8

1K 115 5
                                    

Me despierto feliz y descansada. Extiendo los brazos mientras avanzo por el pasillo en dirección al baño. Abro la puerta y me sobresalto al ver a Elena desnuda frente al espejo.

—¡Jesús! –exclama asustada tapándose al verme.

Cierro la puerta con rapidez, quedándome dentro con ella.

—Lo siento, es que me estoy meando –me excuso sentándome en la taza.

La observo mirarme a través del espejo, parece incómoda.

—¿Por qué te tapas tanto? Te aseguro que no tienes nada que no haya visto ya.

Elena sonríe y se quita la toalla para mostrarse ante mí con naturalidad. En cuanto me levanto, me coloco frente a ella.

—¡Cielo santo, cariño! ¡¿Qué es eso?! –exclamo señalando su pubis; ella lo mira con indiferencia.

—¡¿El qué?!

—¡Eso! –Vuelvo a señalar–. ¡Madre mía! ¡¿Es por una apuesta?!

—¡¿De qué hablas?!

—¿Por qué narices tienes ese matorral?

—¡Aish, Anna! Paso de depilarme, además, ya sabes lo que dicen, donde hay pelo hay alegría.

—Oh, cariño, no te ofendas, pero no creo que haya mucha alegría ahí. Hay que podar. Sí, creo que es tiempo de poda, que no haya jardinero no es excusa para no tener el jardín cuidado, así que esta tarde tú y yo nos vamos a un sitio para que te dejen como nueva. Hazme caso, verás qué diferencia.

—Pero ¿por qué? A mí me gusta así.

—No, no te gusta –la corrijo.

—¡Sí! –insiste.

— Eso es porque no has probado a hacerlo sin pelo. Es increíble, te lo garantizo.

—¡Pero si yo no tengo sexo...!

—No me extraña, si casi no puedes encontrarte el chichi entre esos vastos parajes.

—¡Pero mira que eres vulgar! –exclama entre risas.

—¡De vulgar nada! Hoy te convierto en una mujer nueva.

—¿Tú lo llevas...?

Su timidez me hace gracia.

—¡Por supuesto! ¿Quieres verlo?

Elena asiente y me bajo los pantalones para mostrarle mi depilado pubis. Se queda impresionada mientras lo examina con detenimiento, alza un dedo y acaricia superficialmente mi monte de Venus. La puerta del baño se abre de improviso y Lore contrae el rostro al vernos a las dos de semejante guisa. Nos apartamos y estallamos en carcajadas.

—Continuad chicas, como si yo no hubiese visto nada.

Cierra la puerta dejándonos a solas, pero la abro y le llamo para que vuelva a entrar.

—Estoy diciéndole a Elena que se depile, ¿tú qué dices?

—¡Sí, mi reina! –Coge las manos de Elena y la mira como si fuese a hacerle una gran revelación–. El pelo está completamente pasado de moda.

—¿En serio?

Lore y yo asentimos al mismo tiempo riéndonos de la cara de angustia de nuestra amiga.

—Pero es que... No sé... ¡si nadie lo ve! Además, de aquí a que tenga sexo con alguien...

—Esta noche queda solucionado ese tema –espeto abriendo el grifo del lavabo para lavarme las manos.

—No, Anna. Yo no puedo...

Sus ojos tristes me conmueven, pero no me doy por vencida.

—Está bien, sin hombres. Después de pasar por la esteticista, iremos a comprar un consolador para ti.

—¡¿Qué?! ¡Te has vuelto loca! –Se ríe.

—¡De loca nada! Loca te vas a volver tú esta noche en cuanto lo pruebes. –Sonrío.

—¡Sí! Os acompaño, también quiero un juguete para mí.

Las carcajadas resuenan por toda la casa, haciendo que Mónica acuda al baño tras escuchar nuestras escandalosas risas.

—¿Qué pasa? –dice desde la puerta sin atreverse a entrar.

—Vamos a comprar unos consoladores –digo sin más–. ¿Quieres venir?

Nos giramos todos en su dirección, expectantes a su reacción.

—¡Pues claro! Es justo lo que necesito en mi vida.

No sé si es ironía o no, pero lo cierto es que no hay más que hablar. Esta promete ser una tarde de lo más divertida.

Fuego VS HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora