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Como es de esperar, después de la juerga de anoche hoy estoy hecha polvo. Tengo la boca seca y en mi cabeza se ha confinado un carnaval brasileño aporreando sin cesar sus timbales.

Colores... Percibo por todas partes colores que me ciegan; esto no debe ser bueno.

Me siento en el sofá como una abuela de avanzada edad, arropada únicamente por mi manta de lana, mientras que con ambas manos sostengo una enorme taza de café humeante. Ni siquiera enciendo el televisor, no tengo fuerzas.

Bostezo. ¡Dios, que sueño tengo! Miro hacia la mesa del comedor y veo a Mónica corrigiendo exámenes sin levantar la cabeza del papel.

—¡AAAHHH!

Mónica y yo nos miramos. Elevo las cejas sorprendida y ella se encoge de hombros.

—¡AAAHHH! –grita Elena entrando en la habitación, se tira sobre el sofá y se refugia tras mi manta.

—¿Qué haces? –le pregunto con los ojos abiertos como platos.

—¡Oh, Anna! He visto una cosa monstruosa.

—¿Qué? –demando con impaciencia.

Nos mira a Mónica y a mí y susurrando muy bajito, añade:

—He visto la anguila de un solo ojo, pero no es una anguila sino... ¡Una boa!

—¿Te has tomado algo, Elena?

Empieza a reír como una posesa, está completamente roja. Antes de continuar, se toca la cara con nerviosismo.

—Le he visto la pichurra a Lore. Es... ¡Enorme!

—¡¿En serio?!

Mónica y yo nos miramos sonriendo y, juntas, gritamos:

—¡¡¡Lore!!!

No aparece, así que las tres nos levantamos de un salto para ir en su busca. Llegamos a su habitación y lo encontramos planchando la camisa que se pondrá mañana; aún no se ha vestido y tiene la toalla enrollada a la cintura.

—¿Qué? –Nos mira con miedo y nosotras sonreímos con malicia.

—Lo siento Lore, tenemos que verla –añado con picardía.

Lo bueno de todo esto es que el dolor de cabeza se ha esfumado de repente.

—¡¿Qué?! ¡Por supuesto qué no, chicas! ¿En qué coño estáis pensando?

—¡Vamos, enséñasela! ¡Saca a la boa de su cueva! –Le anima Elena moviendo los dedos como si hiciera magia.

—Lore... –Niego con la cabeza–. No puedes ocultarnos a un inquilino más sin que nos demos cuenta. –Nos acercamos para intimidarle sin parar de reír, deja la plancha en su sitio y retrocede lentamente.

—¡Stop! ¡Quietas ahí, ni un paso más!

Nos esquiva, pero somos mayoría; esta batalla la tenemos ganada.

—¡A por él!

Corremos para atraparle, pero él se mueve más rápido y escapa corriendo por el pasillo dejándonos atrás. Entre risas le perseguimos, le acorralamos en el comedor teniendo la precaución de bloquear todas las salidas. Ahora no tiene escapatoria.

—Vamos, Lore, no seas tímido... –Se me escapa una risita malévola mientras me acerco.

Se ríe, advierte que está atrapado y se rinde, no le queda otra que levantar las manos y concedernos la victoria.

—Está bien, ya que no vais a daros por vencidas, hagamos esto de una vez.

—¡Vamos! –insistimos entre carcajadas.

Lore suspira, niega risueño con la cabeza y, de un firme movimiento, retira la toalla dejándola caer al suelo con la misma elegancia que un Adonis griego.

—¡La leche, Lore! ¿Dónde escondes todo eso?

Reímos como locas y él se encoge de hombros en actitud divertida.

—La reservo para alguien especial, ya sabes –responde a modo de mofa.

—¡Es brutal! Como poco debe medir unos dieciocho centímetros, ¡y eso sin estar erecta! –dice Mónica, ajustándose las gafas al puente de la nariz mientras se acerca a la "cosita" de Lore.

—Dieciocho y medio en reposo –corrobora él, muy pagado de sí mismo.

—¿Se puede tocar?

No puedo más y, tras el espontáneo comentario de Mónica, vuelvo a estallar en carcajadas que se intensifican tras ver la cara de asco que ha puesto Lore.

—¡Ni lo sueñes, reina! Se mira, pero no se toca.

—¡No hay derecho! –espeta Elena, dejándonos a todos impresionados–. Tanto potencial tirado a la basura sin que haya ninguna mujer que pueda disfrutarlo.

La miramos, la miramos, la miramos..., y luego reímos todos a la vez. Estos arranques suyos son una pasada; aunque por desgracia no hay muchos, y eso es una verdadera lástima.

—Sois unas guarronas desesperadas. A ver si voy a tener que denunciaros por acoso...

—¡Aish, Lore! Si solo fuera por acoso sexual... Tal y como estamos las tres, incluso podríamos cometer un delito más grave.

Las carcajadas no dejan de fluir mientras nos resistimos a apartar la vista de esa enorme boa que esconde Lore entre sus piernas. Cuando por fin vuelve a cubrir su intimidad, tapándola de nuestras miradas indiscretas, regresamos a nuestros quehaceres, aunque algo acaloradas tras lo que acabamos de presenciar. Ahora tenemos un nuevo motivo al que recurrir en las noches de soledad.

—¡Madre mía...! No me puedo quitar de la cabeza el aparatito de Lore...

Miro a Mónica y le dedico una sonrisa.

—Sí, yo también me he quedado traspuesta, eso tan grande ahí colgando asusta.

—Pero ¿eso es normal?

Suspiro.

—Sinceramente, no lo creo.

Como era de esperar, Lore y su juguetito es el tema de conversación durante toda la tarde, y revivimos la situación una y otra vez desatando nuevas risas. Sin duda lo pasamos bien cuando estamos juntas, no hay lugar para el aburrimiento ni la monotonía en casa. ¿Se puede pedir más?

Fuego VS HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora