| 59 |

46 14 7
                                    

Para mayor disfrute del capítulo, oigan la canción añadida en multimedia cuando salgan estos dos símbolos (**) en la narración.

~°~

Narrador Omnisciente

Eran apenas las once y cuarto y de la noche cuando Anastasia se arreglaba en su antigua habitación en la mansión Rumsfeld, habitación donde pasó su niñez y adolescencia hasta que decidió estudiar arquitectura en una de las mejores universidades italianas. A pesar de que tenía casi hecha la compra de la que sería su nueva residencia, los últimos acontecimientos en su vida la hizo volver al lugar que la vió crecer. No sé sentía lista para estar sola en un apartamento cuando ahora más que nunca necesitaba de sus padres.

Había afianzado vínculos con su tía de sangre y los hijos de la misma, tenido oportunidades para llamarse y pocas para verse debido al ajetreo de la cafetería que la mujer y sus hijos dirigían, pero la relación cada día se hacía más fuerte. Ambas eran lo único vivo que tenían de Déborah Campbell, una de ellas había perdido a su hermana en ese trágico suceso, mientras que la otra perdía a su madre, su compañera de batallas y fiel amiga. Debían estar juntas, confiaban en que si el destino las había hecho encontrarse, era con un fin.

Hoy era el día en que Christopher tocaría en el gran salón del hotel en el que había solicitado su presentación musical, y la castaña estaba más que preparada con la ayuda de su madre. Debido al frío clima, eligió un vestido enterizo negro que tapaba cada parte de su piel : cuello, hombros y piernas, moldeando su figura a su paso. Encima, un abrigo de piel que la cubría del frío abundante que sin medir que apenas estaban en diciembre, hacia atrasado esa noche. La gala había sido apenas una pequeña parte de la reunión que tendrían ese día, pues Christopher tenía planes, esta vez no pasaría nada más fin de año con su familia, quería pasarla con la mujer que amaba.

Luego de una gran reunión familiar en la mansión Rumsfeld, se arregló para la presentación que sería llevada a cabo. Olimpia ataba su cabello en un recogido moño bajo, dejando mechones de su cabello suelto mientras asentía hacia el leve maquillaje que su hija había escogido.

Se veía hermosa.

—Gracias mamá. —le dió un fuerte abrazo que la mujer mayor devolvió con gusto. Sabía de los planes de Christopher esa noche, y sabía a ciencia cierta que era más que una simple presentación de piano, para el chico.

—Diviértete mi niña, te lo mereces. —nadie más que ella sentía en el fondo de su corazón la angustia que debía haber pasado su hija. Antes de que Anastasia llegara a su vida, había intentado en numerosas ocasiones tener hijos junto a Dereck, oportunidad que no se dió sino después de varios tratamientos y revisiones, cuando por fin nació Samuel luego de un embarazo de alto riesgo, pero eso no la hizo olvidar todos los embarazos de cortos meses que perdió a su paso.

Había pasado en carne propia el sufrimiento que solo puede tener una madre cuando sabe que su bebé ha muerto, por eso apoyaba enormemente la idea de que saliera a despejar su mente con el hombre que amaba.

Mario, el leal chofer de la familia la esperaba fuera de la mansión. Sería su último trabajo en la semana y justo el último día del año, pero por más que Anastasia aseguró que podía llegar sola, el hombre insistió. Más que su jefa, era su amiga y si podía ayudarla por unos minutos, lo haría.

Y eso hizo. La llevó al hotel The Plaza, ubicado en Manhattan, al lado de la Grand Army Plaza, de la cual vendría su nombre, con unos lujosos diecinueve pisos imponiéndose ante cada neoyorquino que se detenía a mirar.

—Gracias Mario, que tengas un buen fin y comienzo de año.

—Lo mismo para usted, señorita. —se despidió con un asentimiento de cabeza.

AGRIDULCE © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora