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Christopher

Los rayos del sol me despiertan.

Lunes..

El despertador mi confirma lo que ya sabía, sonando, como cada mañana, a las ocho en punto.

Despotrico uno y otra vez, maldiciendo que las maravillosas vacaciones se hayan terminado y vuelva a la jornada laboral otra vez. Fueron solamente dos días, sin embargo la mera compañía de la castaña a mi lado hizo la estancia más fructífera.

Viajamos desde la casa en la playa hasta Nueva York en auto a las diez de la noche, a sabiendas de que demoraría unas dos horas el viaje, y de que teníamos que reunirnos a primera hora en la oficina, al día siguiente.

Y ahora estoy aquí. Otra vez inmerso en mi soledad, sintiéndome cada vez más confundido por la latente necesidad que nace a casa segundo por tener a Ana conmigo. Particularmente del buen sexo que me proporciona, es muy buena confidente y consejera, lo que me hace abrirme completamente a su lado.

¡Y joder!. Sé que está mal, porque me estoy dejando llevar y esa pequeña vocesita en mi cabeza me recuerda día a día que juntos no haríamos más que destruirnos mutuamente debido a la intensidad de nuestras personalidades. Y es que somos tan parecidos que sería difícil no chocar a cada instante.

Sin embargo, nunca he sido conocido por ser un cobarde. Me asusta que de la noche a la mañana todo cambie entre nosotros pero.. ¿quién vive sin arriesgar?. Simplemente dejaré que el destino siga su curso y las cosas caigan por su propio peso. Siempre hay una primera vez para todo, ¿no?.

Alisto mi corbata; acomodo mi traje luego de darme una refrescante ducha y salgo en mi auto hacia la compañía. Las calles se encuentran vacías, con poco tráfico y algún que otro transeúnte de aquí para allá, lo que es nuevo es una ciudad tan imponente.

El elevador hace su estancia en el último piso del edificio, yendo directamente hacia mi oficina. No me encuentro de humor para entablar conversación con algún administrador de marketing o siquiera con mi secretaria. El día de volverá sumamente ajetreado con el paso de las horas y necesito aprovechar que a éstas horas no hay casi personal en la empresa, y tomarme un descanso.

Cómo era de esperarse, Anastasia no ha llegado, lo que es natural. En algunas horas tendrá una reunión con los constructores especializados en la construcción del nuevo centro comercial.

Tomo del vodka en mi mano —necesito algo fuerte para sobrellevar el día—, pensando en como esa mujer puede manejar todo tan bien tan fácilmente. Es ambiciosa, audaz.. simplemente maravillosa.

Me acomodo en el asiento, recordando los buenos momentos que pasamos en la casa, alejados de los problemas y el trabajo, e insconcientemente una sonrisa malvada se instala en mis labios al pensar en el gran uso que le dimos al pequeño jacuzzi en la terraza.

Debo repetir más momentos como ese..

Quedo circulando en mis pensamientos hasta que sin preverlo, las horas pasan. Son las diez de la mañana y siento el ajetreo fuera de la oficina, las múltiples pisadas de mis trabajadores y mi secretaria llevándome al escritorio un café cargado con bastante azúcar.. justo como me gusta.

Todo parece estar viento en popa hasta que mi celular suena, atrayendo toda mi atención.

—Marco.. ¿tú llamando tan temprano?. Ya sabía yo que no podías pasar dos días sin mi..

Río ante la broma, sin embargo la línea queda en silencio.

—Hoy no podré ir al trabajo. De hecho.. posiblemente no vaya en las siguientes dos semanas.

AGRIDULCE © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora