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Said Pov

Leigh descansaba bajo un árbol después de haber perseguido a un conejo hasta poder cazarlo. Ella podía haberse quedado en la vivienda mientras yo conseguía el alimento como el hombre debía hacer pero no, se había negado.

Era una viajera y se podía observar desde la lejanía, sus palabras, pensar y actuar era distinto al de las demás mujeres.
 
— Vuelva a la vivienda y descanse. — Ella movió con lentitud su cabeza de un lado a otro.

— Voy a ayudart… le. — Aquella forma de hablar volvía y Leigh no podía hacer nada para detenerla.

— Mujer… — La reñí.

— Said, no me alejaré. — Me mantuve observando su rostro para que volviera a la vivienda pero ella ya no me temía, sus ojos no habían dejado de desafiarme.

— Como desee. — Murmuré con malestar.
 
¿Leigh no comprendía que me preocupaba su bienestar o no le importaba? Le había confesado mis sentimientos y por lo mismo, mi deber era proteger a la mujer que no deseaba ir a un lugar en donde estaría a salvo.
 
— ¿Te molestaste? — Preguntó, poniéndose de pie y girando su cabeza hacia un lado. — ¿De verdad?

— No. — Mi respuesta había sido como una espada en manos de un guerrero cruel y debía admitir que no le temía a la muerte pero sí a la mujer. — No me encuentro molesto.

— ¿Me…? ¿Me acabas de responder feo? — Moví mi cabeza hacia los lados, negando.
 
No temía que ella me atacara porque no iba a poder hacerme ni una herida pero Leigh sí podía sentir malestar. No comprendía desde cuándo me causaba preocupación todo lo que ocurriera con aquella mujer, desde su malestar hasta su tristeza. Sin embargo, ahí estaba ese sentimiento que no me permitía alejarme o herirla porque de tan solo pensarlo sentía malestar en el pecho.
 
— ¿Se molestó? — Pregunté como ella lo había hecho antes. — ¿De verdad?

— ¡No repita lo que dije! — Exigió.

— Es usted una mariposa diferente. — Murmuré para mí.

— ¿Mariposa? ¿Por qué soy una mariposa diferente? — Leigh se había acercado y no me permitía alejarme o dejarla de observar.
 
Había pisoteado mi orgullo y honor, todo por haber dicho eso frente a ella.
 
— Said, no me ignores. — Ninguna mujer me había hablado de esa forma. — Said…

— No sé de lo que habla. — Mi padre me habría llamado cobarde por intentar no observar a una mujer a los ojos.

— ¿Me dijiste mariposa? O, espera… Hablabas de otra persona…— ¿Otra persona? No me agradaba lo que podía estar pensando. — Olvida mi insistencia.
 
Leigh caminó hacia unas flores que se encontraban alejadas de donde antes había estado descansando. No la entendía a las mujeres y que fuera de otra época solo empeoraba todo.
 
— ¿Por qué se ha molestado? — Me senté a su lado y observé lo que hacía, arrancar la hierba con sus manos.

— Por nada. — Murmuró.

— No me mienta, en su rostro puedo observar que algo le causa malestar. — Leigh frunció el ceño mientras hablaba para sí misma.

— Creí una cosa pero al parecer solo era yo. — ¿Qué había dicho?

— Escuche, no comprendí lo que dijo pero le diré lo que deseaba saber. — Leigh iba a hablar pero si lo hacía, tal vez no pudiera tener una vez más el valor de decirle lo que sentía. — Usted es la mariposa.

— ¿Qué? — Habló por lo bajo.

— Usted es mariposa pero no le diré porqué. — Había vuelto a observarme a los ojos pero en esa ocasión no había inocencia o alegría, sino malestar.
 
En antaño no había caído ante los encantos de las mujeres más agraciadas que había en mis tierras y sin embargo, aquella mujer de ojos grandes solo debía observarme para que yo siguiera sus pasos. No podía negarle nada, mucho menos cuando podría causar su malestar y no era lo que deseaba porque Leigh me importaba.

Me sentía extraño al pensar en los sentimientos que tenía por ella porque no había deseado estar al lado de alguna mujer antes de su llegada. Sabía que no debía observar o desear a la mujer de otro hombre pero Leigh era diferente, exótica a su forma. Cuando estaba cerca suyo no se sentía como una mujer prohibida sino como si fuera mía.

Era extraño pero algo en mí me decía que aquella mariposa había sido hecha para mí.
 
— Quiero saber los motivos. — Susurró lo que su rostro ya me había dicho.

— No me observe. — Tomé su rostro e hice que mirara hacia el lado contrario y sin liberarla tomé valor para hablar. — Usted parece una mariposa.

— ¿Por qué? ¿Parezco un insecto volador con muchas patitas? — Mientras hablaba, movía sus dedos de forma extraña.

— Usted es una mujer aterradora. — Murmuré. — No, parece una mariposa porque ellas son hermosas y frágiles al igual que usted.

— ¿Le parezco hermosa? — ¿Le había dicho hermosa? Mi orgullo había vuelto a ser herido ante ella.

— No lo volveré a decir, Leigh. — Su risa me hizo sonreír porque ella ya no se encontraba molesta.
 
Ambos quedamos en silencio, observando a los pájaros que volaban sobre nuestras cabezas. Nos habíamos acostado en el suelo y solo estuvimos allí, al lado del otro.
 
— Deberíamos ir a la vivienda. — Murmuró cuando el cielo anunció una tormenta.

— Regresemos. — Una vez que estuvimos de pie, recorrimos el camino que ya conocíamos y que llevaba a la vivienda.
 
Poco después de nuestra llegada y de que Leigh volviera a acomodar al caballo en el interior de la vivienda, la lluvia hizo acto de presencia. Con el pasar del tiempo las pequeñas gotas de agua se volvieron el fuertes y violentas ráfagas de viento y lluvia, unas que se parecían a las que nos habían llevado a la vivienda.
 
— No saques al caballo hasta que deje de llover. — ¿Por qué le importaba tanto ese caballo? — No me mires así, gracias a él estamos aquí. Por favor…

Asentí pero tan pronto ella estuviera descansando, ese caballo terminaría afuera. Leigh debía preocuparse por mí, no por un animal que la abandonaría si ella se cayera de él.

Mariposa Viajera© EE #4 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora