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Nuevamente la temperatura en la vivienda comenzó a subir pero en esa ocasión no me alejé y Said tampoco intentó detener la situación. Entre caricias y besos hubo un momento de lucidez en el que me percaté que me encontraba bajo su cuerpo.

- Puedo detenerme. - Susurró con dificultad.

Él tal vez podía parar pero yo no quería. Ya había pasado el momento de los arrepentimientos o para detenerse porque ese instinto primitivo se había instalado entre nosotros y aunque intentara controlarse, era algo que iba a suceder de todas formas.

Luego de obtener una respuesta negativa de mi parte, Said se deshizo de mi ropa y se despojó de la suya mientras se instalaba entre mis piernas. Él no había dejado de mirarme a los ojos como si buscara una sola señal de arrepentimiento por mi parte para alejarse.

No era virgen pero sentía que me iba a desmayar debido a los nervios.

Cuando no encontró nada en mi rostro que pudiera hacerlo retroceder, sujetó mi cintura y se hizo espacio en mí. Sus labios habían vuelto a tomar los míos con desesperación mientras el vaivén de nuestros cuerpos aumentaba de velocidad. Ya no era algo lento y temeroso como lo había sido en un principio, se había vuelto algo más salvaje y aunque pareciera extraño, nunca perdió ese romanticismo y cuidado.

En ese momento solo existíamos él y yo, no había problemas, personas que quisieran matarnos y tampoco había una tormenta afuera. Se sentía como si todo se hubiera silenciado y detenido a excepción de nosotros y nuestras respiraciones.

- Maldición, Leigh...- Murmuró y ocultó su rostro entre mi cabello.

Sus manos sostenían mis caderas con firmeza incluso después de caer rendido sobre mi cuerpo. Estaba agotada y sudada pero eso no impidió que me abrazara a él porque quería saber si lo que había ocurrido era real. Necesitaba asegurarme de que él estaba sobre mí, intentando regular su respiración y de que aquella sensación no había sido imaginación mía.

Jamás en mi vida me había sentido así, con nada ni nadie.

- ¿Está bien? - Preguntó después de recuperar el aliento y girarnos, en ese momento yo quedé sobre su cuerpo.

- Mjm. - Emití, adormecida por la calidez de su mano que recorría mi espalda. - ¿Y tú?

- Muy bien. - Besó mi frente y con su otra mano sujetó mi nuca. - Debería descansar.

Con aquel debería, ambos nos quedamos dormidos.

A mis oídos no llegaba el rugido del viento o el llanto del cielo sino algo muy diferente, eran pequeños golpecitos por todas partes. Lentamente abrí los ojos para ver lo que sucedía y no pude evitar golpear a Said para que se levantara.

No eran pequeños golpecitos, la vivienda estaba en llamas.

Ambos nos vestimos lo más rápido que pudimos y salimos de ahí. Yo había salido antes así que había visto lo que sucedía y por lo mismo, intenté volver al interior de la vivienda.

Umeth y algunos de sus soldados miraban expectantes como todo se consumía a las espaldas de sus presas.

- Garoff...- Murmuró Said, quien intentaba parecer neutral.

- Hichet y mi amada esposa...- Habló sonriente como si estuviera haciendo la presentación de un programa. - Han sabido ocultarse. - Su mirada dejó de pasearse entre ambos y se centró en mí. - Veo que está temblando, ¿acaso tiene frío?

Se estaba burlando de mí y yo no podía defenderme porque me había quedado sin voz y sin control sobre mi cuerpo.

- Hichet, ¿acaso no ha cuidado bien a mi mujer? - Continuó hablando con aquella diversión disfrazaba su ira. - Acérquese mujer.

- No. - Said sostuvo mi muñeca hasta colocarme detrás de su cuerpo.

- Es mi mujer, no lo olvide. - Le murmuró Umeth. - Leigh, acérquese o cumpliré cada una de mis promesas.

- Said, suéltame por favor. - Pedí entre susurros para que solo él pudiera escucharme. - Va a matarte.

- Leigh...- La forma en lo que había dicho mi nombre era una clara advertencia, una que a Said le importó poco al continuar manteniéndome detrás de su cuerpo.

- No la tocará, le entregaré el tratado si así lo desea pero no la dejaré ir con usted. - La sonrisa burlona en el rostro de Umeth desapareció, dejando ver cuáles eran sus verdaderas emociones.

Estaba molesto, se sentía traicionado y no nos iba a dejar escapar, Umeth tenía sed de sangre y la iba a obtener. En más de una ocasión había visto aquella mirada, era la misma que solía aparecer cuando asesinaba a alguien a sangre fría o cuando torturaba. Aquella era la mirada de un loco que estaba por atacar.

- Aleje sus manos de mi mujer, Hichet. No meta su espada en problemas ajenos a usted. - Dicho eso, con un movimiento de cabeza les indicó a sus soldados que se acercaran.

En un pestañear Said fue sujetado y alejado de mí por cinco soldados mientras otro me tomaba del brazo y me llevaba hacia su líder.

- Umeth...- Susurré como una súplica una vez que estuve ante él.

- Se lo advertí, le dije que estaría a salvo si no me traicionaba. - Sus palabras aunque fueron susurradas, se escucharon más altas y claras que los bramidos de Said, quien intentaba liberarse y pelear contra quienes lo retenían.

Tan pronto aquella gran mano fue alzada supe que no iba a ser una muerte rápida y lo comprobé cuando mi cuerpo cayó al suelo debido al impacto. El primer golpe me había hecho caer y él lo aprovechó para los próximos. Escuchaba los gritos de Said y sus súplicas pero todo era lejano.

- Mujerzuela traidora. - Bramó Umeth, tomándome con fuera del cabello y haciendo que me levantara para luego lanzarme frente a Said. - ¿Ve a la mujer que está frente a usted? ¡Es mía y solo yo puedo tocarla!

No supe cómo lo había hecho pero se había liberado justo cuando Umeth había abierto mis piernas y se colocaba entre ellas. El cuerpo de Said se había abalanzado sobre el de aquella bestia asesina y lo golpeada con brutalidad, cosa que no duró mucho porque los soldados volvieron a sostenerlo.

- ¡Umeth, déjelo! - Grité al ver cómo Said pateaba y golpeada el cuerpo de un Said indefenso.

Todo ocurrió muy rápido, de un momento a otro, la espada del líder de Vurshka apuntaba al pecho de quien me había ayudado a escapar desapareció de ahí. El silencio se formó entre todos los allí presentes y yo solo podía observar que entre todos los golpes que tenía mi amor, aún podía identificar la mueca de horror en su rostro.

Mariposa Viajera© EE #4 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora