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Ha amanecido y me encuentro algo revuelta, el vivo recuerdo de lo acontecido anoche campa a sus anchas por mi mente estremeciéndome. Abro los ojos, James sigue aquí, a mi lado, durmiendo como un bebé; parece tan inocente con su boquita entreabierta emitiendo un casi imperceptible ronquido... Sonrío mientras me deshago despacito del nudo que sus brazos han formado a mi alrededor. Me quedo muy quieta cuando él se mueve ladeándose en dirección opuesta; sigue dormido.

Me levanto, cojo la toalla para cubrir mi desnudez y salgo de su habitación intentando hacer el menor ruido posible; aunque antes, cojo la tarjeta que descansa sobre el mueble de mármol que hay junto a la puerta.

¡Por Dios, parezco una bruja a la que una bandada de pájaros ha atacado salvajemente!

Tras tomar mis vitaminas, me meto en la ducha para lavarme a conciencia, en cuanto termino, dedico el tiempo necesario a mi cabello, la plancha me ayuda a dominarlo, dejándolo liso, suave y brillante. Me maquillo y me pongo un vestido de colores vivos. Me calzo unos zapatos de tacón alto, una chaqueta y me cruzo el bolso sobre el pecho antes de dirigirme nuevamente a la habitación de James. Abro con la tarjeta que he cogido antes y entro decidida; ahí está, desde que me fui, no ha vuelto a moverse.

Me entran unas ganas locas de comérmelo ahora mismo, pero no, en su lugar, pienso darle un susto de muerte; es más mi estilo. Me acerco sigilosa a él, como una pantera tanteando a su presa antes de embestir y, en cuanto estoy cerca, emito un grito de guerra y me lanzo sobre él. Empiezo un ataque frenético de besos por todas las partes a las que llego de su cuerpo. Se incorpora extrañado, dando un respingo, su desconcierto me hace reír mientras sigo empeñada en atacarle de esta forma tan peculiar. En cuanto recobra el aliento, empieza a reír y me abraza fuerte, haciéndome girar hasta tenerme debajo de él.

—¿Siempre tienes esta energía por las mañanas?

—¡Incluso más! –espeto risueña.

—Vaya, te has arreglado y todo.

—Sí, ha sido un acto de consideración hacia ti, si me llegas a ver un poco antes, del susto que te pegas sí que te quedas tieso en el sitio.

Se ríe y me planta un rápido besito en el cuello.

—¿Qué hora es?

—La una del mediodía.

—¿La una? ¿Has desayunado? –me echo a reír; él y sus horarios para todo.

—Creo que nos hemos saltado el desayuno.

—¡Ufff! –Rueda hacia un lado y se sujeta la cabeza–. No recuerdo haber dormido hasta esta hora en toda mi vida.

—¿Qué más da? Anoche nos acostamos tarde, no tenemos nada que hacer. –Se gira para mirarme.

—Aun así, no me gusta dormir hasta tan tarde.

Se levanta, me mira y se rasca la cabeza; está desorientado. Observo desde la cama su imponente cuerpo desnudo mientras camina hacia el mueble que hay junto a la puerta para coger su teléfono móvil. Lo enciende, abre algunos mensajes y escribe rápidamente con el pulgar antes de darle a la tecla de envío, seguidamente, vuelve a depositarlo sobre el mueble.

—Iré a cambiarme, es hora de comer.

—¿Comer a la una del mediodía? ¿También tomaremos el té a las cinco de la tarde, Lord Orwell? –Sonrío con recochineo y él me dedica media sonrisa pícara.

—Pues mira, no estaría mal. Echo de menos el té –confirma mientras se mete en el cuarto de baño.

Escucho el agua correr, miro hacia el techo y empiezo a juguetear con los dedos sobre la cama; me aburro.

Fuego VS HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora