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Mañana de Navidad.

Bajo las escaleras ilusionada, el cabreo de ayer se ha esfumado. Con mi habitual alegría, coloco debajo del pesebre (montado exclusivamente por mi madre), mis sobres regalo para ellos. Empiezo a cantar Navidad, dulce Navidad a vivo pulmón, hasta que acuden a mi llamamiento como abejas a la miel. Ellos también traen sus regalos y, con cuidado, los depositan al lado del mío.

Como es tradición, nos sentamos en el suelo sobre la mullida alfombra. Es curioso no esperar a Reyes para darnos los regalos, pero es que mi familia es así de rara: hay pesebre en lugar de árbol, y los regalos se hacen en Navidad en lugar de Reyes. En cuanto veo a James, giro el rostro porque no quiero saber nada de él; ya me está cansando tenerle siempre pegado como una garrapata.

—Bien, ¿quién va a ser el primero en abrir sus regalos...? ¡Vosotros! –les digo a mis padres con toda mi ilusión antes de entregar un sobre a cada uno.

—¿Qué será? –pregunta mi padre sonriente.

Juntos abren los sobres, mi madre tiene las entradas para ir a ver el musical de El Rey León, y mi padre, una reserva en un hotel de lujo y los billetes del AVE para ir a Madrid.

—¡Vaya! –exclama mi madre dando un bote de entusiasmo y gateando sobre la alfombra para abrazarme–. ¡Es genial!

—Un fin de semana en Madrid... –Mi padre no parece muy contento–. ¡En la capital!

—Papá, vamos, sabes que mamá se merece un poco de distracción. Además, es un hotel de cuatro estrellas con jacuzzi, piscina climatizada...

Asiente y acude a por uno de mis besos.

—Tienes razón, pequeña, nos viene bien una salida de vez en cuando. Muchas gracias.

Cruzo las manos ilusionada. Ahora me toca a mí.

—Toma, cariño...

Mamá me entrega una caja envuelta en papel de Bob Esponja y sonrío como una niña mientras lo desenvuelvo.

¡Es una colcha hecha por mi madre! Pero lo más interesante es que ha enviado fotos nuestras a algún sitio donde las han impreso sobre tela, luego ha cosido todos los fragmentos formando cuadrículas del mismo tamaño para crear una colcha original, diferente, ¡increíble! Mis ojos se llenan de lágrimas. Es una colcha de recuerdos, están todos los momentos más significativos de mi vida, desde mi nacimiento hasta mi graduación.

—¡Es preciosa, mamá! –Libero las lágrimas y me lanzo a sus brazos, siempre consigue que sus regalos me emocionen.

—Me alegra que te guste, he estado haciéndola durante mucho tiempo.

—¡Me encanta! Muchas gracias, de verdad...

—Aquí hay otra cosa.

Me entrega otra cajita, esta vez, sin envolver. La destapo y estallo en carcajadas. Es una bandera independentista creada a partir de chucherías. Me apasionan las golosinas y, cómo no, mi padre siempre tiene que poner su toque especial. Despego una tira de pica-pica que compone la bandera y me la meto en la boca.

—Mmmmmm..., está buenísimo. ¿Queréis?

Se echan a reír.

—Y ahora hay esto para ti, James. –Mi madre le da un pequeño paquetito.

Él se queda en estado de shock, no se lo esperaba, y yo tampoco, pero mi madre es así de cumplidora con todo el mundo. Nuestro invitado desenvuelve con cuidado el papel plateado hasta descubrir una bufanda gris, bonita, moderna y con buen gusto. Seguro que al estirado de James no le gusta.

Fuego VS HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora