Capítulo 19

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Louis sintió el frío de la mañana en su mano cuando Harry la soltó por primera vez para llamar al timbre de la puerta. Su mano se sentía huérfana al notar la falta de la calidez de la Harry, pero aun sentía el cosquilleo de haberla sostenido durante el camino hasta la casa que tenía justo en frente.

Estaba de pie en un camino de piedra de un pequeño jardín, no más ancho de dos metros, repleto de césped de un intenso color verde y un arbusto con flores amarillas en una esquina, un semimuro de piedra rojiza y llena de musgo separaba ese pequeño jardín de los otros jardines de las casas adyacentes, y un par de bicis de estilo retro estaban atadas juntas a un pequeño árbol al otro lado del camino. La casa se levantaba sobre piedra grisácea, envejecida por los años, hasta un total de tres plantas, con un tejado a dos aguas de color oscuro y una enredadera sin hojas que crecía en su fachada, haciendo que Louis imaginase el hermoso verde que decoraría aquellas ramas en los meses de primavera y verano. Era claramente de estilo victoriano, con hermosas ventanas blancas que sobresalían de la fachada como la mitad de un hexágono.

A Louis le gustaban las pequeñas grietas de la piedra y las pequeñas hierbas que crecían en ellas, los diferentes colores de la humedad y los desgastados escalones que accedían a la puerta de la casa, una que era hermosa porque tenía una vidriera con florituras de colores que brillaban con a luz del día. Le gustaban aquellos pequeños detalles porque contaban la historia de la casa y de las personas que habían vivido en ella, imaginaba que el pequeño desconchón en la pared de la esquina donde estaba el arbusto podría ser como consecuencia de unos niños jugando a la pelota muchos años atrás, o que los restos de pintura en las piedras del camino fue que en algún momento a algunos de los dueños se le ocurrió la idea de pintar de colores ese camino de piedras hasta la entrada.

Le gustaba imaginar cómo se habría visto esa casa recién construida, perteneciendo a una familia adinerada de la zona, o cómo se habría visto en los años veinte, seguramente con fiestas llenas de champan al son de la música, a lo mejor con el Crack del 29 los dueños tuvieron que venderla y a lo mejor estuvo abandonada hasta más adelante, a lo mejor quien pintó de colores el camino de piedra era un hippie de los años 60.

¿Dónde estarían ahora los niños que estropearon la pintura jugando a la pelota? ¿Qué fue de las personas que vivieron allí? ¿Habían sido felices? Una pareja enamorada construyendo un hogar, niños corriendo y revolviéndolo todo, bailes en la cocina mientras se prepara la cena, conversaciones con vino mientras los niños duermen, una película una tarde de lluvia un domingo, besos en las mejillas antes de salir de casa, en la boca a la hora de ir a dormir... Louis suspiró con una pequeña presión en el pecho, era la imagen de un hogar, el sentimiento de pertenecer a un lugar cálido y que te acoge cuando llegas a él. Pero a él solo le esperaba un frío apartamento en una ciudad a la que cada vez tenía menos ganas de llegar.

Harry volvió a llamar al timbre y el sonido hizo que Louis despejara sus pensamientos y se centrase en la persona que tenía justo en frente.

-¿Sabían que veníamos?-preguntó Louis metiéndose las manos en los bolsillos buscando calor.

-Sí, claro-respondió Harry sacando su teléfono del bolsillo-, mi supervisora concertó una cita. Llamaré por teléfono, no sé, a lo mejor ha surgido un problema.

Harry se colocó el teléfono en su oreja y jugueteó con una de las ramitas de la enredadera mientras esperaba que contestasen. Louis no podía apartar sus ojos de él.

Aun sentía como sus piernas temblaban, no podía creer que había tenido a Harry tan cerca, no solo físicamente, sino emocionalmente. Había sentido como aquel chico había abierto una puerta a su alma y había dejado que Louis entrase, casi había sentido como se había alojado en su interior y había buscado un hueco en el que sentirse cómodo. Había visto tanta verdad en aquellos ojos verdes, tanta sinceridad que se sentía abrumado, vio el miedo y la desconfianza, pero vio también algo más, el recuerdo de los mismos ojos que había conocido hace años, devoción y esperanza, la misma que él sentía, por eso no había dudado en lanzarse al vacío, en sincerarse él también, porque delante de él tenía todo lo bueno que una vez había conocido, su auténtica felicidad, y pensaba luchar por ella, aunque muriese en el camino, no importaba si la recompensa era él.

Let me inside | L.S. |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora