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Pasa una semana más en la que intento esquivar todo lo posible a mi jefe y a esa arpía de Alexa. Es inevitable que cuando la veo desfilar desde el ascensor al despacho de James, acuda a mi mente la música de uno de los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente y una voz en off describiendo la fauna que capta el objetivo de la cámara. Creo que leí una descripción hecha por Alex Blame sobre la fauna peninsular que me hizo mucha gracia, era algo así como:

"Debido a sus cuerpos y extremidades extremadamente largas, su cabeza pequeña y ojos grandes y desproporcionados, todos los taxónomos coinciden en clasificar a estos curiosos especímenes dentro del orden de los Fásmidos, más vulgarmente conocidos como insectos palo.

La vida de estos insectos, aunque brillante salvo excepciones, es bastante fugaz. Son unos animales muy sensibles y difíciles de mantener, ya que sufren todo tipo de enfermedades terribles como la celulitis, arrugas y/o verrugas, y la ganancia de peso, que son enemigos mortales de esta especie.

Su dieta es, casi en su totalidad, vegetariana y muy escasa, y practican la regurgitación de la comida en repetidas ocasiones. Aunque los científicos no han podido ponerse aún de acuerdo en las razones de este comportamiento, se cree que puede deberse a complejas formas de eliminación de comida sobrante.

Las capas que muestran suelen ser muy variadas, pero todas son vistosas y cambiantes, y a diferencia del resto del mundo animal, suelen ser las hembras las que llevan los colores más vistosos para atraer a los machos en los sitios de moda y en fiestas VIP, donde eligen a su pareja por su aspecto y el bulto que hace su billetera. No es común, pero se han dado casos en que la hembra se ha comido al macho después de aparearse".

Lo que te espera, James... Se me escapa la risa tras esa acertada descripción que ahora me ha venido a la mente. Intento tomármelo así para que me resulte más llevadero, a estas alturas no puedo ocultar que Alexa me cae mal. ¡No se puede ser más mala! Desde que sé lo que trama, aún me cae peor, creo incluso que ese odio es mutuo, porque no se puede decir que ella me mire como a una secretaria más de la empresa.

Les observo salir cada tarde a los dos juntos y se me revuelven las tripas, a veces él se para a mirarme, me busca incansablemente esperando una respuesta por mi parte, pero corresponder a su demanda no es una opción.

Cada día esta situación me resulta más dura, siento que estoy más lejos de él y más terreno gana ella con ese empeño suyo de seguirlo a todas partes. Sé por qué, tiene miedo de mí porque ha visto mis pósteres repartidos por toda la oficina y los anuncios que cada día invaden los canales de televisión. Por suerte, la campaña no podía ir mejor, al menos tendrá un buen fondo para compartir con su futura esposa.

En cuanto llega el final de mi jornada, recojo mis cosas y me cuadro frente al ascensor; últimamente soy siempre la última en salir de la oficina. Se abren las puertas y me encuentro a James, solo. Me pego un susto de muerte, pero no digo nada y me meto dentro; él, en lugar de salir, se queda conmigo. No sé hacia dónde mirar, no cabe ninguna duda que me he puesto nerviosa.

Como ya es habitual, son muchos los sentimientos contradictorios que me inspira, y yo no soy capaz de contener el torrente de emociones que me embargan cuando vuelvo a tenerlo tan cerca, sin testigos que nos cohíban. Suspira, alza su dedo índice y presiona el botón de parada del ascensor. Tardo unos segundos en comprender lo que está pasando y reaccionar.

—¿Qué haces? –Pregunto asustada.

—Detener el tiempo.

—¿Cómo dices?

Le esquivo, intento dirigirme a los botones del cuadro y pulsar el de la planta baja, pero él retira mi brazo antes de que logre llegar a mi objetivo.

—Aquí solo estamos tú y yo, no existe nadie más.

—¿Y qué pretendes decir con eso? –Pregunto a la defensiva haciéndome la ingenua.

No me contesta, alza una mano y pasa sus largos dedos entre mi cabello. Y ahí están otra vez esas dichosas cosquillas, las que me provoca con cada cosa que hace. Mi corazón late audible contra mis costillas y el aliento se me queda atascado en la garganta, pero debo mantenerme firme y no ceder, pese a que le deseo, le necesito, le echo muchísimo de menos y... ¡A la mierda todos los impedimentos, que la vida son dos días!

