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—— E P Í L O G O ——

Anastasia

Tener una familia siempre fue mi sueño. Anhelaba poder dar todo el amor que tenía para ofrecer como mismo mis padres lo habían hecho. Una pequeña parte de mi, pensaba que el haber conocido a Dereck y Olimpia había sido un regalo maravilloso enviado por mis padres. Irónicamente, los encontré cuando más lo necesitaba y llegué a sus vidas cuando habían perdido todas las esperanzas de formar una familia.

A mí pensar, fuimos la curita uno para el otro que necesitábamos para salir adelante.

«Los días de lluvia eran los favoritos de mis padres biológicos» pensé cuando incliné la vista en el barandal de cristal para observar las calles húmedas por la reciente llovizna. Recuerdo apenas entre todos los buenos recuerdos que aún abundan en mi memoria, uno donde claramente me contaban que se habían conocido en medio de una lluvia fuerte e imparable. Una hermosa historia de amor que me motivó a empezar la mía.

Casi como si lo hubiera llamado con el pensamiento, sentí sus brazos rodear mi cintura y un peso en mi hombro. Con el pasar de tiempo amé tanto ese pequeño gesto que se volvió parte de mí. No hacían falta las palabras, si había algo que amaba de nuestra relación era como los silencios nunca eran incómodos, como siempre notaba cuando necesitaba solo callar y pensar, y tocar, y abrazar, pero no hablar.

Lo respetaba, y me hacía sentirme segura al respeto.

Han pasado cuatro años, ¿como no acostumbrarse?. Es mucho tiempo, seguro pensarán, pues la verdad lo sentí pasar demasiado rápido si lo tenía a mi lado. Aún recordaba como llegué a esta ciudad con solo una meta encendida en mi mente y terminé cumpliéndola si, pero.. necesitaba algo más.

Lo necesitaba a él.

El timbre sonó por todo lo alto cuando menos nos lo esperábamos. Miré a Christopher con cara de incertidumbre, no esperábamos visitas.. por lo menos yo no.

—Enseguida vuelvo. —dejó un beso en mis labios y se marchó a atender a quien quiera que hubiera interrumpido nuestro momento de paz.

Por un momento pensé que era Isabella, o quizás Marco, quienes se habían vuelto frecuentes visitantes de nuestro hogar. Me gustaba pasar tiempo con mis amigos, no me juzguen, pero a veces no toleraba que interrumpieran mis momentos a solas con Christopher. Es que joder, tal pareciera que nos vigilaban por un telescopio y llegaban justo cuando tenía inmensa ganas de bajarle toda la..

»—Aquí está. Pizza de aceituna y doble  queso con cebolla. —se acercó con dos cajas grandes y el símbolo triangular dibujado en la tapa me hizo salivear.

—¿Cómo sabías que.. ?.

—Es tu favorita últimamente, supuse que no querrías de los macarrones rostizados que preparé, ¿o me equivoco?. —sonreí al tomar las cajas con extrema felicidad.

—Gracias, amor. —alzó una ceja y se sentó a mi lado en el sofá mientras comía. Encendió el televisor intentando ignorar el olor desagradable de la cebolla, sus palabras, no las mías.

Hacía apenas un año empezamos a vivir juntos. Fue una decisión difícil que me tomó días adaptarme luego de estar acostumbrada a tener a mi alrededor la voz parlanchina de mi mejor amiga o solo a mi familia, pero la vida se trata de probar cosas nuevas, ¿no?.

Dejé un beso en su mejilla, si que tenía hambre.

—¿No te parece raro que te guste tanto la aceituna de repente?. —preguntó de la nada, mirándome de reojo.

AGRIDULCE © [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora