𝗖𝗮𝗽í𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗱𝗼𝘀.

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El sueño acogedor lo mantenía envuelto en una paz sublime, paz que se acabó cuando azotaron de un golpe la puerta de su habilitación

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El sueño acogedor lo mantenía envuelto en una paz sublime, paz que se acabó cuando azotaron de un golpe la puerta de su habilitación. Cayó de la cama golpeándose duro contra el piso sosteniendo a duras penas las sábanas blancas sobre su cuerpo -dormir solo en bóxer o sin ellos era costumbre.

—¡Qué diablos!

Las pesadas cortinas fueron removidas con algo de brusquedad dejando entrar al interior de la morada la luz del refulgente sol.

Jeon Jung-suk con sus manos detrás de su espalda, miraba con un rictus extremadamente hosco a su hijo, quien aún se mantenía en el suelo. El hombre detalló a su primogénito deteniéndose en los tatuajes que este poseía en el brazo derecho —una vergüenza, una deshonra— su cuerpo musculoso por las tantas horas de ejercicio, la desastrosa imagen todavía en el suelo somnoliento y despeinado. Su hijo tenía atractivo y eso no lo podía negar, muchas veces se había beneficiado de aquello y mientras pudiera, lo seguiría haciendo.

—¿Quieres que te traigan el desayuno a la cama? ¿te bañen con pétalos de rosas?

—No estaría tan mal —murmuró divertido sobándose los ojos.

—¡Maldito mocoso del demonio! —gritó, su rostro obteniendo un rojo furioso— levántate de una vez, vago. Me das vergüenza, me tienes cansado con tu actitud inmadura.

—¡Entonces porqué no te deshaces de mi de una maldita vez! —respondió saltando del piso teniendo frente a frente a su padre— si tanto asco te doy, deshazte de mi.

El hombre intentando calmar sus nervios o el impulso por hacer algo de lo cual luego se arrepentiría, peinó sus cabellos para atrás sin cambiar nada, pues siempre llevaba un impecable peinado.

—No sobrevivirías al mundo real JungKook-ie, terminarás muerto antes de tiempo —comentó con sorna.

—Sera eso o que si me voy se te cae la pantalla de familia perfecta que quieres hacer notar en nuestro país.

La sonrisa que su padre tenía se desvaneció despacio, exhaló aire en profundidad para no golpearlo allí mismo, los dos en una guerra de miradas imposible de ceder.

—Desde abajo se pueden escuchar los gritos  de ambos —se detuvo la mujer en el umbral de la puerta al percatarse del panorama, del panorama del cuerpo desnudo solo en bóxer de su hijastro, tomó aire intentando no mirar demasiado— les pido que se calmen, por favor.

Ambos en completa terquedad seguían desafiándose con la mirada, respirando con dificultad. El primero en desistir fue el señor Jeon quien miró a su esposa aún parada en la entrada de la habitación.

—El señor Cha te está esperando abajo con su equipo —comentó la mujer a su esposo.

El señor Jeon miró de soslayo a su hijo caminando hacia la puerta, dejó un beso en la frente de su esposa antes de marcharse, dejándola sola con el pelinegro quien la miraba fijamente sin emoción alguna en su joven rostro.

𝙀𝙡 𝙝𝙞𝙟𝙤 𝙙𝙚𝙡 𝙥𝙧𝙚𝙨𝙞𝙙𝙚𝙣𝙩𝙚. [J.JK] COMPLETA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora