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Había pasado mucho tiempo, tal vez más de lo que podía recordar. Los días, semanas y posiblemente meses habían avanzado con rapidez, haciendo que perdiera por completo la noción del tiempo.

Me odiaba como jamás creí que podría hacerlo. Me detestaba por no ser fuerte, por seguir a su lado y por haberme resignado a ser suya. Me maldecía una y mil veces porque había perdido toda esperanza de ser libre y feliz.

Umeth era lo único que tenía, a quien realmente le importaba. Él me amaba, lo decía todo el tiempo y aunque fuera algo peligroso, era lo que me mantenía con vida. 
 
— ¿Se encuentra bien? — Preguntó sobre mi cabello.

— Sí. — Estaba recostada sobre su pecho después de haberlo complacido.

— Debería descansar. — Sugirió pero negué, quería saber un poco sobre él.

— ¿Puedo hacerle una pregunta? — Umeth asintió aunque me observaba con los ojos entrecerrados. — ¿Por qué no ha asesinado a Hichet?
 
Con el pasar del tiempo Umeth me había contado las barbaridades que había hecho Hichet, entre ellas abusar de mujeres y asesinar niños sin ningún motivo. Mi esposo me había explicado con detalles lo monstruoso y sanguinario que era aquel hombre que durante algún tiempo había creído que volvería por mí. Sin embargo, agradecía que no lo hubiera hecho porque no deseaba terminar como las mujeres que había tenido.
 
— No ha llegado el momento. — Umeth tomó mi barbilla y buscó mis labios. — Cuando eso ocurra, le entregaré su cabeza como se lo juré.

— No deseo su cabeza, mi señor. — A él le gustaba que lo llamara así y a mí no me molestaba.

— ¿Qué es lo que desea? — Su pregunta me había sorprendido pero tenía una respuesta clara.

— Nada, usted me provee bien. — Él pareció satisfecho con mi respuesta pues sonrió y asintió.

— Suba, deseo observar a mi mujer. — Como Umeth ordenó, me subí sobre él sin que ninguna manta cubriera mi desnudez. — Me pertenece, ¿lo sabe?

— Lo sé. — Aseguré. Estaba segura de lo que decía pero no de lo que debía hacer sobre él.
 
Sus manos tocaban mi cuerpo y acariciaban mis senos con delicadeza, como si estuviera mostrándome afecto.

Aquel tranquilo e íntimo momento terminó abruptamente con la llegada de viajeros desconocidos a los límites de Vurshka. Umeth, que no estaba dispuesto a ser tomado por sorpresa, se vistió y cabalgó hasta el lugar para acabar con la amenaza.

Las servidoras hablaban, decían que los viajeros eran enviados de Britmongh para observar los alrededores y poder atacar silenciosamente.

No supimos nada de los hombres que habían ido a ver los límites hasta muy tarde en la noche, cuando un furioso Umeth abrió las puertas del palacio.
 
 — Busquen en cada lugar y encuentren a los traidores. — Les ordenó a los soldados que estaban detrás de él.
 
Solo me había bastado una sola mirada de su parte para saber que tenía que seguirlo. Él caminaba rápido hacia su aposento y yo lo seguía un poco alejada para evitar ser golpeada por algún objeto que pudiera lanzar.
 
— ¿Puedo preguntar qué ocurre? — Con Umeth había aprendido que debía hablar despacio o susurrar y él se calmaría porque vería que yo no estaba dispuesta a discutir.

— Algún hombre o mujer ha hablado con enemigos. — Murmuró, rojo de ira.

— Déjeme ayudarle. — Umeth había estado intentando desvestirse pero su coraje no le permitía hacerlo.

— Mataré al traidor. — Aseguró sin dudar.

— Umeth, debe calmarse. Tome un baño y calme su malestar, se lo pido. — Fui observada por algunos instantes pero terminó asintiendo.
 
Darse un baño a cualquier hora no era un problema, las servidoras siempre tenían las bañeras preparadas por si algo ocurría.

Él sumergió su cuerpo en la humeante agua y yo comencé a lavar su cabello. Era algo que solía hacer, una actividad íntima que solo nosotros conocíamos.
 
— No. — Mi muñeca izquierda fue sujetada y echada a un lado. — Venga, deseo que lave mi cuerpo. — De no ser porque palmeó sus piernas, yo no habría entendido con exactitud qué era lo que quería.
 
Una vez que estuve desnuda y sentada sobre sus piernas, retomé el lavado de su cabello. Umeth tenía los ojos cerrados y me dejaba hacer con su cuerpo lo que yo quisiera, podía lavar sus cabellos o su pecho y no me diría nada.
 
— ¿Se encuentra mejor? — Obtuve un asentimiento como respuesta.
 
Continué en silencio con mi labor mientras él acariciaba mi cintura lentamente. Sabía que no lo hacía con un fin sexual, de hecho, estaba segura de que ni siquiera se había percatado de las caricias que me estaba dando.
 
— He terminado, ¿desea que haga algo más? — Volvió a asentir sin abrir los ojos.

— ¿Complacería a su dueño? — Eran palabras más que suficientes, no necesitaba decir nada más.
 
Me levanté un poco para acomodarme y bajé con cuidado, arrancándole un suspiro. Mi esposo necesitaba liberar toda la tensión que sentía y yo estaba más que dispuesta a ayudarlo como una buena esposa haría.
 
— Tan bien…— Susurró.
 
Sus dedos se hundían en mi piel mientras sus manos marcaban el ritmo que quería, uno lento y poco habitual.

Me había acostumbrado a él, a complacerlo y a que Umeth me tomara cuando quisiera. Sabía que no era correcto que me hubiera acostumbrado a lo que allí sucedía pero intentaba convencerme de que mi cabeza estaba protegiéndome o  tal vez me había vuelto loca.
 
— Mataría por usted. — Gimió sobre mis labios cuando el calor golpeó nuestros cuerpos con fuerza y el clímax llegó.
 
Esa era su forma de decir que me amaba y lo sabía, era consciente de su amor por mí.
 
— Lo sé. — Me atreví a abrazarme a su cuello y besar sus labios.
 
Aún sentía aquella sensación deliciosamente confusa que sentía cada vez que teníamos relaciones. Era como si se sintiera bien pero estuviera mal, algo tan confuso que me hacía perder la paciencia de tan solo pensar en ello. 
 
Said Pov

Pensar en ingresar y salir de Vurshka había tomado más tiempo del que teníamos. No sabía si Leigh continuaba con vida o si Garoff la había hecho su mujer pero si no ingresábamos a aquellas tierras no iba a saberlo.

Si se encontraba con vida, era momento de sacar a la viajera de Villa Vurshka y si no era así, iba a dar mi vida para que la mujer pudiera descansar en paz.

Mariposa Viajera© EE #4 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora