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—¡Mirad quién nos honra con su presencia! –Elena me coge de la mano haciéndome girar sobre mi propio eje, se ha dado cuenta de mi vestido nuevo–. ¿Qué has estado haciendo?

Sonrío y camino hacia el sofá. Nuestro apartamento es tan diminuto que mis compañeros no tardan en acudir a mi encuentro. Lore lleva puesto un delantal y está lleno de harina, Mónica sale de la cocina poco después, también con las manos blancas.

—¿Qué hacéis? –pregunto sonriente al ver sus caras.

—¡No me hables! Suerte tiene de que no tenga un cuchillo a mano, porque te juro que la mato –espeta Lore dirigiéndose a Mónica, provocándome una risa incontrolada.

—¿Qué ha pasado?

—¡La culpa es suya! Se ha equivocado con las proporciones. Te dije que habías puesto demasiada levadura, eran doce gramos, no veintiuno.

—¡Si no hubieses estado cojoneando a mi alrededor todo el tiempo no me habría equivocado!

—¿Estáis cocinando juntos? –pregunto sorprendida mientras corro a la cocina–. ¡Genial! no os podéis imaginar el hambre que tengo.

El horno está encendido y hay una pizza casi hecha, con el inconveniente de que la masa es tan gruesa que parece un bizcocho. Estallo en carcajadas y miro a Lore, que está al borde de la desesperación tras toda una tarde aguantando a la perfeccionista de Mónica. Elena se acerca a mí y pone los ojos en blanco, dando a entender lo que ha tenido que aguantar por parte de estos dos.

—¡Mira que monstruosidad ha hecho! –exclama Mónica señalando el horno.

—¡Cálmate! Estoy segura de que la bizcopizza está buenísima.

Lore se acerca sonriente hacia mí y me planta un sonoro beso en la mejilla.

—Eres todo un amor, reina.

Le abrazo con fuerza y él corresponde a mi gesto. Es tan mimosín, que me entran ganas de achucharlo a todas horas.

—Por cierto, ¿otra vez de compras? –pregunta pasando la mano por mi cintura para acariciar la suave tela del vestido.

—Bueno, técnicamente no me he gastado un solo euro, he hecho cola en cueros.

—¿¿¿Qué??? –pregunta Elena escandalizada–. ¿Te has atrevido a desnudarte en mitad de Las Ramblas tú sola?

Me encojo de hombros mientras me acerco a la encimera y cojo una patata frita de la bolsa.

—No estaba sola.

—¿Con quién has estado? –preguntan Mónica y Elena alarmadas, girándose en mi dirección.

—He pasado la tarde con mi jefe.

Se hace el silencio en la cocina. Todos me miran durante largo rato, estoy segura de que esperan que les diga que se trata de una broma, pero al ver que ni me inmuto, Lore empieza a reír y añade:

—¡Eres mi ídolo! ¡Sí señor, con un par!

Río y me muevo por la cocina hasta sentarme en una silla.

—¿Nos lo vas a contar?

—Es que no hay nada que contar. Me quedé a terminar unas cosas y él se ofreció a ayudarme, luego me invitó a una copa. Fin de la historia.

—No, reina, fin de la historia no. ¿Cómo acabaste desnuda haciendo cola en Las Ramblas?

Vuelvo a reír.

—Fue una locura de las mías, le convencí.

—¿Y?

—¡Uf! ¡No veas que cuerpazo! –exclamo tapándome la cara con ambas manos–. No me hagas rememorar el momento que me acaloro.

Lore se acerca riéndose para besarme la frente.

—Cuidado, reina, no quiero que te hagan daño.

—Tranquilo, sé muy bien a lo que me enfrento y no pienso sobrepasar ningún límite.

—Más te vale –añade Mónica, y su comentario me provoca un suspiro.

—Y ahora, ¿qué? ¿Nos comemos esa deliciosa bizcopizza que hay en el horno?

Elena coge los platos y los lleva al comedor.

—¡Genial! ¡Vamos a ver qué tal sabe!

Obviamente omito los últimos veinte minutos, donde el carácter versátil de mi jefe cambió por completo. No tengo ganas de advertencias, bastante les ha costado asimilar lo poco que les he contado como para acabar preocupándolos del todo.

Nos sentamos alrededor de la mesa y las risas vuelven a surgir tan pronto tenemos la bizcopizza delante. Hace más de quince centímetros de ancho, y los ingredientes se han hundido en la masa como botones de cojín, pero eso es lo de menos ahora, lo importante es que juntos pasamos ratos increíbles; con ellos cerca, todo lo malo acontecido durante el día carece de importancia.

¡Quiero a mis amigos, les adoro!

Fuego VS HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora