29

553 78 3
                                    


Hoy es el último día antes de las vacaciones. Al final, no he podido encontrar un pretexto lo suficientemente convincente para negarme a acudir a la invitación de empresa. La gente no puede estar más contenta, así que, aunque solo sea por eso, no me arrepiento de haber venido y verlos a todos reunidos, después de haber superado unos momentos tan difíciles. Con mi vestido de gasa azul verdoso, ese que tiene una fina rejilla transparente que cubre mi espalda con unas florecillas y hojas bordadas de forma sensual, entro en la recepción del hotel con la cabeza bien alta. Enseguida me saluda Marcos que, como yo, acaba de llegar.

—¿Qué tal, Anna? ¡Estás muy guapa!

—Gracias. Es una ocasión especial, ¿no?

—Supongo. Ya puedes aprovechar ya... no sé cómo se le ocurre al jefazo organizar algo así cuando la empresa a duras penas se sostiene en pie.

—Ya sabes, extravagancias de estos ricachones, no saben ser pobres.

—La gente como ellos jamás será pobre, al menos este tiene la decencia de compartir un poco de su fortuna con nosotros, no recuerdo que el otro nos invitara a nada.

En eso tiene razón. Inclino la cabeza sorprendida por su argumento.

—¿No ha venido Vanessa? –dice al darse cuenta de que voy sola cuando siempre estamos las dos juntas.

—No, su hijo tenía una representación en el colegio.

—Es comprensible, cuando tienes hijos tu tiempo de ocio no es que se reduzca a la mitad, simplemente deja de existir.

Me echo a reír.

—¿Lo dices por experiencia?

—Sí, aunque las mías ya están creciditas; la pequeña tiene diez.

—¡Vaya, pues sí que has corrido! ¿Cuántos años tienes?

Sonríe.

—Cuarenta y tres, el ecuador de mi vida.

—Está bien eso.

Nos colocamos en el centro de la sala mientras seguimos conversando. Marcos es un buen hombre, se nota a leguas aunque se empeñe en mostrar frialdad, distanciamiento y excesiva profesionalidad en el trabajo. En momentos como este, en los que logra relajarse y se esfuerza por relacionarse con todos sin distinción, es cuando verdaderamente te das cuenta.

Se respira un buen ambiente entre los compañeros, es la primera reunión extra laboral que tenemos, al menos desde que yo empecé a trabajar aquí. Jamás habíamos hecho una cena de empresa ni una quedada a gran escala, y es que, aunque seamos pocos, no tenemos mucho contacto los unos con los otros.

Mientras esperamos a que James nos dedique unas palabras, me atrevo a observarle. Ha vuelto a sus trajes sueltos, sin forma ni gusto, es obvio que le viste su novia, lo que no entiendo es por qué quiere esconderle entre esas prendas de ropa, que bien podría usar mi padre de aquí a cincuenta años. Transcurridos unos segundos, cuando el grupo ha empezado a callar progresivamente, nos dedica un pequeño discurso. Con esto queda inaugurada una nueva etapa en la empresa, en la que él va a estar al mando. Nos anima diciendo que se acercan momentos de cambios, de novedades, menciona el dichoso anuncio que se estrena después de las campanadas en Antena 3 e incluso le pone algo de emoción al decir que nos sorprenderá a todos. Me pongo como un tomate al pensar en la reacción que tendrán mis compañeros cuando vean que la chica que aparece en la publicidad soy yo. Por último, nos desea unas felices fiestas y una buena entrada en un año repleto de cambios positivos para todos, espera. Pero nos quedamos de piedra cuando, tras su discurso, nos señala con la mano una mesa repleta de botellas de vino con lazos rojos, invitándonos a coger una antes de marcharnos; sin duda, es un gran detalle.

Fuego VS HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora