AFTER PARTY

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Por fin salimos. Él estaba inquietantemente silencioso. Normalmente me hablaría de que charló con el gerente de tal empresa o con el director general de tal otra y yo le miraría con una sonrisa y asentiría a todo lo que dice a pesar de no estar escuchándole. Entramos en el coche que la empresa había puesto a nuestra disposición para desplazarnos. A casa, por favor.

¿Qué? ¡No! El conductor detuvo el amago de pisar el acelerador que hizo. ¿Cómo que a casa? ¿Qué pasa con la after party? Exclamé. Él apretó la mandíbula como siempre hacía al enfadarse y ni se molestó en mirarme.

No pienso ir a la fiesta de una asquerosa lesbiana. Sentí la temperatura descender 10 grados bruscamente.

¿Qué? Dije con un hilo de voz.

Ya me has oído. Nos vamos a casa. El conductor volvió a hacer el amago de pisar el acelerador, pero yo abrí la puerta del coche para evitar que arrancara. ¿Qué estás haciendo? El enfado en su tono de voz era obvio.

¿Qué estoy haciendo yo? Mejor pregúntate qué es lo que estás haciendo tú. ¿Te estás oyendo?

Yeo Jin, cierra la puerta y vámonos a casa, por favor. No quiero discutir contigo. Y lo hice, cerré la puerta, pero no sin antes salir del automóvil. ¡Caminé alejándome mientras miraba la carretera, tenía que pasar alguno en cualquier momento... ¡Yeo Jin! ¡Vuelve aquí! Escuché su voz detrás de mí, había salido del automóvil y me estaba siguiendo. Pronto vi un taxi. Me acerqué a la carretera y levanté el brazo para llamarlo. ¡Yeo Jin! Volví a escucharlo. El taxi frenó delante de mí y entré.

Arranque! ¡Rápido! Grité para acelerase antes de que mi esposo me alcanzara. Por suerte no lo consiguió. Miré por la ventanilla como desaparecía a medida que nos alejábamos.

¿A dónde quiere que le lleve? Escuché decir al conductor.

Ah... sí, claro... Por suerte mi esposo me había repetido un par de veces dónde era el after party. Uno de los hoteles más lujosos del centro de Seúl. Parece que la marca para la que trabaja Olivia no se anda con tonterías. Le digo el lugar y 20 minutos más tarde ya estamos allí.

Miré hacia arriba. Un edificio alto y decorado de forma clásica, estilo europeo. Parece que ni cuando eligen los lugares renuncian a su origen francés. Irónico que una de sus diseñadoras sea coreana.

Me acerqué a la entrada. Sí, sin ninguna duda era aquí. Cientos de personas en traje y vestidos elegantes. Ví a una chica occidental en un vestido palabra de honor color mostaza, horroroso. Ya la había visto antes durante los snacks. Entré al vestíbulo del hotel. Todo estaba perfectamente señalizado para llegar a la sala donde se celebraba. Llegué a la puerta y me disponía a entrar cuando...

Entrada ¡Mierda! Lo había olvidado... La tenía mi marido. ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Fingí que buscaba en mi bolsillo. Quizá si hacía un poco de teatro...

Mierda... creo que... la he perdido

Sin entrada no se puede pasar

Pero...

Sin entrada no se puede pasar Repitió, esta vez en un tono más serio. Lo miré a los ojos por primera vez. Era más alto que yo y era como cuatro veces más ancho. Mejor no hacer que se enfade.

Déjala pasar Justo cuando me di la vuelta para marcharme escuché una voz detrás. Me volví a girar y allí estaba. Melena azabache, ojos de lobo, labios rojos con forma de triangulo y distinta ropa ¿Se había cambiado? También llevaba un vaso en la mano, al que dio un trago sin dejar de mirarme.

Le agradecí. Ella se giró y entró. Yo la seguí, no sin antes echar una mirada burlona al gorila de la puerta. Unas escaleras descendían hacia un local subterráneo.

¿YABOSEYO?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora