𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝘂𝗻𝗼.

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Dicen que le gusta pasar un buen rato, él cobra vida a medianoche (cada noche). Mi mamá no confía en él (ay, Dios mío). Él solo está aquí por una cosa.
My oh my - Camila Cabello.
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Gemidos y jadeos eran lo único que podía escucharse en aquel cuarto de baño, dos cuerpos sudorosos sumidos en una ardiente pelea de pasión. El pelinegro sujetando con fuerza las caderas de la chica enterraba sus largos dedos en la blanca piel mientras se impulsaba más en su interior. Y es que en medio de aquella reunión tan aburrida llena de diplomáticos, ministros, etc., agradecía haber tenido la suerte de tropezarse con la hija del embajador de Japón, una hermosa chica de piel nívea, cabello rojo como el fuego y cuerpo esbelto quien no dudo ni dos segundos en responderle si al chico cuando este le propuso un rato a solas.

Sintió su vientre bajo tensarse causándole una deleitable sensación de éxtasis en todo el cuerpo, en un jadeo susurrante le pidió a la chica que se sostuviera fuerte del lavatorio de mármol al tiempo que embestía con más impetu hasta llegar, soltando en un gemido ahogado, a su momento de grato placer. Se dejó caer exhausto sobre la espalda de la chica. Los dos respirando forzadamente buscaban conseguir el aliento que se habían robado durante esa exquisita media hora de sexo.

El chico se recompuso acomodando sus bóxer negros de Calvin Klein junto a sus pantalones de vestir metiendo su camisa blanca de seda dentro, abrochó el cinturón y acomodó mejor su saco negro de satén al colocarse dicha prenda viéndose al espejo una vez peinó su azabache cabello con las manos en un movimiento que a la chica le resultó demasiado sexy, derrochando así sensualidad y sexualidad.

—Espérame, necesito arreglarme, salgamos juntos —chilló la pelirroja colocándose las bragas y acomodando la falda de su vestido. El pelinegro volteó con una sonrisita cínica en sus labios antes de abrir la puerta.

—Tranquila corazón, es mejor que no nos vean salir del baño juntos  —replicó tomándola de la barbilla— qué explicaciones les daremos a nuestros padres, qué nos liamos, qué nos echamos un polvo y ya. No creo que a tu padre le guste o, ¿si?

La chica totalmente avergonzada y asustada negó velozmente con la cabeza.

—Eso creí, nos veremos por ahí, pequeña.

Estampó sus labios velozmente en los de la fémina, quien parecía volar en las nubes ante las palabras y movimientos del otro. Se marchó sin mirar atrás. Caminó devuelta al salón con su andar elegante y suspicaz siempre llamando la atención de cualquiera que lo viera pasar.

Y es que nadie quedaba exento de observar la belleza que Jeon JungKook se cargaba y por el cual casi siempre era envidiado por los hombres y amado por las mujeres. A sus veinticuatro años de edad era una personalidad reconocida, pretendido, querido y deseado en la alta alcurnia de Corea del Sur.

Exudaba belleza, personalidad y poder en cada poro de su bronceada piel. Pero no, no por ser un  modelo fashion, artista destacado o actor del momento, no. Sino por ser el hijo del presidente del país. Uno que puertas adentro, era la inminente decepción de su padre mientras que por fuera, eran la familia más tradicional, ejemplar y elegante del país, la más envidiada.

El pelinegro caminó entre medio de aquellas personalidades y diplomáticos con aires de superioridad arreglando su saco una vez más, peinó su oscuro cabello largo en ondas recibiendo más atención del plantel femenino que suspiraban con su andar, él obviamente no quedándose atrás, les sonreía inocente guiñándoles el ojo coquetamente.

𝙀𝙡 𝙝𝙞𝙟𝙤 𝙙𝙚𝙡 𝙥𝙧𝙚𝙨𝙞𝙙𝙚𝙣𝙩𝙚. [J.JK] COMPLETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora