A Harry le encantaba la ciudad cuando el otoño comenzaba a llegar. Los árboles empezaban a cambiar de verdes a vibrantes rojos, amarillos y marrones, la luz se colaba entre las hojas antes de que se empezaran a caer y los días aún eran los suficientemente largos para poder disfrutarlos. Los colores del otoño combinaban perfectamente con los antiguos edificios que mantenían la atmosfera de una ciudad medieval y perdida en el tiempo, las numerosas iglesias se entrelazaban con los majestuosos edificios de la universidad y las casas al más puro estilo inglés estaban acompañadas por la gran cantidad de parques que se repartían por la ciudad. Las chimeneas decoraban los tejados, las cafeterías siempre listas para abastecer de té y café a los ocupados habitantes que iban de un lado para otro de camino al trabajo, el olor de los restaurantes, de los puestos de comida de Market Square, los diferentes idiomas que se podían escuchar entre sus calles. A Harry le encantaba todo eso, caminar temprano de camino al trabajo, café en mano, y saboreando las pequeñas historias que se desarrollaban a su alrededor.
En una pequeña calle, justo en frente del King's College, estaba la librería de segunda mano en la que trabajaba por las mañanas para poder pagar el piso que compartía con uno de sus mejores amigos. Era pequeña, un poco oscura y olía a libro antiguo, había algunas humedades en el techo y en invierno era fría, pero para Harry era perfecta. Se sentía feliz entre aquellas estanterías, entre las páginas de viejas historias que le permitían ocultarse muchas veces de la realidad que existía fuera.
Abrió con la llave la puerta de color rojo y entró al silencio que le esperaba en la tienda. El olor a libro antiguo le dio la bienvenida y se dirigió a la oficina del fondo donde dejó su mochila y la chaqueta vaquera que llevaba. Miró el reloj, era bastante temprano, le quedaba todavía media hora para abrir y pensó que sería buena idea aprovechar el tiempo para continuar con sus trabajos de la universidad. Aunque lo que realmente hizo durante esa media hora fue vaguear con el móvil hasta que finalmente dieron las nueve para abrir la tienda.
La mañana trascurrió como otra cualquiera, Harry atendía clientes con su encanto natural, mientras se encargaba de ordenar la tienda y realizar encargos, charlaba con los clientes sobre literatura, de sus libros favoritos y aconsejaba con soltura, asegurándose siempre una venta. Realmente disfrutaba de su trabajo, le gustaba tener siempre una conversación entretenida, descubrir la trama de un libro que no había leído antes y de la seguridad que le daban aquellas cuatro paredes. Una pareja entró con un par de cajas para donar los libros que ya no les interesaban, que no habían leído o que no les habían gustado, buscando tener más sitio en casa, lo que le mantuvo ocupado catalogando su estado y posible precio hasta que la puerta se abrió de nuevo con un posible cliente.
Harry estaba en la oficina de espaldas a la puerta abierta, le gustaba dar a las personas su espacio, que disfrutasen de ojear los libros y se pasearan entre las estanterías, no agobiarles para que comprasen. Si le necesitaban, podían encontrarle. Oyó como la persona que había entrado se movía despacio por la tienda, a veces se paraba y luego seguía caminando.
-Disculpe-llamó Harry-. Estoy en la oficina catalogando unos libros, si me necesita aquí estoy.
No hubo respuesta, ni siquiera pasos. Harry frunció el ceño un poco desconcertado, pero siguió ojeando la novela "Suite francesa" de Irene Némirovsky en bastantes buenas condiciones que tenía en sus manos. Decidió que cinco libras estaba bien y le puso una etiqueta con el precio.
-¿Harry?
La voz que oyó a sus espaldas era un poco ronca y parecía venir de una época muy lejana, pero la reconoció al momento. Se tensó por completo y el estómago le dio un vuelco. Tenía que ser un error, no podía ser él, era imposible, estaba confundiendo la voz claramente. Se giró lentamente rezando lo que no sabía para que no fuera él.
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Let me inside | L.S. |
Fiksi Penggemar"-Déjame entrar aquí-le dijo tocando su pecho con el dedo índice, justo donde estaba su agitado corazón-. Sólo déjame entrar y vivir ahí. No me alejes otra vez, porque no podré recuperarme una segunda vez." ··· Hace cuatro años que Louis no ha visto...