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Hoy es domingo, y lo primero que hago al levantarme es buscar un espejo para mirar cómo evoluciona mi ojo. Si pensaba que tras haber descansado estaría mejor, me equivocaba; desde ayer no ha hecho más que empeorar. Elena dice que es normal; según ella, tiene que pasar por varias etapas en las que irá cambiando de color gradualmente hasta volver a la normalidad. Como no tengo mucho que hacer, decido tomármelo con calma; así que me paso el día durmiendo, comiendo, viendo la tele y mirándome el ojo, para variar. Por más que rezo para que se haya producido un cambio, no es así; de manera que no puedo hacer más que esperar a mañana y cruzar los dedos para que mi maquillaje sea lo suficientemente potente como para disimularlo.

Nada más escuchar el estridente pitido del despertador, corro hacia el baño. Después de un largo rato en la ducha, decido que con unos vaqueros negros y una camisa ceñida de color verde pistacho estoy genial; aunque con este ojo no hay nada que hacer, el maquillaje no ha cumplido con mis expectativas.

Tomo mis vitaminas, asegurándome de no confundirlas esta vez, y me preparo un café antes de correr hacia la boca del metro.

—Buenos dí... ¡¿Qué te ha pasado?!

Miro a Pol y me encojo de hombros.

—Un accidente.

—Ya lo veo... ¿Una nochecita salvaje?

—No tanto como la tuya. –Le guiño el ojo sano y entro en el ascensor.

Irrumpo apresuradamente en la oficina y voy hacia mi mesa. En ese momento, Vanessa sale de la sala de fotocopias y me mira. Su rostro palidece; sí, es por este dichoso ojo, lo sé.

—¿Qué te ha pasado?

—Un accidente, ya te contaré.

—¡Uufff...!, tiene pinta de doler.

—No te creas, ahora solo noto una leve molestia.

Miro atentamente los papeles que hay sobre mi mesa, entre ellos hay un post-it amarillo con una nota de Claudia, la chica que nos lleva la publicidad en Barcelona. Decido llamarla, ya que la última vez que lo hice no estaba y no pude hablar con ella. Aparte de ser una excelente profesional, la considero mi amiga. Es tan alegre y vital como yo, por eso conectamos enseguida, aunque nunca nos hemos visto fuera del trabajo.

—¿Con Claudia Pérez, por favor?

—¿De parte de quién?

—Anna Suárez, de Soltan.

—Un momento por favor, no se retire.

Espero.

—¡Anna, cariño! Me dijeron que llamaste, ¿cómo te va?

—Bueno, aquí andamos, nadando a contracorriente.

—Como todos, mi vida. Te comento... Acabo de terminar vuestro presupuesto, y si nos ceñimos a una campaña publicitaria para revistas resulta más económico; además, deberíamos tratar el asunto de poner una muestra del nuevo protector en cada ejemplar.

—Sí, pero eso supondría un coste adicional, y no sé si...

—Mira, haremos lo siguiente, te envío el presupuesto vía e-mail para que lo estudies con detenimiento y adjunto el nombre de algunas empresas que os podrían facilitar las muestras. Decidles que vais de mi parte y os harán un buen precio.

—¡Genial! Se lo propondré al jefe.

—¡Perfecto! Te lo mando ahora mismo, más no me puedo ajustar.

—No te preocupes, todos estamos igual. Por cierto, ve pidiendo provisiones de café, dentro de poco nos veremos.

—¡Cuando quieras, guapa! Sabes que aquí siempre eres bien recibida.

Fuego VS HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora