Anastasia.
Una semana después.
Sonrío entusiasmada al observar a plenitud la naturaleza. Cientos de árboles iluminan mi visión; las aves cantan eufóricas mientras suspiro por dicha belleza. Una pequeña mariposa se posa en mi mano haciéndome cosquillas cuando camina por mis dedos con sus pequeñas patas.
—Es aquí.
Dejo de mirar al animal cuando Edward habla. Estos últimos días me he estado acercando más a él; últimamente suele visitar con frecuencia la empresa de su hijo, por lo que he aprovechado al máximo cada oportunidad para hacernos más cercanos.
Sigo creyendo que el hecho de que me haya invitado a tal celebración —que por ende debía ser únicamente presenciada por sus familiares más cercanos—, es sumamente extraño. Alejo mis pensamientos observando la hermosa y rústica casa frente mi.
«Toda una belleza» pienso en voz alta.
Era enorme. Constaba con tres pisos; en el último se encontraba una especie de terraza con un balcón de cristal. El porche era igual de amplio; diversos muebles descansaban junto a pequeñas mesas de madera. En resumen, la mayor parte, aparentemente, se encontraba conformada de madera y cristal, el cual dejaba ver parte de adentro de la casa y estoy segura que desde dentro, se observaría con total plenitud, los inmensos pinos que adornaban el bosque.
No me gustaría merodear por la casa de noche.
Nos adentramos a la vivienda luego de que el dueño abriera con emoción la puerta. Es igual de hermosa por dentro.
Una chimenea lucía en la gran sala, captando la atención en medio de tanto lujo. Al parecer era lo único en toda la casa que estaba hecho de mármol. Un conjunto de muebles blancos en forma en L hacían juego. Un poco más apartado, la isla de la cocina con largos taburetes. El piso tenía unas pequeñas escaleras de cuatro escalones que pasaban a donde se encontraban los muebles junto con su respectiva mesa, una alfombra peluda negra y la chimenea. A un lado, una escalera en forma de espiral llevaba hasta un segundo piso, donde supongo se encontraban las habitaciones.
Christopher a mi lado bufó por décima vez ante los reclamos de Ivana. Desde el recorrido en el auto de Edward hasta acá, ha estado pegada a él como chicle. Justo ahora se encuentra sobando su brazo —entrelazo con el de ella, cabe recalcar— y explicándole las mil y un razones por lo que deberían dormir juntos.
Patético.
No hay algo más denigrante que una mujer cayendo tan bajo por un hombre, a tal forma de tratar de convencerlo para que haga algo que a él no le nace.
Pobre.
—Aquí está tu llave. —me habló Edward. Antes no solía tutearme pero como ya dije, hemos creado cierta confianza en ésta última semana—. Tu habitación es la primera.
Asiento y me encamino, subiendo la escaleras. Veo de reojo como Leslie me observa con detenimiento, la miro indicándole que he sentido su vista sobre mi y le sonrío amable. Justo en ese momento su esposo la interceda eliminando la conexión de nuestras miradas.
¿Sabrá lo que hago con su hijo?
Niego levemente concentrándome solamente en encontrar mi habitación. De inmediato veo siete puertas separadas a una distancia bastante larga, cada una tiene un número tallado. No se me dificulta encontrar la que me corresponde, al ser la número uno.
Abro la puerta con la llave, parándome en seco al ver la magestuosidad de la habitación. Al ser todo de madera parece a la vista sencilla pero en realidad, se ve que cada artilugio es caro y lujoso. Una lampara araña reposa en el techo, candelabros cuelgan de cada lado de la cama. Esta es grande, muy grande de hecho. Una enorme ventana se sitúa en frente dando una hermosa vista del auge de la naturaleza en todo su esplendor.
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AGRIDULCE © [COMPLETA]
RomanceCuando la sed de venganza es incontrolable, solo hay una manera de apagar su llama: haciendo justicia por nuestra propia cuenta. Anastasia Rumsfeld lo sabe más que nadie, por eso no podría vivir en paz hasta hacer pagar al culpable de la muerte de...