Narrador Omnisciente
El pelinegro venía masajeando sus sienes desde el siento trasero del auto. Ya le había pedido a Nicolás bajar el volumen de la música, sin embargo parecía que aquello no había funcionado. Recordaba como se había bebido la mitad de lo que quedaba de su pequeña licorera de su oficina, tres botellas de whisky a la basura y una resaca descomunal al día siguiente como resultado.
La llegada a la empresa lo hizo soltar un bufido, no estaba de humor para soportar diez horas tras un escritorio cuando todavía debía soportar el dolor de cabeza y controlar su desastrosa vida amorosa.
Porque claro, la razón de tan descontrolada bebedera tenía nombre y apellido, un largo cabello castaño y ojos grises como un día tormentoso.
No quería aceptar lo que estaba empezando a sentir por Anastasia, sin embargo quería descubrir hasta donde iba a llegar todo. Quería averiguar que era lo que sentía y cuán profundo era.
Pero la ignorancia de la chica hacia su persona solo lo hacía ponerse peor, ya mi siquiera a trabajar llegaba cuerdo, y eso lo notó su secretaria, quien desde su puesto observó cómo su jefe salía del ascensor con visibles ojeras bajo sus ojos y el cabello desordenado, lo que de cierta manera, le hacía ver más apuesto con ese aire y caminar despreocupado; una mano dentro del bolsillo de sus pantalones negros, la camisa blanca planchada pero con parte de ella saliente por el lado derecho, algunos botones sueltos y el saco en la mano desocupada.
Varios suspiros fueron dedicados al hombre que solo tenían en mente a una, y quién ya no se sentía satisfecho con tener detrás a miles, cuando solo una le movía el piso y le satisfacía en la cama.
Suset intentó darle las coordenadas de lo que harían el día de hoy, aunque el hombre con un solo gesto de su mano la hizo callar en su lugar. Sabía que cuando tenía resaca el humor empeoraba en sobremanera, por lo que supo que debía esperar a que se le pasase.
Christopher entro a su oficina y tirando el saco de su traje al sofá de cuero en una esquina, se acercó a la botella de Jack Daniels medio vacía que sobresalía en la mesa. Ya estaba con un abobinable dolor de cabeza, ¿que más daba tomar un poco más?.
—¿Señor?. —la castaña escondió el cuerpo detrás de la puerta, sacando la cabeza.
—No estoy de humor, Suset.
—Lo sé, pero.. en unos minutos tendrá una reunión con el constructor a cargo de los arquitectos que se encargarán de la construcción de Olimpo y..
—Mierda. —se pasó la mano por la cara, lo había olvidado totalmente.
Su estado no ayudaba, sin embargo sabía que no podía cancelarlo.
Se tomó todo lo que quedaba en el vaso y dejándolo en su lugar, caminó hacia la sala de juntas. Ya en camino, arregló las mangas de su camisa y la metió adecuadamente dentro de los pantalones, intentando dar por lo menos una media buena imagen.
Miró la hora en su reloj, si no mal recordaba, la reunión debía empezar en un minuto.
—Avisa a los demás, quiero a todos en la sala ya. ¡Ya!. —no estaba para demoras, mientras más tiempo coordinara todo con los arquitectos, más rápido comenzaría la construcción de Olimpo y más rápido llegaría a su oficina. Dudaba que tuviera algo más importante que hacer en el día, por lo que tomaría una siesta si su nerviosa secretaria no interrumpiese y sin duda, se apurara al seguir su orden.
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AGRIDULCE © [COMPLETA]
RomanceCuando la sed de venganza es incontrolable, solo hay una manera de apagar su llama: haciendo justicia por nuestra propia cuenta. Anastasia Rumsfeld lo sabe más que nadie, por eso no podría vivir en paz hasta hacer pagar al culpable de la muerte de...