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Martes por la mañana. Me despierto y arrastro los pies hacia la ducha. Aún estoy perezosa, pero una vez me meto bajo el agua tibia comienzo a activarme. En cuestión de segundos, empiezo a cantar una canción de Pablo Alborán con acento andaluz.

Y tú y tú y tú, solamente tú

haces que mi alma se despierte con mi luz

Y tú y tú y tú, solamente tú

nanananananana nana...

Salgo de la ducha, me pongo mis vaqueros ajustados y una camisa azul cielo que queda genial con mi bronceado, me aliso el pelo hacia un lado dándole un toque rebelde y me maquillo. Como cada día tomo mis vitaminas a toda prisa, hago café y corro hacia el metro.

—Buenos días, Anna. ¡Qué buen polvo te dieron, niña!

—Buenos días, Pol, en cambio a ti... –Chasqueo la lengua–, parece que te hayan dejado en cuarentena. –Entro riéndome en el ascensor tras observar su cara de asombro, y subo hasta el séptimo piso.

Corro hacia mi mesa y miro el reloj de la pared; las 9:02; bueno, mejor que ayer.

—Buenos días, Vanessa, ¿alguna novedad?

—No, todo despejado por el momento.

—Bien.

Empiezo a clasificar documentos. El laboratorio encargado de la distribución del producto en España es Boots. Nuestra empresa está pactando con ellos para ampliar la gama de bronceadores y cambiar el formato de los envases para que sean más fáciles de llevar, incluso de aplicar. Al parecer intentan modernizarse un poco, ¡ya iba siendo hora!

Realizo unas cuantas llamadas a Boots para presionarles con el tema de la presentación de los nuevos productos. Contacto con la sucursal en Inglaterra pensando que la atención será más rápida y, después de hablar con más de diez personas, por fin logro que me confirmen que, en menos de un mes, nos enviarán unas muestras. A continuación, me pongo con los temas de publicidad, contrasto tarifas de diferentes empresas, las anoto en el ordenador y les digo que volveré a ponerme en contacto con ellos en cuanto tenga el nuevo producto en mis manos.

La faena acumulada parece que no tiene fin, y contabilidad no para de llamarme porque las cuentas últimamente no cuadran, me entra el estrés y solo espero que las nuevas modificaciones nos aporten beneficios. Llamo a los distribuidores y a los representantes de la marca, instándoles para que contacten con más establecimientos que quieran vender nuestra firma. Bajo mi punto de vista, no solo debería venderse en farmacias, hay productos como las toallitas aceleradoras del bronceado, o la crema autobronceadora, que bien podrían distribuirse en tiendas de cosmética especializada.

Cuando por fin llega la hora del almuerzo, cojo a Vanessa del brazo y tiro de ella para ir al bar de enfrente; necesito un descanso.

—Hola, Mónica, ¿hace mucho que has llegado?

—Diez minutos. ¿Cómo ha ido el día?

—Bueno, como siempre, un puñetero caos.

Vanessa sonríe.

—Yo sigo estando nerviosa por lo del cambio de jefe...

Hago una mueca.

—Por favor, Vane, hoy no... –La interrumpo.

Entiende mi cansancio y, esta vez, es ella quien cede sin hacer ningún comentario al respecto.

—Por cierto, chicas, tengo una cosa que contaros... –Empieza Mónica, haciéndose a un lado para que el camarero deposite nuestro desayuno sobre la mesa; puesto que ya nos conoce, no le hace falta preguntar.

Fuego VS HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora