Harry dejó que el olor del café recién hecho inundara su cuerpo, el placer de su calidez y el aroma fuerte que despertaba su letargo, mezclado con el chisporroteo del aceite en la sartén, el sonido del microondas calentando leche y las maldiciones entre dientes de Louis. Harry podía asegurar que ese era el sonido de la pura felicidad.
Calentó sus manos alrededor de su taza y, con su cadera apoyada en la encimera de la lustrosa cocina de Louis, observó sobre el hombro de éste su manejo en el arte de cocinar tortitas. También observó como se mordía el labio inferior y como sus cejas se fruncían por la concentración, su mano torpe sostenía un tenedor y con evidente impaciencia, esperaba a que la tortita estuviera hecha de un lado para darle la vuelta.
-Casi lo tienes, cariño-murmuró antes de besar su hombro desnudo-, espera a que salgan como unas pompitas y entonces le das la vuelta.
Louis asintió diligente y se apoyó con una mano en la encimera, la otra sosteniendo el tenedor en el aire, como un gato esperando su presa, y siguió concentrado esperando a las mencionadas pompitas.
Aquella mañana Louis había mostrado una pequeña sonrisa, la primera en varios días, y había pedido a Harry que le ayudara a hacer el desayuno. Necesitaba una distracción y Harry se sintió dichoso de poder dársela. Porque veía así un avance, algo nuevo en sus ojos y un pequeño paso para que pudiera sentirse mejor.
Había refugiado a Louis entre sus brazos esos días, le había consolado y limpiado sus lágrimas, incluso las que ya no derramaba. Le había susurrado aliento en sus oídos y besado sus mejillas agrietadas, acariciado su corazón y abrazado sus incertidumbres. Había sido una doble piel para él, un cuerpo en el que sostener todas sus fuerzas y ahora para impulsarse a seguir adelante. Sin cuestiones y sin dudas, Harry estaba ahí de forma incondicional y voluntaria, cargando con todo su pesar si era necesario, como Louis había hecho con él anteriormente.
Y es que Harry había hecho un viaje a lo más profundo del corazón de Louis, había visto su alma abierta y expuesta solo para él, reconociendo que había sufrido con lo que había encontrado. Ahora entendía demasiadas cosas que antes le eran negadas, comprendía las grietas de ese cuerpo que se ocultaba en sonrisas y en caricias, vislumbraba los motivos por lo que había luchado tanto por curar a Harry, temeroso de que habitara el mismo lugar que él había habitado. Veía ese cuerpo que había cargado con su culpa y sufrimiento, sin tener a nadie más para hacerle la carga más liviana, y entendía la sombra que se apoderaba de sus ojos en ocasiones.
Se había topado con un apartamento prácticamente vacío a su llegada, cuando cargó con las lágrimas de Louis hasta Londres, aferrando su mano para impulsarle a seguir andando. Había mirado a su alrededor y un nudo se atragantó en su pecho.
El apartamento de Louis era amplio, bonito y con unas vistas preciosas de la ciudad. Había imaginado en un primer momento que estaría ubicado en una zona lujosa, pero no era así, tampoco era modesta, pero no hacía ostentación del auténtico nivel económico que tenía. La cocina estaba incluida en el mismo espacio que el salón y el comedor, solo había dos puertas, una para el baño y otra para su habitación. Paredes de ladrillo visto en tono gris, con un suelo brillante de madera caoba, decorada en tonos oscuros, negros y grises, plantas de plástico que, según las palabras del propio Louis, le daban un toque vivo a la casa, pero sin tener que pararse a cuidarlas. Todo estaba ordenado y limpio, una manta blanca en el sofá que no tenía pinta de usarse, un par de velas grandes, sobre la mesa del comedor de madera oscura, que nunca se habían encendido, alfombras blancas en el suelo que parecían recién compradas... nada estaba fuera de lugar, nada destacaba, nada resaltaba. Nada indicaba que allí hubiera vida.
No había fotos en la estantería del mueble donde estaba la televisión, no había recuerdos de viajes, ni libros o revistas, solo las cartas de publicidad que habían encontrado tras cruzar la puerta y las gafas de sol de Louis que había dejado en la isla de la cocina. Un perchero al lado de la puerta sostenía sus abrigos, sus zapatos colocados sin más en un zapatero pequeño de metal y el bolso de trabajo de Louis tirado junto a este. No estaban los pequeños detalles del día a día, ni la calidez del hogar, el olor a casa, a Louis, a su colonia o su suavizante de ropa.
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Let me inside | L.S. |
Fanfiction"-Déjame entrar aquí-le dijo tocando su pecho con el dedo índice, justo donde estaba su agitado corazón-. Sólo déjame entrar y vivir ahí. No me alejes otra vez, porque no podré recuperarme una segunda vez." ··· Hace cuatro años que Louis no ha visto...