Narrador Omnisciente.
Había caído la noche. Christopher conducía hasta el departamento de la castaña. Su rostro se iluminaba sonriente ante la posibilidad de que tal majestuosa cena con dicha mujer terminara en una de sus tantas secciones de sexo. La idea lo emocionaba, para que negarlo, luego de provocarlo en su oficina, fue sumamente difícil no utilizar sus manos para satisfacerse y así apaciguar su agonía. Pero la espera valió la pena, o por lo menos eso pensaba.
Anastasia por su parte tomaba una copa de vino sentada en su sillón, rememorando la verdadera intensión de dicha cena. En sus planes estaba acabar con Edward Williams, eso era seguro, y para eso, debía sobrepasar el nivel de confianza que yacía entre ella y el pelinegro. Sabía que lo tenía comiendo de la palma de su mano; siempre supo la reacción que tenía su cuerpo en los hombres, y para su mayor satisfación, con él no fue diferente. Lo sedujo, lo atrapó en su red, aunque tampoco negaba que no disfrutó cada jornada de placer, pero sus propósitos estaban por encima de todo y todos.
El timbre sonó antes de lo inesperado, demostrando la ansiedad y necesidad del hombre detrás de su puerta. Sonrió internamente ante dicha conclusión. Dejó la copa en la pequeña mesa de cristal y se encaminó a abrir la puerta no sin antes darle un último vistazo a su departamento simétricamente acomodado y luego, a su atuendo.
Christopher se lamió los labios fascinado ante la hermosa figura de su socia. Sin duda el color negro resaltaba sus curvas acentuándo la protuberancia de sus pechos y glúteos. Sus labios lucían más provocativos bañados en aquel intenso labial rojo.
Provocadora y sexy. Justo como ella quería verse esa noche.
Tomó sus caderas con sus grandes manos dispuesto a devorar su boca pero su mano en su pecho lo detuvo.
—Calma, vaquero, la noche apenas empieza.
Tragó grueso ante el tono provocativo de sus palabras. Como plebeyo obedeciendo a su emperatriz, la siguió embobado hacia el comedor, disfrutando del vaivén de sus caderas ondear ante sus pasos.
Sin objetar palabra alguna, dejó que le alcanzara su copa, llena hasta la mitad de uno de sus tantos vinos favoritos. Dudó por un momento.
»—Tranquilo, tampoco es como que te fuera a drogar mediante el vino.
Río, sarcástica, o por lo menos eso pensaba él. Anastasia bebió de su bebida brindándole la confianza requerida para que imitara su acción, por lo que con total despreocupación, tomó toda la bebida de un sorbo producto de la excitación que amenazaba con surgir.
«Vaya, será mas rápido de lo que imaginé» pensó ella.
—¿Tienes hambre? Preparé.. —Christopher no la dejó terminar lanzándose a sus labios desesperadamente.
Acunó su rostro con sus manos mientras la besaba, sentándola a su vez sobre la mesa, chocando con su copa vacía. Lo separó. Por más necesitada que estaba no pretendía llegar a más, no sin antes sacarle toda la información que necesitaba, o por lo menos, confirmar sus sospechas.
»—Ya tendremos tiempo para esto, primero comamos, ¿si?
—A lo único que deseo probar es a ti.. —murmuró besando su cuello.
No tardó en convencerlo. La droga estaba surgiendo su efecto, lo que tenía de efectiva, lo tenia de rápida.
Cenaron en silencio por minutos. Anastasia calculaba sus movimientos mientras que Christopher empezaba a tener somnolencia, producto de la dosis antes digerida. Carraspeó tratando de aligerar su padecimiento.
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AGRIDULCE © [COMPLETA]
RomanceCuando la sed de venganza es incontrolable, solo hay una manera de apagar su llama: haciendo justicia por nuestra propia cuenta. Anastasia Rumsfeld lo sabe más que nadie, por eso no podría vivir en paz hasta hacer pagar al culpable de la muerte de...