Le cojo por sorpresa cuando me tiro literalmente a por un beso, trabo mi boca a la suya con un afán casi febril, no es deseo en absoluto, se trata de pura necesidad agudizada por el dolor que me causa no poder estar juntos. Sin dejarle apenas espacio para respirar, me muevo con insistencia desatando todo mi calor, que a su vez, se extiende por su cuerpo convirtiéndonos a ambos en una bola de lava incandescente. Percibo la presión de sus brazos al rodear mi cintura, y un segundo después, infiltra sus cálidas manos por debajo de la camiseta. Mi piel me traiciona y se vuelve de gallina, anhelando sus caricias.

Me quita la camiseta antes de volver a besarme, mientras me entretengo en desabrochar uno a uno los botones de su camisa y llevarla hacia los hombros para retirársela. Seguimos besándonos con desesperación, de forma dura, como a nosotros nos gusta. Entonces siento cómo sus manos me aprietan el trasero y lo masajean, luego recorre con las yemas de los dedos mi espalda hasta desabrochar el sujetador, liberando mis pechos. Se inclina para besarlos y yo echo la cabeza hacia atrás, simplemente se los entrego, como todo mi cuerpo, que no hace más que seguirlo a él en lugar de a mí.

En un ataque de locura me separo, poniéndome de rodillas frente a él, y desabrocho con urgencia sus pantalones hasta arrastrarlos hasta los tobillos; ahí está el motivo de todos mis desvelos. Sonrío y empiezo a lamer de esa forma que sé que le vuelve loco, me aferro a sus caderas y jugueteo con la lengua sobre su miembro, entornando las pestañas para mirarle a través de ellas. Cierra los ojos mientras emite un ronco jadeo; cuando vuelve a abrirlos, los percibo excesivamente brillantes, ardientes. Verle así me colma por dentro.

Me levanta con un enérgico movimiento y termina de desnudarme con prisas, mi respiración se altera, mi cuerpo se estremece y toda yo me deshago cuando él me da la vuelta, colocándome frente al espejo. Me alza ligeramente y me penetra desde atrás con una potente embestida, mientras una de sus manos agarra uno de mis pechos con firmeza. Coloco mi mano en el cristal poniendo cierta distancia entre este y mi cuerpo, mientras me dejo vapulear a su antojo. Nuestros ojos se encuentran en el reflejo, sé que verme así le pone aún más cachondo. Me inclino hacia atrás, recostando la cabeza en su hombro, dejándome dominar por todo ese placer y James, aprovecha para morderme el cuello. Grito, él gruñe, me penetra sin piedad una y otra vez, elevándome sin esfuerzo hasta que me dejo ir sintiendo como su insistente miembro cava un profundo hueco dentro de mí.

En cuanto terminamos, alza su rostro para mirar al frente y encontrarme en la superficie reflectante. Los dos estamos sudando, respirando con dificultad tras lo ocurrido. Con delicadeza, vuelve a depositarme en el suelo, agachándose a continuación para recoger mi ropa y entregármela.

Me visto como puedo, aún me falta el aliento, incluso la cabeza me da vueltas. James se retira el preservativo con sumo cuidado; no sé en qué momento se lo ha puesto, pero por suerte, uno de los dos tiene cabeza.

Cuando estamos más o menos presentables, vuelve a presionar el botón de la planta baja, se acerca a mi oído y susurra:

—Fantasía número uno cumplida.

Se me escapa una discreta risilla que intento contener a toda costa.

El ascensor se detiene y Pol se queda sin habla en cuanto nos ve. Salgo decidida del pequeño habitáculo mientras me peino con los dedos. Miro hacia atrás y sonrío, James me devuelve la sonrisa y las puertas vuelven a cerrarse. Posiblemente regrese al lugar de partida para recoger aquello que se ha dejado.

Antes de salir del edificio, bajo la atenta mirada del guarda de seguridad, digo:

—Esta vez sí, Pol, y ha sido sensacional.

Empieza a reír de forma descontrolada tras intuir a lo que me refiero y acompaño sus risas mientras me dirijo hacia la puerta acristalada con la cabeza bien alta. Sé que no dirá nada de lo que ha pasado dentro del ascensor, así que no me preocupa. Lo único que me impide vivir plenamente el recuerdo de esta aventura, es el arrepentimiento que intuyo que experimentaré mañana, pero como dice mi madre: "mañana queda muy lejos y ahora nadie me quita lo bailao".

Fuego VS HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora