— Leigh, escúcheme. — El agarre de sus manos logró detener los pasos que no me había dado cuenta que estaba dando. — Nada ocurrirá.
— ¿Cómo lo sabe? — Algo estaba mal conmigo, mi pecho se había apretado con fuerza y me costaba respirar. — Umeth debe estar buscándome para asesinarme y de no ser así, otra persona lo hará. Voy a ser asesinada y su época…
— Leigh, cálmese. — Volvió a intertar tranquilizarme.
— Usted no lo entiende, Umeth me lo dijo una y otra vez. Él juró matarme si lo traicionaba y… Por Dios, no sé qué hacer. — Susurré, sintiendo que mis ideas comenzaban a agobiarme.
— ¡Deténgase! — Alzó la voz como nunca antes. — No pierda la cabeza, deje de comportarse como una demente cuando necesito su cordura.
Ese hombre me había regañado como si yo tuviera pocos años. No era una niña pero en esos momentos me había sentido como una.
— Lo… Lo siento. — Murmuré.
Él tenía razón, de nada servía si estaba fuera de mis cabales. En medio de la nada y estando únicamente con la compañía del otro, era necesario mantenerse cuerdos y confiar mutuamente.
— ¿Solo seré un peligro si fallezco? — Pregunté en voz baja.— Así es, fue lo que dijo mi padre. — Asentí repetidas veces.
— No me deje morir. — Su mano subió lentamente hasta mi cabello y comenzó a acariciarlo lentamente, como si me consolara. — No vuelva a dejarme sola.
— No lo haré. — Aseguró.
Su voz, extrañamente suave y compasiva, me envalentonó para alzar la mirada hacia él. Said no estaba mintiéndome para que me sintiera mejor, gracias al velo que había dejado caer podía estar segura de que él no me dejaría morir o a mi suerte.De repente y como si nos hubiéramos dado cuenta de algo, ambos nos separamos abruptamente. Cada cual miraba hacia un lugar distinto, evitando encontrarse con los ojos del otro para no tener que explicar aquel extraño momento.
— Ataré el caballo. — Murmuró.
— Sí, yo… Yo… Recogeré ramas… Sí, eso. — Informé antes de salir huyendo de su lado.
Extraño, incómodo y todo lo negativo, eso había sido aquel momento. Sabía que cuando cada cual terminara de hacer su excusa, iba a reinar un silencio incómodo. No tenía ni idea de lo que había ocurrido pero esa cercanía y el acceso que tenía a sus emociones me preocupaban.
— ¡Ah! — Solté todas las ramas cuando sentí que algo me había mordido la pierna.
Mientras me arrodillaba para que el estado de mi pierna, pude ver algo alejándose de mí.
— ¿Se encuentra bien? — Preguntó Said al llegar a mí.— Creo… Creo que me ha mordido una serpiente. — Le señalé el lugar por donde aquella asquerosa se había ido y fue a ver si representaba un peligro o no.
— Ah…— Exhaló con fuerza. — He temido por nuestra vida. — Me riñó. — No es más que una serpiente, no morirá.
— ¿Yo que sé? En mis tiempos no me dedico a ser mordida por serpientes para ver si muero y lo destruyo todo. — Sus comisuras se alzaron levemente al mismo tiempo en que revisaba mi herida.
— Iré por agua y por hierbas que puedan ayudarla, no se mueva. — ¿Acaso se burlaba de mí?
— ¿A dónde voy a ir? — Le pregunté, molesta y adolorida.
— En búsqueda de otra herida, caer en el nido de animales venenosos o a ser la presa de algún salvaje. — Sonrió un poco para hacer énfasis a su burla. — No lo sé, usted siempre se encuentra en peligro.
— ¿Gracias a quién? Vaya a buscar aquello que mencionó antes de que pierda la paciencia, por favor. — Said se puso de pie y se alejó hacia no sabía dónde.
Al menos no nos habíamos chocado con la fría pared del silencio incómodo, eso era un avance.Me dolía la pierna y aunque él había dicho que no tenía nada que tener, no podía evitar pensar en lo que sucedería con aquel lugar. Desde que había llegado no me habían ocurrido cosas buenas pero estaba segura de que no me apetecía ser una asesina de masas.
Debía ocultarme bien de Umeth si deseaba que todos estuviéramos bien.
Said volvió poco después con todo lo necesario para limpiar la herida y evitar que se infectara o al menos eso decía él. Se notaba que nunca había limpiado una herida porque sus movimientos eran torpes y en ocasiones algo brutos y sin embargo, no me quejé. Él pese a ser un inexperto lo estaba intentando y eso era algo que debía agradecerle.
Tal vez lo hacía para evitar que su época cayera en la desgracia pero aun así estaba agradecida.
— Gracias. — Murmuré, sintiéndome inexplicablemente avergonzada.— Mi deber es protegerla. — Sí y no. Si quería seguir caminando sobre sus tierras y se arrepentía de haberme expuesto a Umeth, sí lo era pero si no era por eso, no tenía porqué hacerlo.
No era su deber y yo lo estaba prácticamente obligando a ello, a arriesgar su vida para intentar salvar la mía y vivir todos felices. Me sentía como la villana de la historia y no era para menos. Solo bastaba con un poco de veneno, espada o una flecha, para que se acabara mi vida y comenzara la tortura de personas inocentes.Yo no debía estar ahí, por eso no comprendía el motivo por el cual Dalila y Elizabeth me habían enviado. Tal vez no les agradaba y habían hecho eso para deshacerse de mí pero aquello no tenía lógica, no en mi cabeza.
Elizabeth de Edevane era una mujer amorosa, compasiva y se preocupaba por los demás antes que por ella misma. Por otro lado estaba Dalila, ella era un poco impulsiva y mal hablada pero era un maravilloso ser humano que defendía a todo aquel que lo necesitaba.
No, ellas no podían haberme enviado para morir.
— ¿Leigh? — Su voz me había devuelto a la realidad.— ¿Eh? ¿Qué ocurre? — No entendía porqué su mano estaba extendida hacia mí.
— Le he dicho que la ayudaría a ponerse de pie y también le pregunté si se encontraba bien. — Rápidamente tomé su mano para incorporarme y luego, sacudí los ropajes para quitar los restos de polvo y grama que pudiera haber quedado en él.
— Gracias y sí, estoy bien. — Said asintió aunque su mirada entrecerrada me daba a entender que no me había creído.
— Si desea llorar puede hacerlo pero debo advertirle que si eso ocurre me daré la vuelta. — ¿El señor no soportaba ver a una mujer llorar?
— ¿Por qué lloraría? — Fruncí el ceño al darme cuenta de que realmente se había dado la vuelta pero me observaba por encima del hombro.
— Luce como si quisiera llorar. — Habló como si se tratara de algo obvio. — También podría hacerlo por lo que vivió en la villa.
No, no quería o necesitaba llorar. Durante mucho tiempo me había ahogado con mis propias lágrimas mientras me preguntaba el porqué de muchas cosas. Sin embargo, después de un tiempo mi corazón se había vuelto de acero y mis emociones habían sido encapsuladas mientras Umeth hacía conmigo lo que quería.
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Mariposa Viajera© EE #4 [BORRADOR]
Fantasy💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Cuarto libro de la saga EE.• •No es necesario leer los primeros tres libros pero si deseas entender algunas cosas que se mencionan de las otras historias...