los sentidos de cualquiera que se encontrara en nuestra situación.
 
— ¿Terminó? — Pregunté cuando no vi que llevara el plato a su boca.
 
Como respuesta a mi pregunta, él asintió y me mostró el envase en el que minutos antes había estado un contenido de dudosa reputación. Realmente se lo había comido, sin importar que lo estuviera envenenando.
 
— ¿Cree que saldremos con vida? — Continué hablando para rellenar el silencio que nos rodeaba.

— Creo en que usted podrá recorrer nuestras tierras sin temor. — Tomé el envase, lo coloqué a un lado y me acerqué a él para apoyar mi cabeza sobre su hombro.
 
Por algunos instantes su cuerpo estuvo tenso pero luego se relajó como si estuviera poniendo de su parte para que la situación no fuera incómoda. Podía parecer una acosadora sexual o algo parecido pero él no sabía ese término y tampoco tenía porqué hacerlo.
 
— Viviremos. — Susurró y llevó su mano a mi cabello, acariciándolo con delicadeza.
 
Said, quien en un principio se había mostrado reacio a tener algún tipo de relación conmigo, en esos momentos parecía haber aceptado que no lo dejaría ignorar mis sentimientos. Él ya no lucía incómodo, sino todo lo contrario.

Ambos nos comportábamos como una pareja recién casada, éramos un poco cariñosos y atentos pero claro, no nos olvidábamos de la situación en la que nos encontrábamos.

Una cosa era darnos algunos besos o abrazarnos y otra muy diferente era planear un futuro o llegar a más allá.

Él era relativamente libre mientras que yo estaba condenada de por vida. Said iba a vivir en la época medieval hasta que falleciera y yo en algún momento iba a desaparecer de allí para volver a mis tiempos. Todo estaba en nuestra contra y aunque ninguno lo dijera en voz alta, era algo que daba vueltas constantemente en nuestras cabezas. 
 
— Said… — Murmuré por lo bajo. — Jure que si Umeth nos encuentra, usted huirá.

— ¿Ha enloquecido? — Su cuerpo se giró hacia mí pero mi cabeza no pude continuar apoyando mi cabeza en su hombro debido a la distancia que él había hecho entre nosotros. — No dejaré que usted dé su vida para salvar la mía.

— No seas terco. — Mi riña salió bañada en cansancio.

— Ha vuelto a hablarme de esa forma extraña. — Sus ojos abiertos con exageración me causaban ternura porque era como ver a un cavernícola descubriendo el fuego.

— Lo lamento. — Le había faltado el respeto al hablarle como lo hacíamos en mi época.
 
Said movió la cabeza de un lado a otro, negando repetidas veces. ¿No le había molestado o solo quería engañarme?
 
— No lo lamente, he de decir que me alegra que vuelva a hablar como solía hacerlo. — Su sonrisa, aunque fuera leve y casi parte de mi imaginación, me hizo sentir tranquila.

Era cierto, con Said no tenía que fingir ser alguien que no era. Podía hacer o decir lo que quisiera y él no iba a gritarme o juzgarme porque no había nadie más que pudiera entenderme mejor.

Mariposa Viajera© EE #4 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora